Christine Lagarde inicia hoy su mandato de cinco años como directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo hace con la dura tarea gestionar una crisis que, desde hace un año, castiga especialmente a los países periféricos de la Unión Europea.

Crisis de deuda soberana en Europa
La exministra de Finanzas francesa cubre la vacante dejada por su compatriota Dominique Strauss-Kahn, que se vio forzado a dejar en mayo el cargo, tras ser acusado de asalto sexual. Es la primera vez que el FMI va a estar dirigido por una mujer. Su reto más inmediato será ayudar a estabilizar la crisis de la deuda en Grecia, cuya delicada situación sigue afectando a países como España, que sigue con la prima de riesgo situada en los 250 puntos básicos.

Retos al frente de la institución
A la incertidumbre europea se le suma la espiral en el precio de las materias primas y el impacto de las revueltas en Oriente Próximo. Su objetivo también es dar satisfacción a las economías de países emergentes, que han visto cómo, con la elección de Lagarde, se perpetuaba el reparto de poderes entre Europa y Estados Unidos.
Lagarde se ha comprometido a continuar las reformas iniciadas por Strauss-Kahn.

Elevado salario
El inicio del mandato se hará con críticas, seguro, por su elevado salario. Lagarde ha firmado un contrato que establece su sueldo anual neto en casi 468.000 dólares (323.000 euros). Además, contará con 83.760 dólares (cerca de 58.000 euros) para cubrir gastos de representación. El salario es un 11% superior al de Strauss-Kahn y supera en un 20% al que tenía Rodrigo Rato.

Mayores requisitos éticos
El contrato de Lagarde es casi idéntico al de Strauss-Kahn, salvo en el párrafo sobre el código ético que deben seguir todos los miembros del personal del FMI, que es más detallado para dejar claro que se espera de ella que cumpla los más altos estándares en cuanto a integridad, imparcialidad y discreción.