Hoy estamos acostumbrados. A costa de comunicados emitidos por unas cuantas agencias de rating, es familiar el pronunciamiento de esa especie de Gran Hermano que nos vigila de forma constante. No sabemos, a ciencia cierta, para quién trabajan, quién les paga, pero se dejan oír. Lo peor de todo es que, al parecer, alguien las escucha. Hace un tiempo, cuando tenía lugar una comparecencia pública de alguna de estas agencias, temblaban las estructuras. Los encartados gubernamentales de turno bramaban, intentando hacerse oír sobre el ruido de fondo que se producía. Casi siempre las descalificaban. ¡No era posible lo que decían! Todas las conspiraciones posibles estaban detrás de las bajas notas que nos endosaban. Cada vez que se pronunciaban, la calificación volvía a bajar. No faltaron las propuestas, sesudas, incluido Sarkozy, que propusieran la puesta en marcha de una agencia para contrarrestar, con una “verdad impoluta”, los nubarrones que se cernían sobre las economías europeas. Claro, que unas economías salían peor paradas que otras. La española era vapuleada siempre.

Ahora el oráculo ha vuelto a hablar. La agencia de calificación crediticia Fitch, esta vez, estrictamente hablando, confirma el ráting de la deuda española en un BBB, que está dos escalones por encima del bono basura. Es decir, no ha mejorado la calificación, sino confirmado, pero matiza la perspectiva (que no la calificación) y ahora dice que es estable, en lugar de lo que dijo la vez anterior, que calificó la perspectiva como negativa.

La escala de calificación, desde 1924, es la propuesta por Estándar & Poors, que va desde la AAA a D. La calificación que corresponde a la inversión abarca a AAA, AA, A y BBB. Fitch, introduce modificadores en esta escala y desdobla las categorías entre AA y CCC e introduce, por ejemplo: AA+, AA, AA-, A+, A, A-, BBB+, BBB, BBB-, etc En el bien entendido, que después de BBB corresponden a las que no tienen grado de inversión, tramo conocido como bono basura. Es decir, en la escala convencional adoptada por todas las agencias, solamente existen las categorías AAA, AA, A y BBB, tras lo que viene el bono basura. La primera las reservan para las empresas (o estados) de calidad, fiable y estables, la categoría AA la reservan para aquellas que mantienen calidad, pero ya presentan un riesgo superior a las AAA; La calificación A se aplica cuando la situación económica puede afectar a las finanzas. Finalmente, la de España, la BBB, la aplican a empresas de clase media que son satisfactorias en el momento de ser calificadas, pero mañana, In šāʾ Allāh (إن شاء الله, Insha'Allah).

Por lo que antecede, se trata de que la Agencia Fitch ha confirmado, dicho de nuevo, mantenido, renovado, que la calificación es la misma que le había dado anteriormente, con el matiz añadido de que está estancada en ese escalón y no se deteriora todavía más. Por otro lado, el deterioro adicional hubiera sido dramático, donde los haya. Así nos equiparamos a Italia, si es que eso nos complace. España ha pasado de AAA, que gozó entre 2003 y 2010 a BBB. Se dice que los argumentos para el cambio de matiz son los 2.5 puntos porcentuales del PIB en que se ha visto reducido el déficit y las reformas que el actual gobierno ha llevado a cabo. Se supone que esto ha logrado disponer de una base más sólida y segura. El capítulo de la reestructuración bancaria tiene su incidencia, aunque viene a lamentar que desde 2012 se ha inyectado un 6% del PIB en el sector financiero y el riesgo de que haya que volver a las andadas a medio plazo es bajo.. Afirma que España ha salido de la recesión en el tercer trimestre y prevé un crecimiento muy débil, en torno al 0.5% para 2014.

Contrastando con todo ello, la tasa de paro del mes de septiembre ha sido en España del 26.6% y en Alemania el 5.2%, en Francia, ha sido de un 11.1%, en Italia 12.5%, ha sido de un 12.3% en Portugal y la media en la zona euro ha sido de 12.2% La calificación de este dato no parece que esté incluido en el sesudo índice de las agencias de ráting. Un dato como éste, no es que sobrenade el bono basura, sino que supone la total inmersión en ella. Si tenemos en cuenta que la reforma del mercado laboral ha supuesto que hoy hayan 1.300.000 personas menos trabajando que cuando accedió al poder el PP, que hemos pagado la abusiva factura de las entidades financieras, pero la morosidad crece y las familias y empresas siguen sin acceder al crédito, dado que son las administraciones públicas las que acaparan todo el crédito. La deuda pública roza límites de escándalo, aunque nos encelan en el déficit, logrando que nos distraigamos. Se ha hecho lo fácil, castigar a los más débiles. La economía no se reactiva, salvo la componente que supone la competitividad lograda a base de bajar salarios hasta límites increíblemente injustos. El dato de Fitch no es consolador, sino reflejo de unas medidas que han laminado derechos, convertido nuestra sociedad en un dechado de injusticia, insolidaridad y merma de libertades. No es procedimiento para poner en pie a un país. Y, al final, estamos, prácticamente como estábamos, aun cuando quieran hacernos creer que mejoramos. Está por ver que mejoremos. En todo caso, mientras no disminuyamos los más de seis millones de parados a una cifra normal y asumible, esto, simplemente, no funciona, por más que las mismas agencias que denostamos hace un tiempo, ahora se vean aplaudidas por los políticos gubernamentales, por aquello que quieren asirse a cualquier flotador que aparezca. Debe ser dramático que todo el mundo los denoste, se deben sentir inútiles, si es que antes no lo percibían.

Alberto Requena es Presidente del Partido Socialista de la Región de Murcia