Jordi Évole tiene miedo. De la gestión de los políticos o medios de comunicación y la politización permanente de cualquier acontencimiento, terrorismo incluido. En su artículo publicado este domingo en El Periódico de Catalunya, pone en valor la "lección que nos dieron los servicios de emergencias, el personal sanitario, las diferentes policías (con un papel destacadísimo para los mossos), y la ciudadanía anónima que desde la tarde de los atentados reaccionó con grandeza", frente a las actitudes de otros.

Inicia su argumentación explicando cómo si en España se politiza todo, hasta las playas, cómo no se iba a hacer también con un atentado.

"Sí, las playas: el otro día en una de la Costa Dorada pasó una avioneta publicitaria con la palabra “Democracia”, creo que patrocinada por Omnium Cultural, y al día siguiente pasó otra con el “Sí” del referéndum, creo que patrocinada por la Assemblea Nacional de Catalunya. Lástima que no tirasen pelotas, como antes. Lo más político que había visto yo en avionetas de playa era el mensaje ochentero de “Rumasa, 5 años de lucha”, pagado por Ruiz Mateos"

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Si España fuese una marca comercial podría llevar como eslogan “España, politizando atentados desde 1897”. El atentado de la Rambla se politizó la misma tarde de los hechos, aunque los líderes de primera fila –Rajoy, Puigdemont y Colau- guardasen las formas. Al día siguiente, artículos y editoriales decidieron mezclar –oh, sorpresa- “procés” con atentados".

Cita como ejemplos que "políticos de segunda línea y articulistas de primera" proclamaran que Cataluña había actuado como Estado, la anécdota del periodista holandés que abandonó la rueda de prensa porque hablaron en catalán o las ctíticas a los Mossos. El último espisodio de esta manipulación, dice es la manifestación del sábado.

"Ya el viernes escuché una tertulia donde se especulaba con la posibilidad que hubiese manifestantes que acudiesen con banderas esteladas y españolas. Se ve que había chup chup. Les juro que no me lo creí. Pensé que si había serían muy pocas, y que la marcha tendría como protagonista el grito unánime de “No tinc por”. No me llamen iluso porque tenga una ilusión. La realidad fue que, por un lado, se repartieron banderas españolas de plástico. Otros las llevaban de casa. Pero quedaron prácticamente eclipsadas por la cantidad de esteladas con crespones negros (tal y como había pedido la ANC), porque en puestas en escena efectistas y televisadas es muy difícil ganar al independentismo, con años de experiencia a sus espaldas. He alucinado bastante con los que para justificar la presencia de sus banderas han dicho que otras manifestaciones contra el terrorismo habían estado plagadas de banderas españolas. ¿De verdad que para construir un nuevo país copian las maneras de hacer de la España más rancia?"

Una pitada fuera de lugar

También critica la pitada al rey. Pensaba que se podía llevar "algún silbido", pero "no la que le cayó". Aunque entiende la protesta contra un monarca que llega a acuerdos comerciales con Arabia Saudí mientras acude a una manifestación contra el terrorismo yihadista, no entiende la doble vara de medir:

"Pero si, a nivel ético, los catalanes somos tan exigentes (que me parece genial que lo seamos), me hubiese gustado ver manifestaciones de protesta a las puertas del Nou Camp cuando al equipo-símbolo de Cataluña lo patrocinaba Qatar Foundation o Qatar Airways".

El periodista asegura que siente "cierta vergüenza" por el espectáculo, incluso el de 'los nuestros'.  Todo ello, argumenta, ha culminado con la politización de la marcha de repulsa de los atentados, "por no saltarse la tradición". Y concluye con la siguiente reflexión:

"Una lástima, sobre todo después de la lección que nos dieron los servicios de emergencias, el personal sanitario, las diferentes policías (con un papel destacadísimo para los mossos), y la ciudadanía anónima que desde la tarde de los atentados reaccionó con grandeza. Quedan imágenes que te reconcilian con todo: los padres del niño de Rubí abrazando al imán, o la hermana de dos de los presuntos terroristas leyendo entre lágrimas el manifiesto de Ripoll. Solo un día después de los atentados, sin protocolos ni parafernalia, la ciudadanía se sacó de la manga un eslogan ya universal, y en catalán: “No tinc por” (No tengo miedo). Reconozco que vistas las actitudes de algunos, yo empiezo a tenerlo. Menudo septiembre nos espera. Y menudo octubre. Y menudo noviembre. Y menudo…