“A lo que salga”. Así explican algunos de los profesionales del operativo de prevención y extinción de incendios de Castilla y León que lucharon contra el fuego este verano qué harán a partir de ahora, cuando la temporada de peligro alto termina y sus contratos seextinguen o quedan en suspenso. 

Son un 40% de los 4.208 que lo componían. Algunos, personal de la Junta de Castilla y León, es decir, de la parte pública del operativo, pasan a realizar otras funciones. Otros, los interinos de la Junta y los subcontratados por empresas, simplemente, se van a casa.

La inestabilidad laboral, la precariedad, el trabajo por meses y el paro se han adueñado de sus vidas, pero no pueden con la fuerza de su vocación, así que ellos y ellas vuelven, año tras año, a enrolarse en “charlies” y “romeos” o subirse a torretas o helicópteros para sobrevolar el fuego.

1.663 personas fuera

Los datos que facilita la Junta de Castilla y León hablan de 4.208 personas en el operativo durante este verano. La Consejería incluye en esta cifra a los 379 de otras administraciones, ayuntamientos y diputaciones con los que se tiene convenio, los 555 de empresas públicas(TRAGSA), que son cuadrillas terrestres, helitransportadas y nocturnas, y los 2.060 de la Administración autonómica (laborales y funcionarios):personal responsable, técnicos, personal de apoyo, agentes medioambientales, celadores, conductores, escuchas,operadores de centros de mando y personal de vehículos autobomba.

Suman hasta ese total otros 1.214 profesionales de empresas privadas: pilotos, mecánicos, personal de apoyo, cuadrillas terrestres (750), helitransportadas  (209) y nocturnas (63).

De esos 4.208 que formaron el operativo este verano, según datos de la propia Consejería de Medio Ambiente, -de los que habría que restar los 379 que pertenecen a otras administraciones-, a partir del 1 de octubre, 1.663 personas se verán obligadas a abandonar sus puestos, y, por el contrario, seguirán trabajando en “labores medioambientales de restauración, prevención o selvícolas”, 2.545, afirma la Junta.

El porcentaje de todos estos hombres y mujeres que se quedan sin trabajo en los próximos días es por tanto, del 40%, si bien, en la mesa de negociación Junta-sindicatos-CEOE para avanzar en el objetivo de que el operativo se extienda a todo el año, -como se viene reivindicando hace años y especialmente durante este verano-, se empieza a ver la luz tras el acuerdo alcanzado hace unos días para ir ampliando paulatinamente el periodo de actividad año a año, incrementando el número de meses de ocupación hasta llegar a los doce.

Manuel, de la Romeo a la educación de perros

Sin embargo, la materialización de ese acuerdo aún tendrá que esperar. Este año, todavía, la llegada del mes de octubre supone el adiós para casi uno de cada dos miembros del operativo. 

En pocos días, los hasta ahora profesionales del operativo cambiarán la manguera, la torre de vigilancia o el camión autobomba por cualquier cosa que les permita un sueldo, aunque sea mínimo, para sumar meses de trabajo y poder cobrar la prestación por desempleo cuando no tienen nada. 

Los más afortunados se quedan unos meses más, plantando pinos o encinas, como Manuel, que trabaja para TRAGSA en una cuadrilla Romeo y es interino, aunque en realidad, no sabe exactamente hasta cuándo se extiende su contrato, porque está vinculado al pliego de condiciones de esa empresa pública. “No hay un documento en el que ponga hasta cuándo vamos a estarlos que nos quedamos de mi cuadrilla, es decir, que estamos como la gente con contratos de obra y servicio de antes”. 

¿Y cuando se acabe? “He trabajado en viveros, bodegas, talleres mecánicos, he sido educador de perros… estoy a lo que salga, de peón en todos los sitios”, explica Manuel, aunque tiene el Grado superior de técnico en gestión forestal y medio natural. Y se resiste: “¿Qué voy a hacer en el futuro? Seguir en esto, porque es mi vocación y me gustaría poder vivir de ella, pero te la van matando, porque también tienes que mirar por tu familia.

Manuel, como sus compañeros y compañeras, vuelve a reclamar el reconocimiento y la regulación de la figura de bombero forestal, la profesionalización, el trabajo estable, “como en Castilla-La Mancha o el INFOCA”, dice, “porque si allí se puede hacer, y aquí no se hace, esporque no se quiere, porque esto es el negocio del fuego, y aunque es más caro, nos venden que es más barato”.

Eliseo, del EPI al bañador

Conductor de autobomba en Palencia, 45 años, interinoen el operativo de la Junta de Castilla y León desde 2007, Eliseo trabajará este año en la extinción de incendioscuatro meses y medio, desde el 1 de junio hasta el próximo 15 de octubre, y a partir de entonces se quita el EPI, se pone el bañador y se mete en el papel de monitor de natación en las piscinas públicas de su provincia, “pero sólo cuando me llaman”, dice.

Desde 2007 no hay procesos selectivos, no hay formación continua: “Vamos vendidos, nos buscamos la vida para seguir formándonos nosotros solos y poco nos pasa”, lamenta, “pero se te pasan los años, y aunque esto te gusta, te das cuenta de que te has dejado la juventud en cosas efímeras, sufriendo la inestabilidad, y eso que nosotros, que somos personal propio de la Junta, somos unos privilegiados, porque tenemos más acceso a quedarnos, a protestar, y una nómina un poco mejor, aunque te pasas la vida sumando meses en bolsas a ver si puedes cobrar el paro”.

Luego, recuerda, viene la declaración a Hacienda, que te pasa la cuenta porque tienes varios pagadores, aunque hayas estado sumando meses de cotización en un sitio y en otro para poder sobrevivir todo el año.

Pero igual de importante es que no se les reconozcan categoría y competencias, ni se regule la jubilación o el paso a la segunda actividad cuando llega determinada edad. “El compañero que murió en Zamora este verano, con 62 años en un fuego, no debería de haber estado allí”, denuncia.

“Yo soy un buen trabajador, pero no me dejo, porque si algo está mal… para atrás, ni medio metro”, señala, recordando que se le han abierto dos expedientes por negarse a vestir el equipo de protección para incendios cuando no está en un incendio y por negarse a permanecer durante la pandemia “en un páramo sin actividad ni condiciones higiénicas, sin luz ni agua, porque yo no estoy para eso, estoy para conducir la autobomba”. Hay cosas, concluye rotundo, que no cumplen la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, “y yo no me callo”.

Eliseo, del EPI al bañador

Juan, de la helitransportada a la vendimia

Desde hace un lustro, Juan trabaja en una cuadrilla helitransportada en Segovia subcontratada a TRAGSA, pero sólo tres meses al año, durante la época de peligro alto de incendios. Después, el vacío.

“Nos llaman de un día para otro cuando la meteorología se pone adversa, y el mismo día que empezamos nos encontramos en un incendio, después de nueve meses sin refresco teórico ni entrenamiento”, denuncia, “porque la Junta se sirve de nuestra vocación y motivación, de que la lucha contra las llamas, pese a su peligrosidad y dureza, tiene algo que nos hace continuar: sientes el deber de proteger el medio natural y después, la satisfacción de ver el incendio apagado, además de los vínculos tan estrechos que se crean con los compañeros en esas situaciones de riesgo y estrés”.

Cuando a Juan se le acabe el contrato el día 12 de octubre intentará incorporarse a trabajos forestales acordes a su formación: trabajos selvícolas, control de plagas, inventario de ríos, o lo que salga, porque también se apunta a la vendimia.

El trabajo para una subcontrata del Ministerio para la Transición en un proyecto de inventariado de ríos para las Confederaciones Hidrográficas le llevó por toda España. “Cada semana en un sitio: de Galicia a Jaén, Extremadura, Asturias… sin parar, así que soy consciente de que si tuviera familia, no me lo podría permitir, y a mis 34 años no puedo siquiera tener un perro, con lo que me gustaría”.

“A veces pienso que me he equivocado, porque la extinción de incendios es lo que me gusta, pero, en las condiciones en las que estamos aquí, es incompatible con muchas cosas en la vida”.

“Pero seguiremos luchando y reclamando el Estatuto básico de bombero forestal, en el que se reflejen nuestras funciones, que no sólo pasan por prevención, vigilancia y extinción, sino por el apoyo a contingencias en el medio natural y rural, trabajar doce meses en un sector cien por cien público y estable, con nuestra categoría profesional, que es la 5932”, subraya.

Rubén, de la torre al jardín

El 30 de septiembre, Rubén descenderá de la torre de vigilancia El Curto, en Valladolid, y no volverá a subir hasta el año que viene. Ya no tendrá que recorrer con los prismáticos su cuenca visual buscando humo, aunque lo haya, porque la torre echará el cerrojo.

Grado superior en recursos naturales y paisajísticos, personal laboral eventual de la Junta, y la friolera de 18años trabajando en el monte, los diez primeros como agente medioambiental interino en Burgos, Rubén se trasladó a Valladolid siguiendo el cambio de empleo de su mujer y es uno de los 26 “escuchas” de incendios en la provincia, eso sí, sólo tres meses cada año.

Cuando termine septiembre, por tanto, y aprovechando que también se hizo con el título de formador de formadores, se buscará la vida para otros 6 meses como profesor de talleres mixtos de formación y empleo en el ECYL (Empleo Castilla y León).

En realidad, Rubén continuará en contacto con la naturaleza, enseñando a niños y adultos lo que sabe sobre jardinería, limpieza selvícola, micología, plantas aromáticas… y este año, en noviembre espera poderimpartir uno que tiene como objetivo habilitar los jardines en el entorno de una iglesia de Cuellar, en Segovia. “La verdad”, confiesa, “es que si me saliera un programa de nueve meses, por mucha vocación que se tenga, acabaría por elegir la estabilidad”, porque son demasiados años de interinidad, de ausencia de profesionalización en la Junta, de que no se considere la posibilidad de aprovechar a los miembros del operativo para realizar otros trabajos fuera de la época de peligro alto. “Tratamientos selvícolas, conducir maquinaria, abrir cortafuegos, otro tipo de labores en el monte… la gente puede hacer muchas cosas durante los meses en los que no hay fuego”, recuerda.

“Si todo el dinero que se ha ido a la extinción se hubiera dedicado a la prevención no habríamos sufrido con tanta virulencia lo que hemos sufrido este verano”, explica, “habríamos cuidado el medio natural, invertido en el medio rural, e iríamos fijando población en los lugares en los que menos hay”, concluye.

Rubén, de la torre al jardín

Marcial, entre el fuego y la nieve

De la Charlie a la quitanieves, o de la Sierra de la Culebra a la Filomena. Así se mueve Marcial, 17 años interino en el operativo, y “una precariedad brutal” en ambos trabajos, afirma. 

Sorteando el paro entre el fuego y la nieve, después de 10 años como conductor en una Charlie, se presentó a las oposiciones a fijos discontinuos de 2006 que fueron denunciadas por irregulares, y se quedó a medio punto de obtener plaza. Más tarde, tocó hacer trueque con un compañero del puesto que le asignaron mediante la bolsa para que el trabajo en incendios no se le solapara con la época de nieves, porque ambos contratos eran imprescindibles para sostener a su familia.

Esta es su segunda campaña de incendios de cuatro meses, del 15 de junio al 15 de octubre como conductor de camión, y cuando comience la campaña de vialidad invernal, el 1 de noviembre, Marcial se montará en la máquina quitanieves con otra subcontrata, hasta el 30 de abril.

“Tengo dos hijos e hipoteca, pero ninguna estabilidad, dos pagadores de cara a Hacienda y una precariedad brutal”, lamenta. Este conductor multiusos bregado en mil batallas declara abiertamente su enfado con las condiciones laborales en las que se trabaja en el operativo contra incendios, porque luchó contra la borrasca Filomena en enero de 2021, pero también estuvo en el incendio de la Sierra de la Culebra, en Zamora, este terrible verano de 2022. 

Marcial, entre el fuego y la nieve

“Trabajamos hasta veinte horas seguidas, desplazados desde nuestras casas cientos de kilómetros y a veces sin tener alojamiento, porque nadie se acordó de buscárnoslo”, relata, “e incluso, en ocasiones, la gente del Puesto de Mando Avanzado ni siquiera sabe que estamos allí, y cuando llamas para quejarte, escuchas que ese no es su problema”.

“Pero seguiremos luchando”, termina por reconocer, “aunque nos estemos jugando el pellejo”. En junio del año que viene, la Consejería presentará el operativo. Tendrán que ser más que los 4.208 de 2022, pero nunca sabremos si son los mismos.