Al veterano periodista de El País y autor de ‘El negocio del patriotismo español. VOX S.A.’, Miguel González, le sorprendió que los responsables de Península le encargaran escribir un libro -que ya va por la segunda edición- sobre la formación ultraderechista únicamente porque les había gustado su trabajo en el periódico, donde se ocupaba y se ocupa, entre otros asuntos, de Vox.

“Yo hago Vox en el periódico porque tenía curiosidad sobre ellos y la curiosidad creo que es el impulso básico del periodismo. Cuando los editores contactan conmigo pregunto si me ha recomendado alguien y me dicen que nadie, que habían pensado en mí simplemente por mi trabajo periodístico, Me pareció como que estaba en Europa y no en España, donde uno siempre va recomendado a los sitios”, cuenta en tono menor Miguel González en los prolegómenos de la entrevista concedida a El Plural.

Además de ser políticamente necesario, ‘El negocio del patriotismo. VOX S.A.’ es un libro fiable, contundente, bien armado, inscrito en la tradición de ese periodismo obsesivamente detallista y minucioso que no da por bueno ningún dato hasta tenerlo bien amarrado; es una tradición que cuenta con muchos y gloriosos ejemplos en el periodismo norteamericano, pero muchos menos en el nuestro. El libro de González no es la excepción, pero tampoco la regla.

Por lo demás y aunque los editores quizá han sucumbido a la tentación de lanzarlo al mercado con un título comercialmente muy atractivo aunque tal vez algo populista, su lectura no deja lugar a la sospecha ni a la duda: ojalá se escribieran más libros como este.

¿En qué consiste exactamente “el negocio del patriotismo español? La expresión, por cierto, ¿es literal o solo figurada?

Figurada y también literal. Vox se funda en diciembre de 2013 y en 2014, tras el fracaso en las europeas, Santiago Abascal se convierte en presidente. En aquel momento, es un partido que no tiene ningún cargo institucional y muy pocos votos, pero Abascal se pone un sueldo de más de 6.000 euros brutos mensuales; para tratarse de un auténtico chiringuito, en el que apenas son cuatro amigos, no está nada mal.

¿Has tenido dificultades digamos logísticas para escribir el libro? ¿Vox ha colaborado?

No hablan conmigo, cuanto he intentado recabar su versión por la vía oficial, ellos no contestan nunca. Pero no solo a mí.

A mis compañeros de El Plural también les sucede lo mismo.

Es que, si medimos por la audiencia, más del cincuenta por ciento de los medios estamos vetados por Vox, salvo cuando intervienen en el Congreso o hacen actos abiertos en plazas y sitios así, que no pueden impedirnos hacer nuestro trabajo.

¿Cómo interpretar esa actitud?

Es algo muy inquietante porque significa que no respetan la libertad de información.

¿Cómo se justifican?

Ellos dicen que nosotros, el grupo Prisa y otros medios, no somos periodistas, sino que somos activistas. El argumento me deja perplejo. Yo podría decir que Javier Ortega Smith es un mal abogado, como se evidenció en el juicio del procés, pero nunca diría que no es abogado. ¿Quiénes son ellos para decir quién es y quién no es periodista? Imagina qué harán el día que tengan el poder.

¿No hay resortes institucionales para obligar a Vox a respetar el derecho a la información?

Las asociaciones de la prensa han hecho comunicados de protesta pero no sirven de nada; desde el periódico recurrimos y el Tribunal Supremo nos dio la razón pero solo para la campaña electoral, ni siquiera para la noche electoral, que ya no es técnicamente campaña electoral.

¿Cuántas personas controlan Vox?

Un puñado, no más de media docena, las integradas en el llamado Comité de Acción Política, aunque en realidad el poder en Vox lo tiene una sola persona que es Abascal.

¿Él lo decide todo?

Él ha decidido que Macarena Olona sea la candidata de Vox a la Junta de Andalucía, como decidió que Juan García-Gallardo lo fuera en Castilla y León; se lo llevó un día a su pueblo, a Amurrio, e inmediatamente después lo nombró candidato.

Es mucho poder.

Claro, es que Vox es un partido piramidal y en la cúspide está Abascal con un pequeño sanedrín, uno de cuyos miembros es, por cierto, Kiko Méndez Monasterio, que ni siquiera tiene cargo orgánico y a quien Abascal llama su gurú.

Si tuvieras que trazar un retrato urgente de Abascal, ¿qué resaltarías de él?

Bueno, yo en el libro intento siempre huir de los adjetivos. Doy la información y que cada uno saque conclusiones. En todo caso, sí me parece chocante la circunstancia de que Abascal, que tiene el título en Sociología, hizo una tesis de fin de carrera que era una crítica muy lúcida al nacionalismo, centrada en el vasco pero en realidad sobre el nacionalismo en general, del que hace un análisis muy afinado de cómo se apoya en mitologías que no existen o apela a los sentimientos y emociones, no a la razón.

¿A dónde vas a parar?

A que él hace exactamente aquello que describía en su tesis. Me resulta difícil pensar que no sea consciente de ello. Allí habla, por ejemplo, de cómo el nacionalismo utiliza sucesos míticos, y luego, como líder de Vox, se va a Covadonga. Es perfectamente consciente de lo que hace.

¿Dirías, ya concluido y publicado el libro, que quedan zonas de sombra en Vox?

Muchas, sí. Vox es organización muy opaca en muchas cosas.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo en lo que se refiere a su relación con la secta mexicana El Yunque, de carácter secreto, integrista y ultracristiano, que capta hijos de familias muy católicas pero les prohíbe revelar a sus padres que pertenecen a la secta.

¿Está documentada su vinculación con Vox?

Yo he preferido incluir esa parte como anexo, no como un capítulo más del libro. El Yunque llega a España en los ochenta; su secretismo no gusta a la Iglesia, que le exige salir a la luz e inscribirse como asociación, pero no lo hacen directamente sino a través de una denominada Asociación Organización para el Bien Común, que inicialmente admite en su trámite registral que son una delegación de El Yunque, pero el Registro del Ministerio del Interior les exige demostrar dicha vinculación y ellos optan por suprimir de sus estatutos el artículo en el que se especificaba dicha relación con la secta mexicana.

¿Entonces?

Yo conseguí la inscripción original y entre los firmantes aparecía como tesorero Liberto Senderos Oliva, que figuraría en las listas electorales de Vox por Barcelona en las autonómicas de 2021; en 1980, por cierto, ya había sido candidato de Fuerza Nueva. Y, como explico en el libro, también existen vínculos probados entre El Yunque y el lobby integrista HazteOír, algunos de cuyos dirigentes son diputados de Vox.

¿Los partidos con representación en el Congreso no están obligados a declarar los vínculos que tienen con asociaciones?

Sí, de hecho, todos los partidos así lo declaran, salvo Vox.

¿Y eso se puede hacer?

Vox alega que no hace esa declaración porque atenta contra su libertad. Son un partido opaco.

¿Incumplir entonces esa norma del Congreso es gratis?

Claro, porque no se estipula ninguna sanción contra quien la incumple. Los diputados de Vox se limitan a dejar constancia de que no pertenecen a ninguna asociación que coarte su libertad como diputados.

Te propongo el juego de calificar de 1 a 10 a Vox en determinados ítems como fascista, neofascista, populista, nacionalista…

Prefiero no entrar en el juego, porque yo en el libro no le pongo ningún calificativo a Vox; ellos prefieren que los llamen populistas, pero he huido de los calificativos porque las etiquetas no sirven para conocerlos mejor, solo para encastillarse, tú me llamas fascista y yo te llamo comunista, etc.

Creo haber leído que sí te refieres a ellos en tu libro como neofranquistas.

Sí, pero en el sentido de que blanquean el franquismo, son reaccionarios, pero para mí eso no es lo más importante…

¿Y qué es lo más importante?

Que no es un partido democrático.

¿Qué quieres decir exactamente?

Que estoy seguro de que si a los 3,6 millones de votantes que tienen les dices que están votando a un partido que no es democrático, creo que eso les hace más efecto que cualquier calificativo, porque no creo que en España haya 3,6 millones de personas que rechazan la democracia. Decir: ‘señores de Vox, son ustedes no son democráticos’ es más demoledor y eficaz.

¿Pero por qué son menos democráticos que otros partidos? ¿Porque harían lo que ha hecho Viktor Orbán en Hungría si llegaran al poder?

Lo primero es que no respetan la libertad de expresión, y si llegan al poder no dejarán ejercer de periodistas a quienes ellos dicen que no lo somos. Eso ya lo está haciendo Orbán.

Entiendo.

Pero es que, además, ellos quieren imponer a toda la sociedad la concepción moral de una parte de esa sociedad, su concepción sobre el aborto, la eutanasia o el matrimonio gay. Tú puedes rechazar esa u otra concepción moral, pero eso es distinto a querer imponerla a otros. Si la alcaldesa de Barcelona permite ir en ‘topless’ en las piscinas públicas, ellos alegan, como hizo el diputado Ignacio Garriga, que eso atenta contra su derecho y el de su hijo a no tener que ver mujeres en ‘topless’ en un espacio público, de manera que para que ellos sean libres tú te tienes que tapar…

¿Hay más pruebas de cargo para condenarlos como no democráticos?

Desde luego. Vox no cree que la soberanía resida en el pueblo es español, que es la base de la democracia. Para ellos, la soberanía reside en la nación española, que la forman los españoles vivos, los muertos y los que están por nacer. Así, el 90 por ciento de los vivos siempre vamos a ser minoría ante los muertos y los que hay por nacer.

¿Y quién dice cuál es la voluntad de los muertos y de los que están por nacer?

Ellos, por supuesto. Esa es la base ideológica del ultranacionalismo. Abascal dice que si los españoles decidieran “suicidar a España” aceptando la independencia de Cataluña, Vox se opondría en nombre de la nación. Y, claro, son ellos quienes deciden qué es la nación, algo profundamente antidemocrático.

¿La relación que mantienen con los demás partidos también es antidemocrática?

Para que haya democracia tiene que haber campo común de juego, tú y yo somos adversarios pero si eres mi enemigo y no mi adversario, eso polariza el debate, te conviertes fácilmente en un traidor que quiere destruir España, que es lo que Vox dice de Pedro Sánchez; por tanto, si llego al poder y luego pierdo las elecciones, no puede cederle el poder a un traidor. Trump ya lo hizo en Estados Unidos.

¿Es lo que haría Abascal si llega al poder?

Tengo fundadas sospechas de que si Vox llegara al poder de verdad, no aceptaría la alternancia política llegado el caso. Y esto me parece mucho más importante que decir que son fascistas.