A Pedro Sánchez se le esperaba en la campaña catalana para conocer de primera mano su opinión sobre la influencia de sus pactos con los independentistas en el nuevo Parlament. Esta lógica de campaña saltó por los aires una vez conocida la carta del presidente del gobierno anunciando al país su crisis personal por la campaña de acoso y derribo que sufren él y su esposa por parte de la derecha política, judicial y mediática. Todas las estrategias de los aspirantes a la presidencia de la Generalitat están pendientes de la decisión que vaya a tomar Sánchez.
Las cuatro opciones de Sánchez presentan escenarios muy diferentes para los candidatos con opciones a presidir la Generalitat, que según los sondeos son tres: Salvador Illa, destacado en cabeza; Carles Puigdemont, que apunta a desbancar a ERC como primer partido independentista; y Pere Aragonés que resiste a duras penas el embate de Junts. La mayoría independentista pende en todas las encuestas de un fino hilo que con las novedades en Madrid podría reforzarse o romperse definitivamente.
La continuidad de Sánchez, fortalecido por las demostraciones de apoyo de su partido, supondría un alivio para todos. Junts y ERC respirarían tranquilos por tres razones: la ley de amnistía seguiría su curso, mantendrían su peso político en el Congreso y además podrían criticar a Sánchez por sus dudas a seguir en el cargo para plantar cara a las adversidades de la política. Aun sin conocer la decisión de Sánchez, Puigdemont y Aragonés ya emplean parte de su tiempo en contraponer las dudas del presidente del gobierno con la “valentía” exhibida por los dirigentes del Procés ante la persecución judicial de la que fueron objeto.
El PSC apoya incondicionalmente la continuidad de Sánchez. No es el peor de los escenarios para los socialistas catalanes. Para las aspiraciones de Illa, sería mucho más inconveniente la apertura de un nuevo período de negociaciones entre el PSOE y Junts-ERC para asegurar los votos de una moción de confianza o para investir a un sucesor de Sánchez sin pasar por las urnas. En plena campaña electoral catalana y con los sondeos poniendo en duda su mayoría para seguir controlando la Generalitat, es fácil imaginar hasta dónde subiría el precio de los votos de los dos partidos independentistas para dar continuidad al gobierno del PSOE y de Sumar y en qué situación dejaría este protagonismo soberanista al PSC.
El abandono de Sánchez y la convocatoria de elecciones generales provocaría un terremoto mucho mayor en la política catalana. Todos los cálculos de Puigdemont para sustentar su discurso de que “ahora sí regresaré para ser investido”, gracias a la amnistía en trámite, quedarían en el aire y la base del programa de ERC, conseguir un referéndum y una financiación singular gracias al “rehén Sánchez”, caería por su peso. ERC y Junts, sin duda, pasarían a focalizar su campaña sobre la cobardía de Sánchez, de los socialistas en general y del PSC en particular para frenar a la derecha, responsabilizándolos de la caída del gobierno más progresista de España y el retroceso en los avances en la resolución del conflicto político en Cataluña.
El inicio automático de una campaña electoral en toda España caracterizada por la indignación de la izquierda contra todo el reaccionarismo político y social podría venirle bien también al PSC en su batalla por ganar con claridad las elecciones catalanas. El escenario de un 12-M convertido en el primer reto de este eventual movimiento por la democracia, beneficiaria a priori a los socialistas catalanes. Tradicionalmente, la principal preocupación del PSC en unos comicios autonómicos es conseguir la movilización del voto PSOE y en este horizonte lo tendría a su alcance. Por otra parte, al decaer los compromisos parlamentarios del PSOE con Junts y ERC hasta nuevo aviso, el PSC se liberaría por unas semanas de las insinuaciones permanentes de sus adversarios independentistas sobre la trascendencia de sus acuerdos con Sánchez que, supuestamente, atarían de manos a Illa.
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