La elección de Juan Espadas como líder del PSOE en Andalucía puede esconder lecturas más profundas. Pedro Sánchez, en mínimos tras su llegada al poder, quiere anular a Vox y lo puede hacer con una inesperada lealtad al PP. Listas más votadas. El único camino para volver al bipartidismo. Un presidencialismo de nueva cuña que enmudeciera los extremos a ambos lados del tablero.

Ya avanzada la campaña electoral y con el primero de los dos debates cumplido, los ciudadanos, los periodistas y los analistas políticos han comenzado, encuestas en mano, a aventurar las traducciones que se van a poder sacar de las urnas la noche del 19 de junio, la forma en la que pueden encajar los votos, los hipotéticos pactos a los que se llegará. Salvo hecatombe, parece claro que Juanma Moreno ganará las elecciones; sin embargo, el principal interrogante es si el resultado que obtendrá le será suficiente para gobernar en solitario o, si, por el contrario, necesitará el apoyo de Vox.

Esta es la pregunta que desde el principio sobrevuela los comicios andaluces. Hay que añadir, además, que hay una lupa sobre Andalucía para hacer una lectura estatal. ¿Son estas elecciones la consolidación -entendiendo Castilla y León como avanzadilla- de una alianza gubernamental de la derecha sumando con la ultraderecha? Desde el maremágnum de izquierdas se agita el miedo a Vox y se alerta de lo que supondría un gobierno que remedase el de Mañueco y García-Gallardo, aunque la presencia de Macarena Olona seguro que haría más complejos y exigentes los acuerdos. Desde Vox se busca incomodar y confrontar con Juanma Moreno con el fin de tratar de debilitarlo por su ternura centrista. En todas las cábalas que se hacen no se contempla otra opción: O el PP consigue tener un respaldo en las urnas lo suficientemente fuerte o acabará sentándose a negociar con Vox que, viendo el debate de ayer, sería como meter la cabeza en un avispero. No obstante, hay una pieza fundamental en la que nadie ha reparado, una posibilidad, uno de esos movimientos ajedrecistas que la política esconde para los que saben leer entre líneas.

En este mundo, los golpes de efecto pueden cambiar cualquier dinámica negativa. Estar donde nadie te espera, sorprender. Ahí tenían a Boris Johnson, ahogado por las polémicas fiestas en Downing Street, con la popularidad por los suelos, hasta que un buen día decidió ser el primero en poner el cuerpo en Ucrania y darse un paseo junto a Zelenski, lo que le ha servido al menos para salir vivo pese a la pérdida de confianza de una gran parte de su partido. Las malas decisiones en política se pueden revertir, pero para ello hace falta una dosis de locura, otra de valentía y, por supuesto, una buena estrategia y un buen equipo que sepa sacar la foto, plasmar el gesto y armar el relato.

En España tenemos de presidente del país a un político que hizo de la resiliencia su filosofía y de la resistencia su manual. A Pedro Sánchez se le podrán afear infinidad de cosas, poner en duda otras tantas, pero lo que no se le puede negar es la audacia, puesta toda al servicio de un único fin: Seguir en el poder. En estas páginas ya señalamos que las elecciones andaluzas trascendían a la región, ya que el resultado será más que significativo para la política nacional y la carrera hacia la Moncloa. Para el PP puede suponer la reafirmación del cambio de tendencia, para Vox la materialización de un futuro con notoriedad y peso en un supuesto gobierno nacional, para el PSOE el mal augurio de saber perdido un territorio clave para las elecciones generales.

Aquí, también dijimos que el candidato socialista, Juan Espadas, era un deseo expreso de Sánchez, un candidato ad hoc. Un hombre con baja popularidad, sin el carisma tradicional de los candidatos del PSOE andaluz, un alcalde al que se le obligó a abandonar su cómodo puesto de mando para embarcarse en una incierta aventura. Está claro que, si el objetivo era salir a ganar, Juan Espadas no era el candidato. Pero ¿y si el objetivo desde el principio era otro? ¿Y si Espadas es la pieza clave del golpe de efecto de Sánchez? ¿El peón que termina transformándose en reina?

Imaginen por un momento que todos los sondeos y encuestas se materializan y Juanma Moreno gana, pero necesita a Vox para gobernar. Imaginen que se nos cuenta que esa misma noche, Juan Espadas, desde la calle San Vicente, recibe una llamada del presidente Sánchez. Imaginen que después de un largo debate por teléfono, el presidente hace ver al candidato socialista que lo mejor para Andalucía y para el país es ponerle un cordón sanitario a la ultraderecha. Imaginen que Juan Espadas, corredor de fondo de la política, dispuesto a ser ministro en un futuro no muy lejano, se traga el sapo y permite con sus votos que Moreno gobierne en solitario.

Ahí está el golpe de efecto, el as debajo de la manga que permitiría a Sánchez armar un actualizado y perfeccionado relato que le convertiría en el salvador, en el hombre que puso el pie en la pared y que apelando a la responsabilidad frenó a la ultraderecha. Ahí tendría un trofeo con el que pasearse por Europa lo que resta de legislatura. Y esta jugada, que, a algunos os podrá sonar descabellada, tiene sustento en una única cosa: Que gobierne la lista más votada. Puede que Sánchez haya aceptado el reto de Alberto Núñez Feijóo y haya comenzado ya a pensar en sacar un voto más que él. Es una hipótesis inédita, pero cuidado, en política nunca se sabe. Y menos con Sánchez.

Pedro Sánchez ya se ha vengado de Susana Díaz en Andalucía. No hay ni rastro de susanismo en las listas. Cuando los resultados del 19 de junio obliguen a Juanma a buscar aliados, a Ciudadanos se le tiene poca fe y a Vox, pese a la disparatada campaña de Olona, parece que le va a dar para rozar los veinte parlamentarios, Pedro Sánchez tendrá que buscar la tormenta definitiva antes de encarar unas elecciones generales que se le están poniendo oscurísimas. Primero una crisis de gobierno con la que ajustar cuentas con una izquierda desleal y desbocada. Luego poner freno a Vox en los parlamentos con la excusa de la lista más votada y la confianza en la moderación y centralidad popular frente a los desvaríos populacheros de la ultraderecha. Por última, pedir al líder de la oposición un acuerdo por el que las generales las gane el que más votos reciba, en una suerte de presidencialismo improvisado que ponga pie en pared frente al pluripartidismo que tanto está desgastando a PP y PSOE, los dos grandes bloques de nuestro país. Entre tanto, algunas decisiones importantes. Miquel Iceta podría luchar por la alcaldía de Barcelona frente a Ada Colau. Algunos de sus ministros amortizados se enrolarían en comicios municipales y autonómicos. Pedro Sánchez es un Rey Sol. Ya no hay baronías como las de antes. El PSOE es él. ¿Suena creíble? Porque a mí cada vez me convence más este itinerario.