La pregunta era -sigue siendo– quién debe pagar el impuesto que grava las escrituras de los préstamos hipotecarios. Hasta ahora, el Tribunal Supremo ha dado tres respuestas. En realidad, dos y media.

La primera respuesta la dio hace ocho meses, cuando una de las salas del Alto Tribunal dijo que el impuesto tenían que pagarlo los ciudadanos que firman el préstamo.

Hace cinco días, otro de sus salas daba una segunda respuesta: no tenía que pagarlo la gente, sino los bancos que prestan el dinero.

Y hace cuatro días, como asustado de su propia audacia, llegaba esa media respuesta que ha desconcertado a todo el mundo: paremos máquinas y pensémoslo bien, venía a decir al presidente de la Sala de lo Contencioso, Luis María Díaz-Picazo, como echándose atrás (aunque no del todo) de la decisión adoptada por el tribunal 24 horas antes. Lo último es que el 5 de noviembre se reunirá el Pleno de la Sala de lo Contencioso para sentenciar por fin a qué diablos atenernos.

Rememorando el título de su célebre comedia, Jardiel Poncela habría dicho que estamos ante una sentencia con freno y marcha atrás. Nosotros podríamos decir, no sin malicia, que si la proclamación de independencia de Cataluña duró ocho segundos, la sentencia del Supremo sobre la fiscalidad de las hipotecas ha durado 24 horas. A Puigdemont le dieron miedo las consecuencias de su decisión y reculó en ocho segundos; al Supremo parecen haberle dado miedo las consecuencias de la suya y ha reculado en 24 horas.

A los pringados con una hipoteca debió quedárseles con el Supremo la misma cara que a los independentistas concentrados ante el Parlament el día en que Puigdemont declaró la independencia de Cataluña y unos segundos después paró máquinas.

Sospechábamos que Puigdemont no era un político serio; lo que no podíamos sospechar es que algunos jueces del Tribunal Supremo tampoco lo fueran.

Y no solo poco serios, sino quizás algo peor, que ha desvelado el digital Infolibre: el presidente de la Sala que ordenó para máquinas para no atropellar a la banca estuvo seis cursos contratado como profesor por un centro universitario propiedad… ¡bingo!... de la banca. ¿Alguna de las materias del temario impartido por el juez Díez-Picazo a sus alumnos versaría sobre 'La apariencia de imparcialidad como viga maestra de la fábrica de la justicia'?