Vanessa Lillo, militante de Izquierda Unida (IU) y del Partido Comunista de España (PCE), convivió durante cuatro años -entre 2019 y 2023- con la ultraderecha en la Asamblea de Madrid. Lo hizo como diputada y número tres de Unidas Podemos.

Ahora refleja su experiencia en el ensayo ‘El lenguaje de Vox y su impacto en el debate público’, que presenta a ElPlural.com en una conversación que pronto se convierte en un debate de lo más interesante.

P: ¿Por qué decides escribir el libro ahora? ¿En qué ha consistido el trabajo de investigación? ¿Qué recibimiento está teniendo?

R: Aunque es un tema del que está hablando mucho en los últimos meses, empecé a estudiarlo hace más de un año, mientras hacía un máster de Comunicación Política y un programa de Doctorado (…) Quiero seguir centrándome en esto, derivado de mi experiencia en la Asamblea, donde he convivido con la extrema derecha. Ahí me di cuenta de la normalización de ciertos mensajes e incluso su institucionalización; que una institución democrática permitiera mensajes que no tenían por qué ser agresivos ni insultos, pero sí retorcidos y sibilinos, y que es así como estaban transformando el debate público y el sentido común.

P: Es cierto que existe un discurso más camuflado que cala, pero también hay otro agresivo. ¿Fuiste durante tu etapa como diputada víctima de esa violencia verbal? La vemos en la Asamblea, en el Congreso… y su consecuente efecto en las calles.

R: Creo que la principal víctima es la democracia y, en consecuencia, cualquiera que se sienta demócrata o antifascista. En mi caso personal, de hecho, empiezo así el libro, esto queda palpable cuando me expulsaron de un pleno. Aquello supuso un punto de inflexión porque me hizo pensar en que si eso ocurría en una Cámara, qué no estaría pasando fuera.

Rocío Monasterio se estaba dirigiendo, sin tener que decir puto negro, a Serigne Mbayé y a las personas que han llegado en patera en busca de una vida mejor, introduciendo que sus actividades afectaban a los comerciantes honestos. Ahí ya entra un aspecto moral, en el que todos los comerciantes son honestos y todas las personas que vienen en patera son deshonestos.

Yo pedí a la presidenta de la Asamblea que le quitara la palabra porque no podía consentir ese discurso y el resultado fue el que fue. Ya hasta a título de broma pensaba “Manda narices que la comunista que no cree en las instituciones burguesas esté rogando higiene democrática en las instituciones”. Me sentí víctima de algo que todos sabemos que es un show, pero en el que se cruzaron líneas rojas.

Igual que la gente da más credibilidad a algo cuando se lo dice un médico, también se lo otorga cuando lo dicen desde las instituciones (…) por lo que el mensaje deriva en insultos, agresiones a cualquier nivel, et (…) La gente dice “si se tolera en el Parlamento, ¿quién me va a decir a mí que no haga lo propio en mi vida cotidiana? No se pueden normalizar ciertos mensajes”

A Rocío Monasterio no le hace falta decir p… negro para que su mensaje cale (…) La víctima de este discurso es cualquiera que se sienta demócrata y antifascista

P: Sobre esto último, ¿Vox ha favorecido a que ciertos sectores de la sociedad aparezcan en democracia, o se mantenían ahí y simplemente ahora no se avergüenzan de lo que piensan porque ciertos políticos los amparan?

R: Siempre han estado. La diferencia reside en el espacio que ocupan. Como sociedad pensábamos algunos temas superados y si una persona era homófoba, por ejemplo, hacía gala de ello en reductos; y en estos momentos esas declaraciones están otra vez en el centro mediático.

A todo eso hay que sumarle el altavoz que suponen las redes (…) El riesgo ahora es mayor, porque además es más fácil que el mensaje aterrice en los jóvenes. Con muchas similitudes a la lengua del Tercer Reich, las declaraciones calan incluso en personas que no se identifican con una fuerza política X. Ese “yo no soy machista, pero...”, “no soy racista, pero esto es verdad…”. Ahí, cuando alguien a priori totalmente contrario a esa fuerza compra una parte del discurso y lo reproduce, el peligro es brutal.

Un ejemplo muy claro es el pin/veto parental, que es asumido por una parte de padres que no tienen nada que ver con Vox pero consideran un elemento de libertad poder elegir sobre los contenidos educativos de sus hijos e hijas. Mientras, la extrema derecha pretende que las familias lleven a sus hijos a la privada porque en ella pueden manipular los contenidos.

P: En tus cuatro años como diputada, ¿notaste una escalada del discurso de odio y de la tensión parlamentaria según pasaba el tiempo?

R: Sin duda (…) Y creo que la pandemia marcó un antes y un después; siendo utilizada como arma arrojadiza para la crispación. Cuando se decreta el estado de alarma, la propia Ayuso dijo que Madrid se había cerrado a punta de pistola, Vox reclamaba el estado de alarma y después lo llevó al Constitucional (…)

Hay un antes y un después en las formas y en el contenido. Durante los cuatro años que yo estudio, en la primera legislatura la cuestión LGTBI no aparece en lo que Vox llama ideología de género. Mientras que en los últimos años han insistido mucho ahí, con un discurso súper endurecido, hablando de neoderechos, negando la discriminación de estas personas, hablando incluso de privilegios sobre una mayoría para referirse a los derechos sociales. De hecho, su particular ley trans no sale adelante, pero después la asume el PP.

Otra cuestión: la antipolítica. Vox lo ha ido incorporando en los últimos años. Por ejemplo, en la primera legislatura hablan de presupuestos al hacer alusión al gasto, pero luego ya hablan de gasto político como gasto superfluo (sobran diputados, no hay que pagar a los sindicatos), algo totalmente antisistema y rebelde. El “yo contra los demás”.

Para Vox ya no hay adversarios políticos, sino enemigos. Con eso justifican la descalificación como legítima defensa.

Para Vox no hay adversarios políticos, sino enemigos

P: ¿El protagonismo de rostros como Ayuso o Miguel Ángel Rodríguez han favorecido esa radicalización del discurso? El caso de MAR es curioso en tanto en cuanto es un jefe de prensa muy conocido más allá de la profesión política o periodística.

R: Sí…De hecho cuando hablo de Vox muchas veces pongo vídeos de Ayuso, porque es la mejor embajadora de la táctica de ultraderecha. Y detrás de esto se encuentra Miguel Ángel Rodríguez.

El de Ayuso es un papel (…) Es más, vemos cómo Feijóo quiere replicarlo en otros lugares y no le sale, porque lo que está pasando en la Comunidad (con esos actores) no es replicable a muchos otros lugares.

P: Hagamos un poco de autocrítica, ¿en qué está fallando la izquierda? ¿Qué parte de culpa tiene, por ejemplo, en que un obrero vote a Vox?

R: Precisamente esa pregunta es el punto de partida del libro. Ojalá tuviese la respuesta, de hecho, es lo que estoy investigando (…) Pero que no nos estamos haciendo las preguntas correctas. Es muy fácil responsabilizar al que nos escucha cuando deberíamos preguntarnos por qué no nos hacemos entender. La primera responsabilidad es nuestra.

Y no sé… No sé si es porque a veces somos muy pedantes (risas), pero por momentos somos incapaces de comprender que la lógica comunicativa ahora dura 15 segundos o 140 caracteres. En este espacio queremos explicarlo todo, porque si no tenemos la sensación de estar engañando; y ahí no enganchamos. No somos capaces de generar la atención para después explicar todo lo demás. Y la extrema derecha sí lo está sabiendo hacer.

Es una realidad de que los medios están en poder de quien están y que don dinero manda, pero no vale quedarse solo en eso. Tenemos que marcar agenda. A veces la ultraderecha genera un fuego y te obligan a opinar sobre eso (…) Y cuando asumimos el marco de la extrema derecha, ya salimos en desventaja.

No estamos siendo capaces de marcar agenda y la extrema derecha sí

P: Fuiste muy crítica con Podemos tras el 4M. Tú ya te explicaste después de aquello –(se filtró un audio llamando “ratas” a compañeros del partido morado-, pero, con el paso del tiempo, ¿dirías que se hicieron la cosas bien en aquellas elecciones? La candidatura de Iglesias, la estrategia…

P: Primero dejar claro que nunca he sido de Podemos, sino militante de IU y del PCE, aunque en la candidatura nos presentamos las organizaciones juntas. Por lo tanto, me vas a permitir no hablar sobre organizaciones políticas en las que no milito.

Es verdad que yo fui muy crítica, pero la política es un juego que utiliza todo el mundo y en mi caso fue seguramente mi pertenencia a IU lo que hizo fácil que se pudiera utilizar ese elemento sobre el que ya di todas las explicaciones. Luego además te das cuenta (y sobre todo con lo que estamos viendo ahora) de que a ti te roban un audio privado con tus compañeros de la universidad, que sale a la luz, pero nadie dijo que aquello estaba fatal ni se preguntó qué me llevó a hacer esas declaraciones.

Dependiendo de a quién le suceda, se nos olvida lo relativo a los cuidados de los que tanto hablamos. Luego ha habido tuits y acusaciones cruzadas gravísimas entre militantes de izquierdas que hacen un flaco favor; y nadie ha dicho nada. Hay que apelar a la responsabilidad y esto no va de valorar en función de quién haga las cosas. Pero bueno, allá cada uno con su conciencia.

Además yo seguí los años que me quedaban de legislatura trabajando como la que más, teniendo claro que en 2023 iba a dejar las instituciones (y lo dije en 2019, para centrarme en mi oposición de profe, recuperar mi trabajo, etc). Ahí está, yo dejé la institución, pero sigo ejerciendo la política.

P: Sé que no quieres hablar de Podemos, pero, ¿en qué punto sitúas actualmente a la formación? Sigue pudiendo ser clave, pero ha pasado de Asaltar los cielos a tener cuatro diputados. ¿Puede resurgir como una especie de ave fénix y en caso afirmativo, empezar esa regeneración en Irene Montero, candidata el próximo domingo?

R: De nuevo, voy a limitar la respuesta por respeto y desconocimiento, porque es una cuestión interna.

Sí que puedo decir como cuestión que estoy estudiando que existe una diferencia en el discurso. Las que veníamos de IU, el PCE… sufrimos esa diferencia. Sin ir más lejos, en la Asamblea las dos diputadas de IU votamos en contra de un punto sobre la OTAN y Podemos lo hizo a favor.

Las circunstancias cambian. Creo que hay líneas que no se deben cambiar, pero entiendo también que depende del momento de cada partido. Sencillamente eso, llama la atención que algo que entonces te costó una bronca ahora se vea igual, pero más allá de eso prefiero no entrar, menos en el contexto electoral en el que nos encontramos.

P. ¿Qué nos jugamos el 9 de junio? Porque España al menos de momento ha salvado la entrada de la ultraderecha, pero otros países de nuestro entorno no.

R: Nos jugamos mucho. La gente ve muy lejos Europa, pero lo que pasa en el continente afecta a España.

PP y PSOE se han puesto de acuerdo en Europa en ciertas votaciones (…) Es importante ver cómo se conforman los grupos y cómo se frena a la derecha. Y a la derecha no se la para con políticas de medias tintas, que maquillan, sino convencidas, porque ese sí pero no es lo que da alas a los reaccionarios (…) Nos jugamos mucho a lo que pueda venir después por no ser contundentes en el momento oportuno. Si no somos contundentes, vendrán otros y acabarán con todo.