La CUP envió Artur Mas a la papelera de la historia y ahora ERC ha dejado colgado Carles Puigdemont en Bruselas con su discurso cada día más radicalizado, antieuropeo y sus apelaciones a la unidad. De paso, también ha dejado atrás al PDeCat, aprovechando las elecciones tras el 155. La decisión de no reeditar JxS es sólo el acto final de una larga serie de enfrentamientos políticos y personales entre las dos fuerzas independentistas durante toda la legislatura, también la consecuencia de la quiebra proclamación de la república y yendo al origen, la constatación de sus viejas diferencias ideológicas y el resultado de la incomodidad republicana ante el lastre de la corrupción de sus exsocios. Los herederos de CDC deberán decidir ahora si enfrentan su futuro con el cesado presidente de la Generalitat al frente o inauguran la nueva etapa electoral con nombres de más recorrido.

Los republicanos habían perdido la confianza en Puigdemont hacía meses, tantos como hace que las encuestas les dan por ganadores de las elecciones autonómicas. Y no han dudado ni un segundo en abandonarlo, a pesar del llamamiento del presidente refugiado en Bruselas a mantener la lista única dadas las especiales circunstancias del momento: encarcelamientos de dirigentes políticos e intervención de la Generalitat. ERC ha interpretado que había una tercera urgencia en esta formulación, no verbalizada pero evidente: salvar el PDeCat con la que no estaban nada de acuerdo.

La creación de un mini universo independentista con ERC de eje, con Súmate y los pequeños partidos formados por ex militantes del PSC, de Unión y quizás también de Podemos

La condición de un frente ancho del soberanismo, de la CUP en los Comunes, ha sido un brindis al sol desde el primer instante, pero una buena excusa formal para seguir con su propia hoja de ruta electoral: la creación de un mini universo independentista con ERC de eje, con Súmate y los pequeños partidos formados por exmilitantes del PSC, de Unión y quizás también de Podemos, presentado todo ello como la quintaesencia del pluralismo del movimiento independentista de izquierdas. Una izquierda con posibilidades de encontrar aliados parlamentarios para hacer una nueva mayoría en el Parlamento y un nuevo gobierno de la Generalitat, presidido por ERC, por primera vez desde la República de verdad.

El desconcierto creado entre las bases independentistas y sus entidades movilizadoras por la determinación de Oriol Junqueras de no compartir liderazgo con Puigdemont (antes de negarlo de una forma ostentosa para comenzar la campaña) tardará algunos días en superarse. De hecho, esta podría ser sólo la primera sorpresa a la que tendrán que hacer frente los fieles. Queda por ver qué dirá el programa electoral de ERC, más allá de reclamar el levantamiento del 155 y la liberación de los presos, ahora que han descubierto la fuerza del Estado español, la inexistencia de las condiciones objetivas para construir un estado propio y las carencias del 1-O para ser reconocido como un referéndum.