El hambre especulativo de los multipropietarios que viven a costa de mercadear con un bien de primera necesidad no tiene fin. Fondos buitre, entidades bancarias, socimis, grandes familias y herederos engrandecidos machacan mensualmente a familias que solo buscan un hogar en el que vivir. Poder pagar o no los despiadados alquileres ni siquiera es relevante para los malos de esta película, a quienes ya no interesan relaciones contractuales estables y despliegan sus “tácticas de desgaste” para desahuciar hogares y montar hoteles sin recepción.

Esta es la situación que denuncian hasta 46 hogares de un bloque ubicado en la calle General Lacy, del barrio madrileño de Arganzuela. Más de cien historias de vida que la familia Campos Cebrían González Ruano quiere llevarse por delante cueste lo que cueste para establecer alquileres temporales pensado para “nómadas digitales”. Sin embargo, los inquilinos no piensan permitirlo y para soportar las embestidas se han agrupado en torno al Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Madrid, desde donde ahora denuncian “presiones y acoso” de la propiedad.

“No nos vamos, nos quedamos”, garantizan las familias. Los vecinos han decido unirse para combatir una “táctica de desgaste” consistente en la no renovación de contratos de alquiler y, a la par, “generar condiciones de vida insostenibles”. Las familias denuncian que el edificio ha sido dejado a su suerte por los propietarios como estrategia para expulsarles y sufre humedades, goteras, cortes de suministros básicos y un abandono deliberado de las zonas comunes, lo que contraviene por completo la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU).

“La falta de atención a su deber de mantenimiento es una de las formas que utilizan los rentistas para la expulsión de las vecinas”, denuncia el sindicato de vivienda, que ha visto estas práctica en otros dos bloques de Lavapiés (Tribulete, 7 y San Ildefonso, 20). Los caseros, acostumbrados a incumplir sistemáticamente los contratos (subidas fuera de norma, gastos y arreglos que se cobran de forma fraudulenta, etc. ) y no recibir respuesta por miedo o por la incapacidad individual de un inquilino, se encuentra ahora con una respuesta agrupada en forma de huelga de alquiler.

“Si el casero no cumple su deber de mantener la vivienda en condiciones habitables, como obliga el contrato de arrendamiento, el inquilino puede ejercer presión reteniendo el pago del alquiler hasta que se realicen los arreglos necesarios”, trasladan desde el Sindicato de Inquilinos. Para frenar esta respuesta, reclaman “la reparación inmediata de los desperfectos, la restauración de los suministros básicos y el cese de las presiones y el acoso inmobiliario contra las vecinas”. Asimismo, exigen a la familia Campos Cebrián que se siente a negociar la renovación y transformación de los contratos de alquiler en indefinidos para todas las familias de Lacy, 22.

Un especulador más con prácticas caciques

La familia Campos Cebrían es propietaria de este y otros muchos bloques en la capital, distribuidos por diferentes barrios cuyo único interés para la propiedad es el económico. “Solo buscan especular y aumentar sus beneficios”, lamenta el Sindicato de Inquilinas, que apunta a que “esta dinámica especulativa es la principal responsable de que, en el último año, el precio del alquiler en el distrito de Arganzuela se haya disparado un 9,2%”.

No obstante, esto no es exclusivo de un distrito, sino un mal endémico agravado en los bloques de propiedad vertical como el de Lacy. En la Comunidad de Madrid existen 30.000 bloques de esta naturaleza, cuyas viviendas pertenecen a un mismo propietario, normalmente grandes promotoras inmobiliarias y fondos buitre, que hacen y deshacen a su antojo, jugando con la vida de cientos de familias. Para mostrar resistencia a estas prácticas, el sindicato defiende “recorrer cada uno de estos 30.000 bloques para animar a sus vecinas a organizarse preventivamente y crear comunidades en lucha”.

No hay alternativa, “es su Madrid o el nuestro”, plantean las vecinas, remarcando la “a incompatibilidad entre el derecho a la vivienda y la voluntad de los rentistas a incrementar sus beneficios sin límite y a costa de nuestras vidas”. “Frente a las presiones e intentos de expulsión de nuestros hogares por parte de rentistas como la Familia Campos Cebrián, cada día más vecinas de Madrid lo tienen claro y se organizan”, celebran. “Contra los desahucios invisibles y por bajar el precio de los alquileres”.

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