El año ha comenzado con unas temperaturas impropias para la época en una parte importante del continente europeo. Es el caso de países como la República Checa o Polonia, que comenzaban el mes de enero de 2023 a casi 20 grados centígrados, o Países Bajos y Bielorrusia, que superaban los 16 grados. En España también se han visto imágenes inusuales de sol espléndido en zonas como el País Vasco o en Madrid, donde se podía contemplar a locales y turistas llenando las terrazas en manga corta, unas instantáneas más propias del mes de mayo o junio que de enero. Tal y como señalaba la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), al registrar las temperaturas en nuestro país, sobresale que “el día 1 de enero se batieron récords de temperatura para este mes en varios observatorios de la red principal. Destacan los 25,1 °C de Bilbao, que supera el récord de 24,4 °C registrado hace justo un año”.

En un primer momento, este hecho podría parecer una oportunidad para disfrutar de un clima agradable en unos meses atípicos. Sin embargo, constituye toda una prueba de la subida de temperaturas que, si bien en la estación de invierno no es preocupante, en verano puede llegar incluso a ser peligrosa. De hecho, el 2022 fue el año más caluroso en el Reino Unido, Francia y España, reafirmando la tendencia de Europa como la “zona cero” del cambio climático. Esta situación abre la puerta a un cambio también en las tendencias turísticas, pues los visitantes comienzan a huir de las temperaturas sofocantes del mediterráneo en los meses de verano para buscar un clima menos intenso en regiones como los países del norte o los bálticos. En el último verano, España registró una ola de calor que duró más de 40 días, alcanzando temperaturas por encima de los 40 grados y haciendo imposible estar en la calle en algunas de las horas centrales del día.

Esto provocó que países como Reino Unido o Alemania, los dos países que tradicionalmente han sido señalados como los principales emisores de turistas a España, mejorasen la percepción para los meses de verano (según firmas de análisis de datos como Mabrian), favoreciendo el llamado turismo nacionalista. Salen perdiendo en esta situación España, Italia y Grecia, que comienzan a ser destinos preferidos en meses que no sean estivales. Asimismo, esta reordenación turística forzada por el cambio climático dificulta el turismo de interior en los países mediterráneos, pues por ejemplo en nuestro país, este verano tuvo lugar el agosto más cálido desde el comienzo de los registros en 1961, siendo “extremadamente cálido en el centro y en el cuadrante sureste de la península Ibérica, y muy cálido en el resto de la España peninsular”, según la AEMET. Destacaron, además, entre las temperaturas más altas algunos de los puntos turísticos de nuestro país, como los 42,6 °C registrados en Córdoba, los 42 °C medidos en Alicante y Almería, y los 41,9 °C de Alicante-Elche.

De cara al futuro, este panorama se intensificará. Así, para 2050 se espera que la temperatura de Viena suba 7,6 °C en su mes más caluroso, mientras en Madrid se incrementaría 6,4 °C, en Berlín y París 6,1 °C y en Londres 5,9 °C, según recoge Statista. Si esta previsión se cumple, Madrid podría alcanzar temperaturas de entre 47 y 48 grados en el mes de julio, un clima más propio del desierto de Mojave, al sureste de California, que de la capital española. Estos datos no afectarán solo a los termómetros, también conllevan una serie de riesgos implícitos como los peligros de trabajar a temperaturas extremas o las posibilidades de incendios descontrolados. Unos escenarios que ya se han experimentado en España y que no parece que vayan a desaparecer en nuestro país, sino a incrementarse.