Las víctimas políticas de Carles Puigdemont y de su entorno legitimista y unilateralista, agrupadas en la asociación El País de Demà,  han hecho saber que van a presentarse a la elecciones, aunque de momento no saben si en solitario o en coalición con algunos de los otros grupos que están reflexionando sobre el mismo asunto desde hace meses. Se trata de ofertas que abarcan desde el catalanismo político de siempre al soberanismo moderado que no quiere traspasar la línea roja de la unilateralidad. El botín electoral, fijado en unos 300.000 votos por algunos estudios, les daría para obtener media docena de diputados en el mejor de los casos.

El día que CDC abrazó el independentismo, allá por el año 2012, la coalición de CiU dirigida entonces por Artur Mas disponía de 62 diputados en el Parlament. La primera consecuencia de su conversión fue la pérdida de 12 diputados; ocho años después, JxCat, la fórmula electoral del partido heredero de Convergència, tiene 34 escaños, la mayoría de obediencia directa a Carles Puigdemont. Actualmente, el PDeCat está pendiente de la decisión que vaya a tomar el ex presidente de la Generalitat sobre la asociación y la jerarquía de las siglas de este espacio (PDeCat, La Crida, JxCat) y sobre su propio papel en la candidatura. En todo caso, todo apunta, después de la concentración de Perpiñán, que seguirá instalado en el desafío al estado como vía predilecta a la independencia.

Este largo declive desde el partido pujolista a un partido instrumental controlado por Puigdemont ha tenido un alto coste electoral y ha dejado por el camino a muchos dirigentes que han visto truncadas sus carreras políticas por no formar parte del núcleo duro del legitimismo y por presentar reticencias tanto a la estrategia unilateral como a la negativa a incorporarse a la mayoría parlamentaria que apoya al gobierno de PSOE-Unidas Podemos. Desde hace unos meses, estos damnificados y otros procedentes de Unió Democràtica, que también explosionó junto con CiU, están en contacto permanente para buscarse un nuevo lugar al sol aunque sea con los viejos votos que queden del partido de Jordi Pujol.

El País de Demà reúne a los ex dirigentes más reconocibles de la antigua CDC, y cuenta con el probable liderazgo de Marta Pascal, ex coordinadora general del PDeCat y ex senadora hasta hace unas semanas por esta formación. Estos días está promocionando su libro, Perdre la Por (Perder el Miedo), cuyo título lo dice todo: perder el miedo a aceptar que el intento unilateral fue un error y perder el miedo a discrepar de Puigdemont. Su proyecto recoge una vieja idea del nacionalismo catalán, crear un PNV para Cataluña.

Pero no están solos en este fragmento del universo soberanista. Los herederos de Unió, agrupados en Units per Avançar, encontraron cobijo junto al PSC para subsistir durante unos años y ahora ya parecen listos para reencontrar a una parte de sus aliados de siempre. La proximidad con las gentes de Pascal, del ex consejero Lluís Recoder o del diputado Carles Campuzano es manifiesta, todos son soberanistas dentro de un orden y tradicionales militantes del centro derecha. Más difícil es la aproximación con el grupo de Lliures, formado al entorno del ex consejero Fernández Teixido, más interesados por el momento en alcanzar un acuerdo con la Lliga Democràtica, una expresión más ajustada al tradicional catalanismo político. Y todavía quedaría por ver el futuro de Convergents, partido formado por el ex consejero Germà Gordó, que arrastra una lista de sospechas sobre el 3% de difícil encaje para un proyecto nuevo.

Esta amalgama de siglas se disputará un espacio político de dimensiones por descubrir. La leyenda de los 300.000 votos deberá materializarse en las urnas en cuanto Quim Torra decida fijar la fecha de las elecciones autonómicas. El bloque independentista, con sus sensibilidades abiertamente enfrentadas (JxCat, ERC, CUP) mantiene según los sondeos, su 48% del electorado, punto arriba punto abajo. El PSC, reinstalado en la primera línea con su catalanismo fundacional y convertidos en abanderados del diálogo, acecha el derrumbe de Ciudadanos para superar el 20%. También los Comunes, muy alejados de la frontera con el soberanismo-catalanismo de derechas, apuntan a una ligera mejoría. Habrá que ver si el viejo espíritu de Convergència ha sobrevivido sociológicamente.

Los movimientos de estos grupos procedentes de CiU no se precipitarán hasta conocer el resultado de los contactos entre Puigdemont y la dirección del PDeCat. De imponerse la primacía de la estrategia del ex presidente, como todo hace prever, la nómina de afectados en el partido crecerá y el desánimo subsiguiente podría alimentar las escuálidas bases de estos pequeños partidos, así como acrecentar su valor para enfrentarse en las urnas a sus ex compañeros de proyecto.