El primer debate televisado, celebrado en TVE-Cataluña, avivó la tesis de unas elecciones sin gobierno previsible. De hacer caso a los pronósticos de los sondeos y a la afirmaciones categóricas de los candidatos se podría concluir que los comicios podrían repetirse por falta de una mayoría suficiente para investir un presidente. Pero estamos en campaña y hay que poner en cuarentena las declaraciones más solemnes. Salvador Illa y Pere Aragonés buscaron afianzarse como candidatos alternativos a la presidencia, negando cualquier posibilidad de un gobierno conjunto, con mayor énfasis por parte del dirigente de ERC (muy azuzado por JxCat), mientras el cabeza de lista del PSC no se movió del concepto del gobierno de reconciliación.

El debate no aportó ninguna novedad. Las percepciones de lo que sucede y ha sucedido en Cataluña en estos últimos años se mantienen irreconciliables y a partir de aquí ningún diagnóstico puede ser compartido. Anoche, ni siquiera quisieron utilizar el mismo idioma, a pesar del intento del moderador, Xabier Fortes, de hacerles ver la oportunidad de poderse dirigir en castellano a toda la audiencia española. Cada uno utilizó libremente la lengua que prefirió. Laura Borràs (JxCat), Pere Aragonés (ERC), Àngels Chacon (PDeCat) y Carles Riera (CUP) hablaron en catalán; Jessica Àlbiach (Comunes) alternó catalán y castellano; Carlos Carrizosa (Ciudadanos), Alejandro Fernández (PP) e Ignacio Garriga (Vox)  solo utilizaron el castellano y Salvador Illa (PSC) sólo habló en catalán para espetarle a Laura Borràs un cortante “no t’ho creus ni tu, Laura” (no te lo crees ni tu), tras explicar la candidata de JxCat su propósito para reactivar la declaración de independencia.

El laberinto catalán sigue en pie, apuntalado por el inmovilismo de los bloques políticos. Congelados los análisis de pasado y las propuestas de futuro, el interés se centró en los pactos de gobierno y en este punto reinó la confusión. Illa no encontró rival en el bloque no independentista para alzarse con el título de favorito para dirigir un eventual gobierno. Ciudadanos quisiera estar presente en este gobierno para impedir la reedición del tripartito de izquierdas que constituye su amenaza preferida para atacar al PSC. Y los Comunes piensan en reproducir en Cataluña la coalición PSOE-Unidas Podemos. El candidato del PP se mostró más retraído en apoyar a un hipotético gobierno Illa porque cree que los socialistas darán la espalda al constitucionalismo, tal como lo entienden los populares. Ninguna de estas sumas suma, pero nadie discutió el liderazgo de Illa.

En el campo independentista, Pere Aragonés se esforzó en erigirse en el presidenciable de una mayoría favorable al estado propio. Sin embargo, JxCat no le reconocen ningún liderazgo, más bien le considera un timorato, subrayando la diferencia esencial entre un gobierno de independentistas presidido por Aragonés y un gobierno para alcanzar la independencia presidido por Borràs. La CUP por su parte ratificó la voluntad de apoyar solamente a un gobierno de confrontación y el PDeCat solo se comprometería, según dijo Chacon, con un gobierno sin extremistas anti sistema y sin más mentidas como las que empujaron el Procés al fracaso.

El presidenciable de ERC buscó continuamente la confrontación con el candidato del PSC y la obtuvo sin mayor problema, dado que Illa comparte el interés de Aragonés por distanciarse de cualquier sombra de un acuerdo entre ambos. El resto de candidatos coincidieron en señalar que las discrepancias entre ambos eran ficticias, teatro puro, dijo Fernández; solo Albiach celebró un acuerdo por las izquierda, sabiendo que PSC y Comunes no podrán gobernar sin el apoyo de los republicanos. Aragonés remachó su deseo de emparejarse con Illa como los únicos candidatos reales a presidir la Generalitat retando al socialista a un cara a cara. Illa ni aceptó ni rechazó la oferta. La “vía ancha hacia la independencia” proclamada por ERC y el “gobierno de unidad y reconciliación” propuesto por el PSC están todavía en fase de confrontación.