La remodelación forzosa del Gobierno de la Generalitat, provocada por la salida airada de Junts, ha permitido a ERC ofrecer su versión de lo que entiende por transversalidad política. La incorporación de los nuevos consejeros, tres de los cuales habían sido dirigentes de partidos no independentistas (PSC, CDC, Podemos) que abrazaron el soberanismo con mayor o menor frenesí, implica una lectura muy negativa sobre su auténtica voluntad (y posibilidad) de alcanzar acuerdos con grupos parlamentarios que puedan ofrecerle una mayoría suficiente para gobernar. En estos momentos, a ERC le faltan más diputados de los que tiene (33) para alcanzar la mayoría parlamentaria situada en 68. Solamente el PSC (33) y Junts (32) podrían acercarle a esta cifra. Al PSC no lo aceptan y Junts les ha declarado la guerra, limitando su margen de maniobra al cero.

Oriol Junqueras se ha hecho con el protagonismo en ERC en esta transición, aportando su peculiar forma de entender la aritmética parlamentaria y su visión de lo sucedido en los últimos años. Junqueras, indultado por el Gobierno de Pedro Sánchez como el resto de condenados por el Tribunal Supremo, ha situado al PSC fuera del círculo parlamentario de confianza por considerar que no ha condenado la represión que según él sigue practicando el Estado; con los Comunes se intuye que sería diferente, pero los ocho diputados que aportarían no le arreglarían la vida a Pere Aragonés. Sin embargo, la minoría en la que nace el nuevo Gobierno republicano no parece preocupar a Junqueras ni a ningún otro responsable del partido; aunque ya empiezan a decir que tal vez deberán prorrogarse los presupuestos renunciando al aumento anunciado a bombo y platillo.

De los siete nuevos consejeros, cuatro forman parte del ámbito de ERC, incluida Meritxell Serret, nombrada para Exteriores, pero pendiente de juicio por el Procés, y tres habían sido militantes de PSC, CDC y Podemos antes del revuelo procesista. Quim Nadal fue alcalde de Girona y consejero de la Generalitat por el PSC, partido que abandonó cuando los socialistas catalanes renunciaron al derecho a decidir; Carles Campuzano fue durante muchos años diputado en el Congreso por CDC y hasta 2020 militó en el PDeCat; Gemma Ubasart fue la primera dirigente de Podemos en Cataluña, aunque en los últimos meses ha estado vinculada a Òmnium. El presidente de la Generalitat no ha ocultado que su incorporación se debe al interés por visualizar el famoso 80% de catalanes que, según ERC, están a favor del ejercicio del derecho a la autodeterminación, interpretando libremente esta aportación de los sondeos a su discurso.

El horizonte del nuevo Gobierno es poco alentador. Junts ha querido demostrar de inmediato que su paso a la oposición es real: no ceja en exigir a Aragonés que se someta a una cuestión de confianza (que ellos votarán en contra) porque de no hacerlo se convertiría en un Gobierno ilegítimo. El PSC se lo toma con mucha paciencia, esperando que la aritmética se imponga y diferenciando el Gobierno Aragonés (al que no piensan hacer ningún favor) de la crisis económica y social que amenaza Cataluña ante la que se ofrece a colaborar. Catalunya en Comú ha enfriado su entusiasmo inicial por colaborar con ERC y advierte que no está dispuesta a firmar cheques en blanco. La CUP se lo mira de lejos sin mayor interés por participar. Vox, Ciudadanos y PP no cuentan para nada en la política catalana, dada su escasa presencia parlamentaria y su lejanía de la centralidad política. Las tres versiones de la derecha españolista se limitan a criticar a los socialistas por no forzar un adelanto electoral que corresponde al presidente de la Generalitat.