10 de octubre, 12 de la mañana. Un maravilloso sol ilumina el paseo marítimo de La Cala del Moral malagueña. Un astro sol, en comandita y mestizaje cómplice con una muy agradable brisa marina, hace que el día sea perfecto para pasear por la playa de este núcleo perteneciente al malagueño municipio de Rincón de la Victoria. Allí, justo a la hora y justo en el sitio acordado nos espera Eduardo Martín Toval, sin protocolo ni formalismos y con atuendo desenfadado propio de este "veroño" malagueño. Se le ve feliz y relajado aunque su fino verbo con retanca y a veces con ironía, permanece tal cual. "Echamos un rato largo" -tres horas- de charla distendida y fluida, pasando de un tema a otro y volviendo a anteriores.  Eduardo Martín Toval es parte de la historia reciente del PSOE -no es una "reliquia" pues tiene el reloj politico muy actualizado- y conoce secretos de la Transición política, de la segunda victoria de Felipe González, entresijos de las relaciones políticas y posee un anecdotario digno de ser escrito y publicado. En esto último está pero no con el proyecto de que sean memorias ni textos publicables,

Martín Toval, malagueño afincado por muchos años en Barcelona a donde llegó como inspector de Trabajo en 1967, fue, entre otras muchas cosas, uno de los personajes más relevantes en la unificación del socialismo catalán. Diputado del Congreso por Barcelona desde 1977. Intervino muy activamente en la elaboración de la Constitución Española y, sobre todo, del Estatuto de Autonomía de Cataluña, formando parte de la "Comisión de los Veinte". Vinculado al guerrismo, fue de 1986 a1 1993 portavoz del grupo parlamentario socialista y presidente del grupo.También fue diputado en el Parlament de Cataluña y constituyente del primer Estatuto. Al mismo tiempo fue catedrático de universidad en Barcelona. 

Actualmente vive con "júbilo" relajado su jubilación en su Málaga natal. Allí, en La Cala del Moral, compra todos los días la prensa -incluso deportiva-, lee, pasea matinalmente hasta "Los Túneles", charla en el "Juani", cine, amigos y reflexión con análisis político. Toda una lección magistral de historia política la que este que escribe pudo disfrutar de un libro abierto, y aún sin cerrar, de un maestro de la política.

¿Cómo ve la situación actual de Cataluña ante el desafío independentista?

La situación a día de hoy (13 de octubre de 2017) es caótica con un punto de esperpento. Caótica porque las diferentes opiniones, declaraciones, asertos y diversas expresiones que se emiten por unos y otros sobre el tema parecen tener cada una como única referencia su propio contenido. Son soliloquios más que formas de interlocución o diálogo.
El esperpento lo aportan fundamentalmente las instituciones de la Generalitat de Cataluña y es claramente perceptible en cada momento del llamado "Procés". La “declaración unilateral de independencia” declarada sí pero no, y aplazada (o no se sabe qué) en sus efectos hasta no se sabe cuándo es el culmen de lo esperpéntico: para reír o llorar si no estuviéramos ante el ataque más grave a la democracia española en sus 35 últimos años de sólida vigencia.

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En su opinión ¿qué causas han propiciado que se haya llegado a esa situación?

El análisis de las causas profundas que nos han traído aquí requeriría un estudio que excede en mucho de una opinión al vuelo como la que se me pide. Pero yo las sintetizaría en algo que analizado racionalmente podría entenderse contradictorio con la causación de esos efectos independentistas. Desde 1980, primeras elecciones democráticas al Parlamento catalán y constitución de la nueva Generalitat estatutaria y por ende constituyente, los sucesivos gobiernos nacionalistas (y también parcialmente, al menos, los ‘tripartitos’) han hecho un uso extensivo y, no pocas veces, abusivo de aquéllas competencias que podían dirigirse al objetivo de catalanizar la sociedad: utilización sectaria y no pluralista de los medios de comunicación públicos y condicionamiento por las subvenciones de los contenidos de los privados; generalización a través de las competencias educativas de la priorización del catalán sobre el castellano en la enseñanza, hasta el punto de casi hacer desaparecer en según qué casos y zonas la enseñanza en y del castellano; y todo el proceso de inmersión lingüística. Todo ello enmarcado en un relato de la historia de Cataluña que en la mayoría de las ocasiones tiene y ha tenido poco o nada que ver con la historia, como han puesto de manifiesto estudiosos y expertos, catalanes y no catalanes. Pareciera pues que este uso (y a veces abuso) competencial de las autoridades legítimas de Cataluña para potenciar los derechos propios, lingüísticos y culturales básicamente, de los ciudadanos catalanes debiera haberse reconocido y valorado por ellas como un valor positivo de la nueva etapa que se inaugura con la Constitución de 1978 y el Estatuto de 1980.

Pues no. Ese recorrido competencial de más de 35 años ha posibilitado la progresiva conversión del nacionalismo en soberanismo y, hoy, en independentismo. Y todo ello, con la aquiescencia, tácita al menos, de los partidos gobernantes en España: tanto UCD, como PSOE y PP, cuando han necesitado en las Cortes los votos nacionalistas catalanes han cedido a exigencias de éstos. 

Los últimos episodios de los años más recientes (de 2012 a acá) rozan ya lo esperpéntico y dejan al aire las partes más pudendas de la política catalana y española: nuevo Estatuto, recurso contra el mismo y sentencia del Tribunal Constitucional, conversión de las Diadas del 11 de septiembre en gran movilización de masas, generalización del concepto de derecho a decidir como sucedáneo o tapadera del derecho a la autodeterminación, exigencia de un referéndum de autodeterminación, celebración de dos pseudo-referendums el 9 de noviembre de 2016 (tras el que la CUP, de izquierda anticapitalista, condiciona el gobierno nacionalista de Puigdemont) y el 1 de octubre de 2017, este último tras aprobar en una sesión astracanada del Parlament dos leyes (de referéndum y de transición a la independencia) que suponen un auténtico golpe de estado contra la Constitución y contra el propio Estatuto de Autonomía de Cataluña.

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¿Qué solución atisba y en que cree que acabará todo este proceso?

La solución que se atisba y cómo puede acabar todo esto, pasa hoy por verificar si Puigdemont cumple el doble requerimiento que le ha formulado el gobierno de la Nación con el apoyo de PSOE y Ciudadanos. Si lo hace, volveríamos a la situación anterior a los últimos acontecimientos y, formalmente al menos, todos estaríamos cumpliendo el orden constitucional vigente pero sin haber dado solución de fondo al desafío anticonstitucional planteado por el gobierno catalán. Por ello creo que, en tal caso, aparte la continuación y finalización de los procesos judiciales abiertos, debiera abrirse un proceso electoral al Parlament de Cataluña previa disolución del actual. Y al mismo tiempo ponerse en funcionamiento la comisión o ponencia ya creada en el Congreso de los Diputados para estudiar y abordar la posible reforma constitucional. Si Puigdemont no cumple con los requerimientos gubernamentales no cabe sino seguir con la aplicación del artículo 155 y remitir el Gobierno al Senado, para su aprobación por éste, las propuestas de medidas de actuación en la comunidad autónoma catalana. Naturalmente seguirían su curso los procesos judiciales relacionados con el conflicto, y podría activarse, en su caso, el procedimiento acordado de reforma constitucional.

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Alfonso Guerra, persona a la que usted estuvo muy cercano, ha afirmado que es partidario de aplicar en Cataluña el artículo 155 de la Constitución. ¿Coincide con esa apreciación del ex vicepresidente del Gobierno?

Creo que en mi anterior respuesta ya se percibe mi posición favorable a la aplicación en este caso del artículo 155 de la Constitución. Y, sin contar con todos los elementos de conocimiento y convicción a los que normalmente puede acceder el Gobierno, pienso que seguramente debiera haberse activado antes la aplicación de ese artículo.
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La intervención pública de Josep Borrell tras la manifestación de Barcelona ha provocado olas de simpatía y admiración. ¿Cómo valora esa intervención?

Desde hace ya tiempo Borrell ha sido muy contundente en sus críticas a las falaces afirmaciones de los nacionalistas, en particular sobre cuestiones económicas: “Espanya ens roba”, o las “balanzas fiscales”. No ha desaprovechado foro ciudadano, participación en redes sociales o debate en medios de comunicación para dejar al aire las vergüenzas y mentiras de los independentistas. Y todo ello con datos de la realidad y argumentos veraces. Recuerdo en particular un debate televisivo con Junqueras (vicepresidente económico de la Generalitat) en que éste quedó retratado como falsario, inepto e incapaz de vestir su nacionalismo-independentista con algo más que el desnudo sentimentalismo: “Diga usted lo que quiera, pero yo quiero y seguiré queriendo la independencia de Cataluña”. Ha sido el socialista que, de manera más razonada y profunda, ha contestado al nacionalismo rampante. Ha sido muy importante su intervención tras la reciente manifestación de Barcelona.

E.P.: Le pido un análisis complejo y arriesgado: ¿Cuál es el presente y el futuro de su partido, el PSOE?
E.M.T: Ésta es seguramente la cuestión más difícil de responder en unas líneas. Como posiblemente sea imperativo lógico de la historia, el Partido Socialista de hoy es muy diferente del que participó en la Constitución de 1978 y del que gobernó el país de 1982 a 1996.

Pero ya en los años finales de esa feraz etapa de gobierno socialista se inició un proceso de reforma del partido -simplistamente catalogada como lucha de “guerristas frente a renovadores”- que en el fondo lleva hasta la situación actual. Se trataba, a mi entender y resumidamente, de descapitalizar el partido en favor de la presencia en las instituciones a las que el mismo accedía democráticamente. El partido deja progresivamente de debatir internamente y los documentos programáticos, estratégicos o tácticos, aún cuando se siguen aprobando en congresos o comités, no son consecuencia de proyectos redactados, estudiados y debatidos con tiempo y serenamente por el conjunto del partido, desde las agrupaciones hasta su máximo órgano, para convertirse en textos que se presentan a las “bases” para su validación, sin más. La imagen de las sedes locales del partido (“Casas del pueblo” las llamábamos) permanentemente abiertas y bullentes se convierte en locales cerrados que sólo se abren prácticamente para ratificar las listas de compañeros que el partido presentará  a la institución de turno. No veo para el futuro más o menos inmediato una imagen diferente a la resumida.

En el pasado usted declaró que no le gusta el sistema de primarias puesto en marcha por su partido ¿Lo sigue manteniendo actualmente?

Sí. Creo que son parte fundamental en los motivos de la pérdida de personalidad propia del partido como organización. Tampoco han servido, a mi parecer, para hacer emerger liderazgos más robustos e influyentes. Fui seguramente de los primeros en experimentarlas personalmente en las celebradas para las elecciones municipales de 1999 y, aunque seguramente no deba generalizarse, en las mías pasó de todo… Y desde luego votaron algunos que no debían ni podían... en fin.
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¿Qué significan para usted Cataluña y Málaga?

Málaga es mi patria chica muy querida y a la que, una vez cumplido el grueso de mi dedicación profesional y política, pude volver para vivirla, recordarla y disfrutarla.
Cataluña fue la sede mi primer trabajo profesional serio, la tierra en que nacen mis hijos (y más tarde mis nietos), el país en que concreto más decisivamente mi dedicación política, primero contra la dictadura y más tarde en la construcción de la democracia y participando en ella. Dos tierras, dos amores, dos motivaciones diferentes pero muy valoradas por mí. 

Se le ve feliz ¿Cómo es su día a día en Rincón de la Victoria?

No es exactamente en Rincón, sino en La Cala del Moral. El municipio es Rincón de la Victoria, pero La Cala del Moral (uno de sus enclaves urbanos) es mi pueblo.

Vivir la vida con mi mujer. La playa y el mar (el mediterráneo, naturalmente). Leer, escribir, ver cine, estar con los amigos y conocidos. Encargarme de la cocina y su impedimenta. En todo ello (y algo más, sin duda) ocupo mi tiempo a esta temprana edad mía de 75 años.