Que el Partido Socialista y Adelante Andalucía dejaran solo ayer a Vox en el debate parlamentario sobre el veto parental era previsible. Lo era incluso que hicieran lo mismo el consejero de Educación y su grupo Ciudadanos.

Mucho menos cabía esperar que también el Partido Popular –¿tú también Bruto?– se desmarcara, con cierta mala conciencia pero sin complejos, de la exigencia del partido ultra, cuyo portavoz Alejandro Hernández mantuvo un tono sereno pero rocoso: lo firmado hay que cumplirlo.

La única conclusión política que cabía sacar del debate, que terminó al filo de las nueve y media de la noche, es que el denominado pin parental –otorgar a los padres la capacidad de vetar contenidos curriculares complementarios aprobados por el centro y respaldados por el Consejo Escolar– no se implantará en el sistema educativo andaluz, al contrario de lo que ya ha sucedido en la comunidad de Murcia.

Imbroda se planta

El consejero de Educación y Deporte, Javier Imbroda, que, semanas atrás, en los primeros compases de la controversia, mantuvo posiciones lastradas por la ambigüedad, fue muy claro ayer, como ya lo venía siendo desde hace días: “No es necesario ni procedente implantar el pin parental; estamos ante un debate interesado, estéril y ruidoso que no ayuda a la educación con mayúsculas que propugnamos”.

Imbroda cerró el debate con un discurso templado y conciliador, pero cuyo voluntarismo indisimuladamente enjabonado no debió de contentar a los diputados de Vox, que tuvieron que escuchar al consejero descalificar el “adoctrinamiento” en las escuelas. La coletilla “venga de donde venga el adoctrinamiento", con la que Imbroda quiso amortiguar el reproche a sus socios parlamentarios, no es probable que conmoviera a estos.  

Aun así, el consejero intentó hacerse perdonar dirigiendo estas palabras al portavoz ultra: “Nuestra posición es bien clara: señor Hernández, le invito a que caminemos en el rumbo del acuerdo, pues gracias a su apoyo hemos actualizado el precio de las escuelas infantiles, tras 12 años de estar congelado, y gracias a su apoyo hemos impulsado en las infraestructuras educativas 1.080 actuaciones de las más de 2.000 pendientes, sí, gracias a ustedes… Por eso le invito a crear un espacio para alcanzar un pacto social por la educación”.

El equilibrismo imposible

Los portavoces de Adelante Andalucía, Ignacio García, y el Partido Socialista, Beatriz Rubiño, tuvieron buenas intervenciones, contundentes en lo ideológico y firmes en la defensa de los valores constitucionales que inspiran la educación y ante los que "no cabe" claudicación alguna.

“El objetivo no es más que meter miedo, quieren la autocensura de los docentes”, dijo García. “Es un dardo a la línea de flotación de la convivencia”, advirtió Rubiño.

Quien se vio obligado a un equilibrismo imposible fue el portavoz del PP, Miguel Ángel Ruiz, que se apresuró a alzar la bandera de que “la educación de los hijos corresponde a los padres, no al Estado”, pero de inmediato dejó clara la posición de su grupo, menos ambigua, por cierto, de lo que ha venido siendo la del presidente o el consejero de Presidencia:

“El pin parental nos parece –dijo– una medida innecesaria; en Andalucía no hay adoctrinamiento en las aulas. En el último curso hubo dos denuncias, 0,0001 por ciento en un sistema con dos millones de alumnos, y la Administración educativa actuó: en un caso se suspendió la actividad y en otro el alumno no participó en ella”.

Y añadió Ruiz, entre algún que otro gesto de incredulidad desde la bancada de Vox: “En nuestros acuerdos no se habla de pin parental. Si las actividades complementarias son curriculares, no cabe autorización, por ley. El cumplimiento del acuerdo está garantizado. Lo que hace falta es mejorar la comunicación con las familias y la información y el control sobre determinadas actividades”.

Hernández no pierde los papeles

Era muy esperada la intervención del portavoz de Vox, Alejandro Hernández. ¿Daría un airado puñetazo sobre la mesa? ¿Amenazaría al Gobierno? Quienes esperasen la escenificación con todos sus avíos de un agrio desencuentro debieron quedar decepcionados.

Hernández no mostró irritación, ira o enfado. Si acaso, un cierto fastidio. No obstante, defendió lo suyo: “Señor consejero, no se haga ahora de nuevas, nosotros no colamos subrepticiamente en el acuerdo [el pin parental]. Ustedes han dejado patente que no van a cumplir lo pactado porque no quieren, no porque haya alguna imposibilidad técnica o jurídica”.

El portavoz de la extrema derecha andaluza no amenazó explícitamente a sus socios, pero su tono de advertencia era inequívoco: “Esto es innegociable. En sus manos está. Nosotros llegaremos hasta donde ustedes nos obliguen a llegar, porque nosotros no estamos en su consenso, y no vamos a permitir que sigan a adoctrinando a los niños en los colegios”.

Denuncias no documentadas

Como en otras ocasiones, Hernández aludió a supuestos casos de adoctrinamiento que tampoco esta vez documentó: “Sean cuidadosos cuando se refieren a lo que dice o pide Vox, porque nuestras peticiones son perfectamente defendibles desde la ética o la moral; queremos valores de respeto y convivencia entre los alumnos, pero el problema surge cuando no se forma en esos valores y se pretende implantar ideologías moralmente inaceptables, pues, yo pregunto, ¿qué valor constitucional es alentar juegos sexuales entre los niños de seis años?”.

Por la mañana en rueda de prensa, Hernández había dado un vuelta de tuerca que más bien decidió aflojar en su intervención parlamentaria de la tarde. “A día de hoy –dijo a los periodistas– mi grupo no contempla que el presidente de la Junta esté mintiendo, ya que el 28 de enero dijo en el Parlamento que cumpliría todos y cada uno de los acuerdos alcanzados”.

Aún hay tiempo

Por lo demás, es todavía pronto para prever cómo acabará el desencuentro del Gobierno de la Junta con Vox. O cómo salvarán PP y Cs la flagrante contradicción entre lo que firmaron con Vox el pasado 23 de octubre y lo que pretenden hacer ahora.

La negociación de los Presupuestos de 2021, para cuya aprobación son precisos los votos de Vox, no comenzará formalmente hasta después del verano, de manera que los tres partidos tienen tiempo de recomponer para entonces el clima de confianza dinamitado por el pin parental.