No han sido unos días cualesquiera para los hospitalenses interesados en la cultura y en el que pasa más allá del mar Mediterráneo. Desde el 15 de febrero hasta este domingo 25 de marzo, "la guerra" se ha instalado en la última planta del mercado municipal de la Florida. La sala superior, de 1.800 m2, polivalente y diáfana, ha quedado ensombrecida por noventa fotografías del horror.
Con la exposición "Un día cualquiera", del fotoperiodista español Manu Brabo, los habitantes del Hospitalet han podido echar un incómodo vistazo a la tragedia diaria de millones de personas en el Oriente Próximo. Antes de entrar pero, un escrito en la pared advertía a los más incautos: "las imágenes reflejan hechos bélicos, a menudo violentos, que pueden herir la sensibilidad del espectador, por lo que la asistencia queda bajo su responsabilidad”.
Una hora de angustia
"La idea es angustiar a los espectadores, que se jodan y que se jodan mucho - sentencia Manu Brabo, contundente - Hemos estado mirando hacia otro lado durante más de siete años y quiero que se incomoden". "Será una hora dura pero tienen que pensar que lo que verán es el día a día de muchas personas", añade. El recorrido, formado por las imágenes más icónicas del premio Pulitzer de Fotografía en Libia, Egipto, Siria e Irak, se muestra al público sin sutilezas.
En un gran mural, un hombre llora mientras sostiene el cuerpo de su hijo pequeño, asesinado por el ejército sirio, cerca del hospital Dar Al Shifa, en Alepo (Siria). En el mismo hospital, otro niño es atendido por los médicos, después de que un francotirador le haya perforado un pulmón. Sus ojos, ojipláticos por el pánico, interpelan directamente al espectador. "Tengo esa mirada clavada en el cerebro - comenta Brabo - Cuando pienso en ello veo a ese niño preguntándome: ¿Y tú, idiota, qué haces de pie ahí parado?".
Una apuesta valiente
La exposición "Un día cualquiera" coincide con la producción de una serie de contenidos relacionados con la situación en Oriente Próximo para el canal de televisión de National Geographic. "Creemos que National Geographic ha hecho una apuesta muy valiente al informar sobre la cultura del terror", explica el comisario de la exposición, Eduardo Matas.
Los resultados hablan por sí solos. Más de 10.000 personas fueron testigo de los horrores de la guerra en la Sala Neomudéjar de Madrid, "muchas más que las que asistieron en la exposición de World Press Photo", añade el comisario, satisfecho. En el Hospitalet, en cambio, la asistencia se ha cifrado en 4.000 personas, unos datos inferiores a las de la capital española pero que los organizadores ven con muy buenos ojos. "La exposición está situada en el barrio de la Florida, una zona periférica de la ciudad que, desde el distrito cultural, queremos potenciar para conseguir un acceso igualitario a la cultura y el arte", afirma el regidor de cultura del Hospitalet, David Quirós.
La sala superior del Mercado Municipal de la Florida sólo se había utilizado una vez para acoger una rueda de prensa de la alcaldesa Núria Marín, y adecuarla a una exposición de estas características ha sido todo un reto. "El hecho de trabajar en este barrio, sobre una ágora pública, y con esta temática han sido unos ingredientes muy motivadores", explica Matas. "La simbiosis entre el lugar y la exposición es fantástica - agrega - La sala permite unos ritmos y unos tempos muy necesarios para que el público digiera las fotos".
Sin filtro
Y es que "digerir" las historias que hay detrás de las icónicas imágenes es lo que más ha podido costar a un público acostumbrado a las informaciones fragmentadas que llegan desde los tradicionales canales de comunicación. "Quería explicar las cosas sin ningún filtro y no depender de ningún tipo de censura mediática - comenta Manu Brabo - Todos aquellos conflictos que nos parecen tan lejanos pero cuyas consecuencias ya han llegado a Europa".
Especialmente impactante es la escena de una señora muy mayor que reconoce, entre los cadáveres rescatados del río, a uno de sus familiares. La docena de cuerpos con signos de tortura y un sinfín de mutilaciones, descansan en el patio de una escuela para ser identificados. La mayoría son civiles inocentes capturados por los servicios secretos. Su único delito es no haber simpatizado con el régimen de Bashar al Assad. "Hace muchos años que dejé de creer que podíamos cambiar el mundo con una fotografía pero si no las hacemos el mundo irá a peor, eso seguro", concluye el fotoperiodista.