Imposible no escribir estas impúdicas líneas en primera persona. Pero, como pardillo mayor del reino, tengo derecho a defenderme. Debo ser no el único pero sí de los poquísimos pasajeros pobres que viajábamos entre la distinguida clientela de ese crucero llamado ‘Abstención’ que, tras diez largos meses de errática travesía, acaba de atracar en Bahía Moncloa.

La mía es una triste historia. Y es que yo, maldita sea mi estampa, siempre fui favorable a la abstención del PSOE ante la investidura de Rajoy. De hecho, me embarqué en ella la misma noche del 20D aunque sin llegar jamás a imaginar, ¡lo juro por Felipe!, hasta dónde llegaba la turbia calaña de mis compañeros de pasaje. Tras escuchar a Pedro Sánchez en la entrevista naif que la otra noche le regaló Jordi Évole en La Sexta, ahora sé muy bien, ay de mí, quiénes eran aquellos pasajeros: Gente en la Sombra que Maneja Fríamente los Hilos del Mundo Mundial. Tipos Infames que Administran sin Remordimiento la Verdad y la Mentira. Agentes al Servicio del Capital Internacional, Nacional y Autonómico. Hienas de Telefónica. Lobos del Santander. Alimañas de Endesa.

De entrada, no. Y de salida, lo mismo

Aquella aciaga noche del 20 de diciembre de 2015 opiné en la televisión que, con tales resultados, el PSOE debería abrir una puerta a la abstención haciendo lo mismo que había hecho con la OTAN 30 años antes: ‘Rajoy: de entrada, no’. Lo que hizo en cambio fue proclamar ese ‘no’ rocoso, ciego y vengativo –y todo hay que decirlo: algo tontorrón– que lo ha conducido al abismo en donde ahora se halla.

Luego me he enterado de que, tras diez meses resistiendo heroicamente las presiones del Verdadero Poder Cuyo Rostro Nadie Conoce, la abstención aprobada por el PSOE no habría sido en realidad una decisión libre de los 300 pardillos de su Comité Federal, sino más bien el resultado de una sutil operación diabólicamente diseñada por los plutócratas del IBEX 35 con la colaboración vergonzante de sus esbirros Juan Luis Cebrián y Felipe González. Así que lo que yo creí que solo era mi humilde parecer favorable a la abstención formaba parte en realidad de una monstruosa conspiración ideada ¡para que no gobernara Pedro Sánchez con Podemos!

Así pues: yo, conspirador involuntario. Así pues: yo, tercer hombre. Así pues: yo, tonto útil que se ha pasado casi un año haciéndole el juego a las Fuerzas del Mal sin sospechar la envergadura de esa portentosa maquinaria de la cual mi humilde persona no era más que insignificante tornillo.

¡Quiero cobrar!

A partir de ahora no pienso dejarme engañar así como así. Seré tan malo como ellos. El hombre que fui nunca habría pensado, por ejemplo, que los tipos del Comité Federal que votaron abstención podían perfectamente estar comprados. El torvo y desconfiado Hombre Nuevo que han hecho de mí, sí que lo piensa. ¡Yo defendiendo la abstención sin cobrar y ellos forrándose a mi costa! Pues bien, señores del IBEX, pues bien señor Alierta, señora Botín, señor Fainé, señor Cebrián, escuchadme bien todos vosotros ustedes: ¡¡¡quiero mi parte del pastel!!! ¿Estamos? ¡MI-PAR-TE! ¡Y la quiero ya!

¿Pruebas? Las tengo de sobra para sostener mi reclamación: hay grabaciones, crónicas, artículos, correos, wasaps, SMS… que demuestran que yo estuve con los conspiradores desde primera hora; puedo meter ahora mismo todo ese material en un ‘puto pen drive’ y mandarlo adonde haga falta. Y como no cobre, ¡me oiréis! Vaya si me oiréis: capaz soy de empezar a defender el ‘no’ con la misma fe con que antes defendí la abstención. No en vano me llamo Antonio, como Hernando.