Puedo citar a Gil de Biedma: “Ignoro si alguna vez seré comunista pero lo importante es acabar con lo de ahora”. Afiliados al PCE o simples compañeros de viaje  en el “campo abierto del relato de la reconciliación”. Estamos en 1956, faltan treinta años para que nos nazca el niño Garzón y se empiezan a producir los primeros pasos juntos entre jóvenes vencidos y jóvenes vencedores.

Puedo citar a Enrique Tierno en 1964: “La guerra civil debe ser asimilada como un hecho histórico que tiene el oscuro carácter de una culpa colectiva; pretender que la mentalidad de la guerra civil se perpetúe es inútil y, a todas luces, inmoral”.

Puedo citar los últimos párrafos de Santos Juliá en su libro 'Historias de las dos Españas': “Los intelectuales españoles tardaron en aprenderlo pero al fin, cuando avanzaban los años sesenta del siglo XX, lo repitieron en todas las ocasiones posibles con el doble propósito de erosionar los fundamentos de una dictadura construida sobre una guerra de venganza y exterminio y preparar un terreno común en el que fuera posible edificar la paz civil y la convivencia entre ciudadanos”.

Podría escribir con Juliá que la reconciliación y la democracia es el relato que destruye los grandes relatos, especialmente el de las guerras y el de los traidores, pero seguramente el novísimo y gran líder de Izquierda Unida Alberto Garzón me acusaría de colaboracionista con las derechas y de conspirar para destruir su relato de una izquierda más radical.

Mi altocargo, que tiene esa edad en la que todo ha sido posible, en latín y a la vez (la primera comunión, la llegada de la electricidad al pueblo, las lágrimas de las esposas de los emigrantes, la venta a plazos, los tiempos de silencio, el amor libre, la tele en color), y yo creíamos hasta ayer mismo que la izquierda y especialmente la izquierda comunista y en su nombre su secretario general de entonces, Santiago Carrillo, habían hecho una contribución esencial, pagada con vidas, cárcel, represión, exilio y muchos sufrimiento para la reconciliación de los españoles y con ello la recuperación de la democracia y de los derechos y las libertades.

Ha tenido que venir este chico Garzón a sacarnos del hondo pozo de la ignorancia: Carrillo, con su moderación, contribuyó a perpetuar los privilegios del franquismo y la democracia resultante no ha sido más que un simulacro controlado por los poderes fácticos que ganaron la guerra civil.

Mi altocargo y yo tenemos la memoria y las llagas de la vida aradas de comunistas que se dejaron algo más que el resuello para que pudiéramos vivir en libertad. Recordamos las lágrimas de felicidad de Paco Portillo el día de la legalización del PCE cuando todavía tenía muy reciente el cuerpo molido a palos por sus torturadores.

Recordamos la dramática tensión de los días de la matanza de Atocha y la determinación del PCE para que aquello no se convirtiera en una trampa mortal para una nueva involución. Pero una de dos: o nuestra memoria flaquea por el óxido del tiempo o tal vez aquellas muertes, palizas, exilios y sufrimientos no fueron más que falsa propaganda pactada por Carrillo con el fascismo para alfombrar una democracia de mentirijilla.

Este chico Garzón nació en el 85, años en los que todos vivimos con pavor la opresión del ejército y de la policía política, la liquidación de los derechos fundamentales, la angustia de la censura previa, la encarcelación de los disidentes y el asesinato de los opositores. Se comprende que, criado en un entorno de tanta brutalidad y ausencia de libertades, Garzón reivindique la verdad histórica contra quienes como Carrillo fueron líderes de un comunismo de ópera bufa.

Por fin la izquierda pura sin la pus socialdemócrata. Por fin un líder para una izquierda menos maricona, por fin un hipster encantado de conocerse que ha tenido el valor de sepultar a Izquierda Unida en el pantano de Podemos, a cambio del plato de lentejas de su vanidad mediática.