Doble moción de censura en alianza con el PSOE para desalojar al PP del Gobierno la Región de Murcia y del Ayuntamiento de la capital y ruptura con el partido de Pablo Casado en la Comunidad de Madrid, cuya presidenta ha convocado elecciones para impedir su destitución por la Asamblea, a manos también, como en Murcia, del PSOE y Cs. Andalucía se salva. De momento.

El 10 de marzo ha sido un festín para el periodismo político. La líder nacional de Ciudadanos, Inés Arrimadas, oficializaba con un sorpresivo terremoto su adiós a la foto de Colón. El partido naranja abandonaba abruptamente el bloque de la derecha donde tan temerariamente lo había empotrado su anterior líder, Albert Rivera, con consecuencias electorales devastadoras para las siglas que él mismo fundó.

Desde este 10 de marzo, el trío de Colón ya es oficialmente un dúo. Arrimadas ha decidido que el partido retorne a la transversalidad que fue el timbre original con el que logró atraerse a un buen número de votantes de la franja electoral más templada de populares y socialistas. Cs ha pactado con los socialistas en Murcia y previsiblemente lo hará en Madrid, cuando se desenrede el embrollo jurídico en torno a si las mociones de censura de la izquierda contra Isabel Díaz Ayuso tienen preeminencia frente a la convocatoria de elecciones o si esta deja sin efecto a aquellas.

O gana Isabel o pierde Pablo

Para Pablo Casado, el movimiento estratégico de Arrimadas, por una parte, y la precipitada convocatoria de elecciones por Díaz Ayuso, por otra, no son una buena noticia.

Si finalmente se abrieran las urnas de Madrid el 4 de mayo, de revalidar Díaz Ayuso su mandato el éxito sería sobre todo de ella, verso libre dentro del Partido Popular y lideresa extravagante pero con agenda populista propia y prioridades no necesariamente coincidentes con las de la calle Génova.

Si, por el contrario, la izquierda reconquista Madrid tras un cuarto de siglo en manos de la derecha, el verdadero derrotado será el Partido Popular, más que una Isabel Díaz Ayuso cuyos días en política seguramente estarían contados si perdiera el poder.

Pero la principal consecuencia del envite de Arrimadas será probablemente un debilitamiento objetivo de Pablo Casado, obligado a tender la mano al mismo Santiago Abascal al que con tanto desahogó afrentó en el debate de la moción de censura promovida por el líder ultra contra Pedro Sánchez. Tras la espantada de Arrimadas, Casado se verá obligado a recomponer sus relaciones con Vox, único partido con el que tiene posibilidades reales de llegar a acuerdos de gobierno estables en el futuro.

Conspiradores caseros

Por lo demás, el sigilo con que naranjas y socialistas han urdido la operación de Murcia y, según Ayuso, también la de Madrid ha burlado sin mucha dificultad los radares del PP, con el humillante sarcasmo añadido de que quien está al frente de los mismos es el murciano Teodoro García Egea, ajeno completamente a la traición que se estaba cociendo a las puertas mismas de su casa.

La bochornosa derrota de Cataluña, la humillación institucional de Murcia y el abismo electoral que se abre en Madrid dejan muy tocado a un Pablo Casado al que le cuadra demasiado bien aquello que el científico Ernest Rutherford, abusando de la terminología de la física de partículas, decía de cierto personaje público: “Tiene posición, pero no tiene magnitud”.

Su liderazgo es hoy más frágil hacia fuera, pero también lo es hacia dentro, a lo cual no ayudan precisamente operaciones como la intentada en Andalucía y otros territorios para situar nombres afines a Génova en las direcciones provinciales.

El hecho de que al mando de tales maniobras orgánicas haya estado alguien como García Egea tal vez sea suficiente para explicar el fracaso de las mismas, aireadas en la prensa por los mismos dirigentes territoriales a quienes Casado pretendió sortear.

Si la influencia efectiva de Casado en Andalucía ya era escasa porque Juan Manuel Moreno ha ido afianzando su liderazgo en el partido a raíz de conquistar San Telmo, los torpes intentos de inmiscuirse en la vida interna del PP andaluz han menguado todavía más su exiguo crédito. Vienen tiempos difíciles para Pablo Casado.