La unidad de los independentistas catalanes es una exigencia del guion que debe ser escenificada de vez en cuando para desmentir la crisis permanente. Después de unos días de vértigo, esta semana toca la celebración formal de la unidad, en vísperas de Sant Jordi, convertido este año en el día del libro, de la rosa y de la firma por el referéndum.

El viaje relámpago del presidente Puigdemont para entrevistarse con el ex presidente Jimmy Carter, ahora mediador en conflictos internacionales, obtuvo el peor de los resultados: la reafirmación pública de que los Estados Unidos no quieren saber nada de asuntos internos. Luego, el enfrentamiento entre Pdecat y ERC por la supuesta filtración por parte de los republicanos de una conversación del secretario de organización del partido de Artur Mas, no llegó a la Fiscalía de milagro.

David Bonvehí, el dirigente pirateado, cambió de opinión en el último minuto y evitó judicializar las relaciones en JxS por la difusión de su análisis en el que consideraba la prolongación de la autonomía como una hipótesis de trabajo plausible. El incidente sí tendrá consecuencias en el Ayuntamiento de Manresa, donde el alcalde del Pdecat ha abierto una crisis de gobierno al retirar la confianza en la concejal republicana señalada como la autora de la grabación.

Las dos dinámicas del independentismo catalán se visualizan cada vez mejor, hasta el punto de parecer autónomas la una de la otra. Por un lado, la de los partidos del gobierno, con su crisis permanente de desconfianza y las elecciones como fórmula de salida y salvación; y. por el otro, la base social organizada, especialmente en la ANC, tan impacientes por ir a votar que ya han presentado la campaña publicitaria por el Sí en una consulta que no tiene fecha, mientras, flirtean abiertamente con la idea de la revuelta pacífica de los indignados para desencallar el contencioso.

El punto de encuentro debería ser el Pacto Nacional por el Referéndum, del que participan todos los partidos y todas las entidades, pero este modesto organismo con vida propia es negado por los dirigentes políticos. Un día es el Pdecat y sus hipótesis de fracaso del Procés y al otro ERC, con su apuesta por la DUI, la declaración unilateral de independencia que viene a ser la enmienda a la totalidad a la celebración del referéndum.

Al regreso de las vacaciones de Pascua, algunos autobuses de Barcelona lucen un eslogan que ha provocado las quejas de Ciudadanos: “Porque es mi derecho. Voto referéndum”. Forma parte de la campaña de recogida de firmas a favor de la consulta, impulsada por el Pacto Nacional por el Referéndum, con el objetivo de refirmar el apoyo social a la misma. La misma consulta que la Assemblea Nacional da ya por convocada al presentar su propaganda para el voto afirmativo. Lo cierto es que la fijación de la fecha y la pregunta no acaban de producirse, un retraso que impacienta a los socios de la CUP, quienes no ven razón alguna para esta pérdida de tiempo como no sea la indecisión y los miedos de JxS a formalizar un referéndum de la desobediencia.

Miedo es el susurro de moda en el Parlament y en las dependencias del Gobierno implicados en los trabajos de organización y financiación del referéndum. La presión individualizada a los altos cargos, alertándoles de las serias consecuencias de participar en la toma de decisiones jurídicas o administrativas, empieza a surtir efectos. Las precauciones y las lecturas interpretativas de reglamentos y notificaciones se han multiplicado, contagiando el nerviosismo profesional a los políticos. Y éstos, a partir de un terreno muy abonado por la desconfianza tradicional y las perspectivas electorales tan distintas entre republicanos y antiguos convergentes, no han podido evitar hacer públicas sus diferencias.

Hasta ahora, la lógica independentista ha funcionado de forma muy sencilla. A cada crisis, una improvisación. Aunque esta consistiera en recuperar una propuesta dada por muerta con anterioridad. La creación precipitada de JxS fue un intento de paliar el retroceso electoral de Artur Mas; la proclamación del referéndum como la vía más democrática, tras negarlo sistemáticamente por imposible tras la experiencia fallida del 9-N, un eslogan para enterrar la propuesta de la DUI, considerada inviable, dados los resultados electorales insuficientes; ahora que el referéndum se tambalea por discrepancias internas y temores jurídicos y procesales, reaparece la declaración unilateral tabla de salvación.

No se puede descartar que en los actos previstos para esta semana para celebrar la unidad puesta en evidencia por ellos mismos se concrete la fecha o la pregunta, o, como mínimo, se firme un compromiso para la convocatoria compartida del referéndum, asegurándose Pdecat y ERC la gloria o la inhabilitación correspondiente.