Más de 4 meses sin caer una gota en provincias como Sevilla, el agua embalsada en la cuenca del Guadalquivir por debajo del 40%; el ganado sin pastos y los ganaderos en una situación angustiosa, los agricultores con mermas cercanas al 50% en sus cosechas por la sequía, pesca y turismo de playa amenazados por la invasión de alga asiática en el litoral del Estrecho. Con estos datos encima de la mesa, Andalucía no ha declarado aún la emergencia climática.
Es verdad que a los gobiernos no les gusta decretar restricciones, sequías o zonas catastróficas y se resisten hasta rozar el abismo, pero eso se debe a que practican siempre una política reactiva y casi nunca emprenden políticas proactivas, que se anticipen a los acontecimientos. Ignoran o echan poca cuenta a los estudios y análisis prospectivos porque los tachan de excesivamente pesimistas, cuando no catastrofistas y nos hacen pagar entre todos las consecuencias de su falta de previsión.
La economía andaluza está basada en la agricultura, que incrementa sus exportaciones cada año en casi dos dígitos, y en el turismo. Nuestra dependencia de la agroindustria nos expone en mucha mayor medida a los riesgos derivados del acelerado cambio climático. El turismo, con su aumento de la población, también dispara el estrés hídrico de nuestra comunidad.
En este contexto habría que estar encargando ya desaladoras flotantes remolcables o barcos desaladoras para atender los déficits hidrológicos de las zonas litorales donde se concentra la mayor parte de la población, poniendo en marcha proyectos de centrales solares fotovoltaicas flotantes en nuestros embalses que, aparte de su producción energética renovable, frenaran la evaporación de nuestras masas de agua dulce acentuada por la subida de la temperaturas.
Atender a estas nuevas demandas permitiría activar el tan traído y llevado “nuevo modelo industrial” del que tanto se habla como remedio a nuestra desindustrialización, pero que tan poco se practica. Los astilleros de Cádiz aumentarían su carga de trabajo al fabricar las nuevas estructuras flotantes, en vez de dedicarse a navíos de guerra para Arabia Saudí o a plataformas marinas de extracción para la industria petrolífera.