La subida sin parangón de los precios de la energía eléctrica y del gas afectan a los hábitos de vida de los consumidores, que han visto reducida, sin lugar a dudas, su capacidad de ahorro y de consumo. Precisamente en el mes de noviembre, según un estudio del Instituto Nacional de Estadística, los precios han vuelto a subir. La inflación anual ha llegado a los 5,6 puntos, el índice más caro en los últimos 29 años. En este contexto, el encarecimiento de los precios de la luz- hasta cuatro veces por encima de lo estimado el pasado año- y el de los carburantes - que han provocado la falta de suministro y la caída de la producción de algunos productos- han posibilitado a que haya un incremento de la demanda de algunos productos así como un incremento del consumo tras los meses más duros del confinamiento. 

No obstante, en este punto, los gobiernos europeos parecen haber caído en la resignación en cuanto a las subidas del sector eléctrico. Prueba de ello es la falta de medidas y de consenso para hacer frente, de forma contundente, a este problema.  En este contexto, de ineficacia quienes continúan perdiendo el poder adquisitivo son los ciudadanos: trabajadores; pensionistas; ahorradores, entre otros muchos. De hecho, esta situación ha conducido remotamente, a la extinción de algunos equipos de fútbol, como el Leída Esportiu, cuyo caso se encuentra en manos de la AFE

A este factor se une la tensión en el mercado gasístico internacional. De hecho, el aumento de la demanda de gas, combinado con la escasez estructural de su oferta, han propiciado unos precios en el mercado mayorista inasumibles que seguirán durante principios de 2022 repercutiendo en los recibos de los ciudadanos. ¿Por qué?

Una de las razones es que el consumo de gas se ha disparado en Europa como consecuencia de que la Unión Europea eligiese este combustible para su transición energética. Sin embargo, esta cuestión estratégica no es la causante del aumento de la demanda internacional del gas. En este sentido, el cambio climático, ha extremado las temperaturas tanto en invierno como en verano, lo que ha suscitado un mayor consumo. Además, países como Japón o India, también hace acopio de gas en previsión de un invierno particularmente crudo.

Por otro lado, los altos precios del gas están provocando un repunte del precio del petróleo, ya que también ha aumentado su demanda -como energía sustitutiva del gas- que  ha tensionado aún más el mercado de derechos de emisión de CO2. Es decir, el gas se ha convertido en una de las bazas más importantes en el tablero político mundial. Por ende, las potencias con una excesiva dependencia energética, como es el caso de la Unión Europea, corren el riesgo de perder la partida a las puertas del 2022.