Domingo, 11.25.- Hay una foto en la prensa local/capitalina (el oxímoron de la sevillanía chovinista) de operarios desmontando casetas. Me molesta que se emplee terminología anticuada. Lo suyo sería desescalando la caseta. Incluso, desescalandito.

Domingo, 12.14.- Gran tormenta en guasap de fotos de noches del pescaíto en los balcones, cocheras, trasteros y vestíbulos. Los gerentes de las marcas de manzanilla han perdido una gran oportunidad de patrocinio. Gana con diferencia mi editor, que ha conseguido una pose de ganadero taurino, una elegancia de trazo fino opacando el bullicio previsible de farolillos y mantillas en las lámparas y en las paredes  de la inmensidad inasible de la red.

Domingo, 12.25.- En un lugar de la mancha hicimos un directo sobre tirarse cubos de agua o animaladas por el estilo. Le preguntó la reportera al jefe de aquella humedad desde cuándo se mojaban con tanto denuedo. Es una tradición antiquísima, dijo el portavoz: lo menos dura ya cinco años. El nuevo sábado del pescaíto ya es una tradición que se pierde en la noche de los tiempos.

Domingo, 13.12.- Compro el pan, tema del que Umbral hacía una literatura de cristalitos, paso por la puerta del parque de mi barrio y me acuerdo de aquel tío, debería estar de baja o en el paro o las dos cosas. Se formaba una tertulia de veteranos donde los bancos. Mi curiosidad ponía oído, él colaboraba clamando contra los emigrantes que “roban el trabajo a los paisanos de aquí”. Me acordé cuando ganó Trump y me desveló la madrugada y la vida. Muchos de aquellos escupitajos de odio se han ido mezclando con el oxígeno que respiramos en infierno que son los otros.

Domingo, 17.28.- En mi casa todas las tardes a esta hora toca sobremesa intensiva de pandemia. Hasta ahora, todos sabíamos de fútbol, de política y de la geografía de los mejores sitios de caracoles de la ciudad y los alrededores. Ahora también somos virólogos, expertos en geles,  mascarillas, tiempos de confinamiento y sistemas de de monitorización de la mortalidad. Uno de los chavales de mi altocargo viene suspendiendo una media de cuatro, incluidas las asignaturas de las clases particulares. Ramón y Cajal sería un becario a su vera. Polluelos fanatizados.

Domingo, 18.21.- Una noche, sería de abril, conducía de vuelta. Feria de la de entonces, con sus cacharritos y sus bullas de políticos y políticas al clavel en la caseta de la Ser: algún día se producirán avalanchas. Me paró la guardia civil. Salí del vehículo, el agente me dijo: póngase usted el chaleco reflexivo. Yo, lo reconozco, que venía con lo mejor del querer en el cuerpo, le dije encantadoramente: me pongo lo que usted mande, señor agente, pero los chalecos no reflexionan y por lo tanto no son reflexivos sino reflectantes. Total, quinientos euros.