En las crónicas y comentarios hechos en ciertos medios de la izquierda sobre los incidentes de ayer en Vallecas resulta llamativo que se cargue las tintas más sobre Vox que sobre quienes intentaron impedir un acto ciertamente fullero, pues no estaba formalmente convocado como tal mitin, pero sin duda encuadrado en los márgenes de la libertad política y de expresión.

¿Un mitin de la ultraderecha en la ‘plaza roja’ de Vallecas es una provocación? ¿Y uno de Podemos en la calle Serrano también lo es? ¿Y uno de las CUP en Badalona? ¿Y uno de Ciudadanos en Vic?

Reventar mítines por ciertos motivos ideológicos –o no condenar la violencia por ir dirigida contra un determinado partido y no contra otro– es legitimar a quienes decidan hacer lo mismo por motivos ideológicos distintos o contrarios. Si mañana los ultras deciden acudir a reventar un mitin de Podemos, ¿con qué argumento los condenaremos?

Como sucede con los escraches, luego vendrán las eternas discusiones, por definición interminables, sobre intenciones de quienes protagonizan, aplauden o justifican un gamberrismo de estirpe inequívocamente populista y más entroncado con la tradición pendenciera de los camisas negras, azules o pardas de la Europa de entreguerras que con la cultura política y sentimental de la izquierda ilustrada.

Los autodenominados antifascistas, alentados o protegidos por Podemos, lograron darle ayer a Vox la visibilidad que le estaba faltando en la campaña de Madrid a resultas de haber absorbido Isabel Díaz Ayuso buena parte del espacio político, ideológico, cultural y hasta estilístico de la ultraderecha.

Estaría bien (pero no lo veremos) que los demás partidos de la izquierda condenaran sin paños calientes lo sucedido ayer en Vallecas: en política está permitido poner en tu balcón una pancarta que diga ‘Vox no grato’, pero no lo está azuzar a tus impacientes cachorros para que revienten los actos públicos del contrario. Quienes, con bastante éxito, lo intentaron ayer, ¿no entienden que batallas como la de Vallecas siempre –siempre– las gana la extrema derecha?