Miércoles, 11.27.- Tengo un email. Viene de Angola, de un amigo (grande y negro como esas noches de noviembre) que tengo de allí y que de vez en cuando le hago el favor de pasear por Madrid con esa displicencia de yo no soy racista. Me desea salud y suerte, que cómo llevo el confinamiento, que allí lo tengo para lo que haga falta: Yo (ipsa), que era la inspiración de Carolina Herrera; yo que sólo sentía una especie de lástima con libros; yo, que me he pasado los interminables años de uniforme del cole con la hucha del Domund por los negritos de África.
Miércoles, 12.45.- Sé que le voy a dar la mañana a mi altocargo. Le enseño un periódico preñado de odio. Caldo de los huesos de los muertos a toda plana. Después de vomitar debidamente (tres veces), mi altocargo saca toda su poesía a pasear: creo que fue Sartre el que se meó en la tumba de alguno de esos.
Miércoles, 14.47.- Ramón Gaya y una cierta indignación a propósito de la propaganda en la Guerra Civil, incluso de su bando: la guerra (¿pandemia?) no es una marca de coches.
Miércoles, 14.48.- Busco y encuentro a Santos Juliá en sus dos españas: dos bandos irreconciliables y separados por un mar de sangre.
Miércoles, 17.50.- En la ya pleistocénica época de Susana (aquellos tiempos sin tantos pijos) en coalición con las izquierdas de las izquierdas, sus consejeros comunistas iban al consejo de Gobierno por las mañanas y a las manifestaciones contra las decisiones del Gobierno por las tardes. Se hacían la oposición a sí mismos. Eran felices.
Miércoles, 16.53.- Mi altocargo cuenta mucho que fue enfebrecido a la Córdoba de Anguita a solazarse con el arcoíris de la utopía de la tierra llamada libertad. Pero estaba lloviendo y había muchos baches.
Miércoles, 16,55.- Teresa Rodríguez, su firma de ahora, incluso sin gobernar, rezuma ese impagable regustillo de la superioridad moral de vivir contundente y bastante bien, del no. Puestos en lo peor, siempre le quedará su plaza.
Miércoles, 17.05.- Cuando aparecen los problemas de la puta vida y con ellos, las contradicciones de gobernar y además equivocarse, no saben las izquierdas de las izquierdas si es mejor hacer de vicepresidentes por las mañanas o darse un gustazo contra la mala conciencia y un hostión al Rey por las tardes. O las dos cosas a la vez. En esas diarreas onanistas de gobernar contra uno mismo se ahoga Iglesias y los cada vez menos suyos, mientras le da alas al periódico preñado de odio para que escupa su veneno por encargo “de la libertad”.
Miércoles, 22.47.- Escribo de vuelta a Angola: me han dicho que Luanda es muy agradable.