Este domingo 14 de junio el Parlamento andaluz era una fiesta. Pocas veces se ha visto a dirigentes y altos cargos socialistas tan genuinamente felices en una toma de posesión presidencial. Ese estado de ánimo reflejaba la sensación generalizada en el Partido Socialista de que el demorado desenlace final de la investidura les ha sido favorable y no solo por la solidez y ambición del pacto suscrito con Ciudadanos, sino porque quienes de entrada rechazaron el pacto –Partido Popular e Izquierda Unida– o pusieron condiciones demasiado onerosas en opinión del PSOE para hacerlo posible –Podemos– no han obtenido rendimiento alguno con su estrategia. En política, las victorias propias saben mejor si van acompañadas de disgustos ajenos.

No había comparación con la primera toma de posesión, en el otoño de 2013. En aquella ocasión Susana Díaz era presidenta porque su antecesor José Antonio Griñán había decidido que lo fuera. Esta vez, se ha ganado el cargo en unas elecciones, que es lo que ansiaba casi desde el momento mismo en que llegó a San Telmo dos años atrás y lo que IULV-CA no tuvo suficientemente en cuenta en aquella aciaga hora de diciembre de 2014 en que puso, sin pretenderlo, fecha de caducidad al pacto de gobierno.

MUCHO PSOE…

Hubo demostración de poderío orgánico por parte de Susana Díaz y los socialistas andaluces. En la ansiada toma de posesión de la presidenta estuvo el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, y su número dos César Luena; el portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona; el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero; el ex presidente del Congreso Manuel Marín; los exministros José Bono, José Blanco o Trinidad Jiménez; los futuros presidentes de Castilla-La Mancha y Valencia Emiliano García Paje y Ximo Puig; los futuros alcaldes socialistas de varias capitales andaluzas...

Falló Felipe González, cuya presencia había sido anunciada. Como fallaron, pero era previsible que lo hicieran, los expresidentes Manuel Chaves y José Antonio Griñán, cuyo futuro pende del hilo del Tribunal Supremo que examina su actuación en el caso de los ERE. No es justo que no pudieran estar ahí, pero la política está repleta de injusticias a las cuales es imposible escapar.

Por parte del Gobierno estuvo el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, que no llevaba ningún discurso escrito pero que, considerando sus habilidades oratorias, tal vez debería haberlo llevado. El jiennense diputado por Sevilla hizo un canto a la lealtad y la colaboración institucional sobre las que habría tenido mucho que matizar la sufrida titular andaluza de Hacienda María Jesús Montero.

…Y POCA OPOSICIÓN

La oposición fue, en cambio, mucho más cicatera en su presencia, que estuvo restringida prácticamente al mínimo común institucional. Ni Juan Manuel Moreno por el PP, ni Teresa Rodríguez por Podemos, ni Antonio Maíllo por Izquierda Unida estuvieron en el acto. Por no estar, ni estuvo el líder de Ciudadanos, Juan Marín, socio preferente y único de los socialistas en esta comprometida décima legislatura que, de hecho, ahora comienza. En un contexto menos eufórico se les habría echado de menos y hasta se habría podido considerar que le hacían un feo a la presidenta.

Quien sí estuvo, y le honra el gesto, fue el alcalde electo de Málaga, Francisco de la Torre, que volvió a demostrar ese talante conciliador que ahora le ha permitido renovar, mediante pactos, una Alcaldía que otros compañeros suyos han perdido por no haber tendido puentes personales y políticos con los partidos de la oposición durante sus mandatos.

ALGO, PERO MÁS BIEN POCO, SOBRE EL GOBIERNO

Susana Díaz hizo, como requería la ocasión, un discurso conciliador, de mano tendida a todos aunque enfatizando algunas prioridades, que luego confirmaría en varias entrevistas, como el fortalecimiento de los servicios públicos.

El futuro Gobierno, que se conocerá en los próximos días, sufrirá una significativa remodelación: las áreas específicas de salud, educación y economía tendrán consejería propia, lo cual significa que muy probablemente aumentará el actual número de once, que está muy bien en términos de sobriedad democrática pero no tanto en términos de eficiencia política.

Por lo demás, poco, prácticamente nada se sabe de cuál será su composición, aparte de que será paritario. Ni siquiera los quinielistas más temerarios se atreven esta vez a hacer conjeturas. Díaz es extraordinariamente celosa en ese asunto y se cuida mucho de que no haya ni una filtración: de hecho, es muy posible que haya hablado con alguno de los futuros consejeros, pero es seguro todavía no lo ha hecho con ninguno de los varios que sin duda dejarán su cargo.