No es precisamente el frenesí exagerado el que anida ahora entre las filas del PSOE, ni se sostiene  la misma risa floja que se ha instalado entre gran parte de los populares. La legislatura que ha tocado a su fin, marcada por la crisis económica, más me recuerda al viejo chiste taurino de Lucero el caballo del picador sin peto que era cosido entre toro y toro, y cuándo ofreció resistencia para salir en el último, el varilarguero le dijo: “Lucero anda, que estás tú mu consentío”.

Bromas aparte, desde el hundimiento del Lehman Brothers, que ya ha ganado en fama y desgracias al Titanic, la acción de gobierno es un estado de arrojo responsable con los electores, pero al mismo tiempo desdeñada, porque se mueve a socaire de los mercados y por encima de todo de los “mercachifles y matatías” in english. No hay dirigente que se apreciara de economía que no se deprecie, que no esté sufriendo del rechazo de su ciudadanía, demos una ojeada allende nuestras fronteras.

Desde hace ya bastantes años, la política y los políticos vienen asumiendo el éxito de muchos  acontecimientos intangibles y laureándose por acciones que no están en la órbita de sus decisiones de poder. Consecuentemente, los fracasos que viven las sociedades que gobiernan, también se convierten en los errores de su acción, sin que apenas trasluzcan los responsables reales. Este es un defecto de las democracias que hemos contribuido a crear, donde son fáciles respuestas como la que dio Aznar a un corresponsal británico “el milagro  español soy yo”,  como consecuencia del repunte de los datos financieros.

Rubalcaba, ejemplo de buen gobernante, de ser capaz y experimentado, de excepcionales  recursos dialécticos, ha tomado el liderato y la responsabilidad de ser el candidato socialista. Desde los que ven el toro desde la barrera, o desde el graderío inhóspito tantas veces vociferante, ante un hombre que ha manifestado tanta cordura, su paso al frente, parece el de un tremendista que por vestirse de luces, está dispuesto a soportar todos los revolcones del astado.

Muchos tenemos el convencimiento de que detrás de nuestras ideas sociales, nunca el camino puede ser de pétalos de rosas. Rubalcaba constituye nuestro ejemplo para los convencidos socialdemócratas, “en la salud y en la enfermedad”. Su voluntad es la esperanza de los que nos sentimos animados por la actitud de que en las circunstancias difíciles, tenemos la obligación de convencer a la ciudadanía  de que por encima de la crisis: están el rigor y el trabajo del gobernante; la atención a la gran mayoría  de los ciudadanos en sus dificultades; y la construcción de los nuevos escenarios de la economía, dónde una mayor participación colectiva sea un hecho, frente a las élites responsables del desaguisado actual.

Contra  la desidia en la que pretenden ahogarte las encuestas de cara al 20N, para animar al  graderío desolado que, como gran parte de los soldados de Gedeón se sumergen  y doblan la rodilla para beber agua, está la voluntad seria de las ideas, los programas, el buen gobierno. Como dice el viejo dicho: “hasta el rabo todo es toro”.