Jueves 9.15.- Pasé por las redes sociales y casi la palmo. Llamé a urgencias, se descojonaron. No me prescribieron salvo paciencia sin gas. Los niños de mi altocargo suelen llamar malolientes a estos comandos autónomos del odio.

Jueves 11.30.- Muñoz Molina se congratula en un periódico atrasado (por mí) de la vuelta de los sabios, de los médicos, de los científicos, de los filósofos a los que los ejércitos de google habían desterrado a la condición de indocumentados. Anoto su entusiasmo sin  mucha esperanza.

Jueves 12.45.- Sin rencor y sin olvido. Sería antes del dos mil. Un director de periódico coronado, manifiestamente mejorable (el director y el periódico), hacía genuflexiones en portada a sus señoritos. Una de ellas se la dedicó a mi altocargo, foto incluida, con un taurino titular: desecho de tienta. Ahora se arrastra por las emisoras opinando, incluso como demócrata. Creo que le pagan una miseria. Es lo que se merece.

Jueces 13.00. Duchada, sin comentarios. Ahora los pijamas son de larga duración. El mundo está lleno de canallas con corbatilla que escriben al dictado de canallas masterizados que escriben al dictado de asesores con cuchillos en los dientes: el 8-M fue el principio y es Sánchez el fin. Este es el catecismo. Y no habrá paz para los muertos.

Jueves 14.51.- Gozo de la amistad de un joven genio así tomado: me ha hecho un trazo grueso del siete y ocho de marzo en el ciberespacio y la pandemia: ese fin de semana, me recuerda, el Betis-Madrid abarrotó el Villamarín; el Atleti-Sevilla de la noche anterior (Madrid) llenó a rebosar el Wanda. Entre los dos, ciento cincuenta mil rodeando a la baja. Ese finde los católicos fueron a misa. Sólo en Sevilla hay 125 templos, iglesias y parroquias católicas. Ese fin de semana las discotecas se abarrotaron de ganas de quemar las noches. El hijo de Gustavo, el hicha bético que disfrutó viendo ganar a su equipo, pasó todo el fin de semana de juerga. Una vez confinado por el Estado de alarma comentó desde una cuenta “anónima” de instagram una foto de Irene Montero: “no se puede ser más asquerosa, seguro que no se ducha con el coronavirus y tampoco antes. Puta feminazi!”. De esta historia, sólo es ficticio el nombre de Gustavo.

Jueves 15.05.- Parte del día: dos lavadoras puestas y tendidas, bañados y vestidos los niños, salir a comprar (esta vez sin poli que me detenga a preguntar, ya no es lo mismo), cocinar, despejar la terraza de follaje con perdón y sentarnos a comer unas lentejas ovacionadas por el respetable ¿Zumba a las 7 en Instagram? ¿De verdad?

Jueves 17.12.- Grande indignazzione: reposando las lentejas, veo la portada el periódico sedicentemente monárquico con un montaje burdo sobre la pandemia y el 8-M. Ya sé quién va a ganar: Cayetana Alvarez de Toledo y el ex director que arrastra a ochenta euros el kilo de su opinión. Ya sé quién la va a perder: las mujeres que ponemos lavadoras y somos periodistas y vamos a dejar de serlo.

Jueves 23.55.- Busqué consuelo en Emilo Renzi: no era todavía la muerte pero tampoco era la vida. Esta vida viscosa del decimotercer día del confinamiento.