Cuando Demba Diop (44) llegó a España le llamó la atención cómo vestía la gente. Faltaba color y fantasía. Pensó y soñó que él podría cambiar eso. 12 años después, está más cerca que nunca de cumplir esa aspiración. Inmigrante senegalés, mantero y camarero durante años en la Costa del Sol, acaba de ser premiado en Benalmádena por su “impecable" colección de moda.

La pasarela ‘Dmoda Prize 2023’ reconoce su trabajo y “su propuesta creativa y originalidad”. Al teléfono, Diop no encuentra las palabras para describir lo que sintió, “un sueño”. Este reconocimiento a su trabajo como costurero y diseñador es un mandoble a la cruda realidad que vive un emigrante senegalés en su día a día.

Ahora, confiesa sentir derecho a ilusionarse con tener un taller propio en el que poder seguir trabajando a demanda, pero también enseñar a otros paisanos el oficio de costurero, conocedor de que es un sector en el que la fuerza laboral flaquea en España.

Cuando le preguntamos por qué cree que se ha reconocido su trabajo, su discurso en español gana aplomo, “creo que ofrezco una mezcla buena entre la moda de África, sus formas geométricas y su color, pero también influencias de costura francesa –alude a su formación en Dakar como costurero– la española o de la India”. La industria textil hindú es cada vez más penetrante en la moda global como proveedora de materiales.  

Un viaje inolvidable

Demba Diop llegó a Benalmádena en 2012 atraído por las descripciones que su hermano le hacía por Skype. En Dakar era costurero desde niño. Había heredado la vocación de su tío y durante 7 años había tenido su propio taller. Aprovechó su visa turista, una anomalía en el panorama migratorio subsahariano, y aterrizó en la Costa del Sol.

Pero sus inicios no fueron los esperados. Llegó en plena crisis de desempleo en 2012 y “con un tiempo horrible, no paraba de llover”. Su hermano le explicó que, si necesitaba trabajar de inmediato, la única opción era ser vendedor ambulante. “Nunca había pensado en mi etapa en España haciendo algo así”, confiesa que se le hacía duro que los camareros le expulsaran de los restaurantes donde trataba de vender.

Las primeras semanas no vendía nada, me dije que me volvía a Senegal”… por suerte, no lo hizo. Una buena historia precisa de un buen viaje, y en el caso de Demba, su odisea cuenta con una ayudante como mandan los cánones narrativos. “Exacto”, nos dice cuando describimos a María Doménech como un ángel de la guarda para él.

María contactó con él, había oído hablar de un chico senegalés que, aseguraban, era buen costurero. Doménech acaba de abrir un pequeño taller y necesitaba un ayudante. Le hizo varias pruebas. Todas las pasó con éxito. Al poco tiempo, Demba estaba trabajando regularmente, de nuevo, a los mandos de una máquina de costura.

Cuando habla del influjo español en su colección, explica que ha sido inevitable. Durante los 6 años que trabajó en el taller de María Doménech hizo de todo. Arreglos para señoras, para caballeros, para orfebrería de Semana Santa, para uniformes de gala… tocó todos los palos.

La estabilidad laboral le permitió regularizar su situación, otro hito entre los cerca de los cerca de 8 mil senegaleses que trabajan irregularmente en España (en cifras de 2020).

Un mundo en el que abrirse camino

La comunidad senegalesa es amplia en Benalmádena, hasta el punto de que la Asociación de Comerciantes y Empresarios de Benalmádena (ACEB) elabora una base de datos con los CV de los senegaleses que subsisten con la venta ambulante. Además, la idea es ofrecer oportunidades a los empresarios que buscan mano de obra. En esa base, llamó la atención del perfil de Demba Diop, costurero y modisto.

La ACEB invitó a Diop a participar en el concurso de jóvenes talentos

La ACEB invitó a Diop a participar en el concurso de jóvenes talentos. Ha pasado dos semanas de vértigo para confeccionar la muestra. Desde que María Doménech cerró su taller por jubilación, Demba trabaja en su propia casa con las máquinas que María le regaló.

“De vez en cuando”, dice sobre la asiduidad con la que le encargan trabajos. Desde siempre ha hecho trajes y vestidos para su mujer, muchos le preguntan a ella dónde ha comprado sus ropas. Sin embargo, no es un trabajo estable, sino más bien vocacional.

Subsistir hoy en día en Benalmádena con un hijo de tres años y otro hijo que estudia Informática en la Universidad implica muchos gastos. Por eso, su jornada laboral está dedicada a la hostelería en un restaurante de Puerto Marina. Pero su aspiración es tener su propio espacio, su propio local donde poder crear y coser con tranquilidad.

Con una vida asentada en la Costa del Sol, algo que hace una década le parecía un imposible, le preguntamos cuáles son sus sueños ahora. “Poder vivir de lo mío”, explica. Fantasea con la posibilidad de que una gran marca llame a su puerta para crear una colección y, ¿por qué no?, enseñar algo de colorido y alegría a la manera de vestir de los españoles… después de todo, una de las expresiones más visibles de la convivencia cultural.