La sanidad pública andaluza atraviesa su mayor crisis de credibilidad desde que el Partido Popular llegó al poder. El escándalo del cribado del cáncer de mama, con miles de mujeres afectadas por la cancelación y retraso de pruebas, ha destapado una gestión sanitaria cuestionada incluso desde dentro del propio Ejecutivo. En pleno terremoto político, Juan Manuel Moreno Bonilla ha decidido no nombrar un consejero exclusivamente dedicado a Salud, una decisión que reabre el debate: ¿está el presidente despreciando a la sanidad pública al relegarla dentro de otra cartera?

El caso estalló cuando varios medios revelaron que miles de mujeres andaluzas habían quedado fuera del programa de detección precoz del cáncer de mama, al no ser citadas en tiempo y forma por los servicios de salud. La Junta reconoció que el fallo afectó a distintas provincias y prometió una “revisión urgente” del sistema, pero la indignación social se propagó con rapidez. Asociaciones de pacientes y colectivos feministas denunciaron que “no se trata de un error técnico, sino de una negligencia estructural”.

La respuesta política no tardó. Moreno Bonilla destituyó a la entonces consejera de Salud y anunció una reestructuración del Gobierno andaluz. Sin embargo, el movimiento sorprendió a propios y extraños: en lugar de fortalecer el área con un perfil sanitario independiente, decidió integrar la Consejería de Salud bajo una macrocartera que incluye Presidencia y Emergencias, encabezada por Antonio Sanz. Una fusión que, según el Ejecutivo, busca “mayor coordinación y eficiencia”, pero que en la práctica ha sido leída por sindicatos, profesionales y oposición como un síntoma de desprecio institucional hacia la sanidad pública.

Desde el ámbito médico, la crítica es unánime. La Sociedad Andaluza de Medicina Familiar y Comunitaria (SAMFyC) calificó la decisión como “una pérdida de representación política para un servicio ya debilitado”, mientras que el Sindicato Médico Andaluz lamentó que “la sanidad pública vuelva a quedar subordinada a otros intereses que nada tienen que ver con la salud de los andaluces”.

Los partidos de la oposición han sido aún más duros. El PSOE andaluz acusó al presidente de “convertir la salud en una carpeta más del despacho de Presidencia”, y Adelante Andalucía denunció que “no se puede hablar de errores administrativos cuando lo que hay es desinversión, privatización y desprecio por la vida de las mujeres”.

El creciente peso de la sanidad privada en la región alimenta esas sospechas. En los últimos años, los conciertos con empresas privadas se han disparado, superando los 3.000 millones de euros desde que Moreno llegó a San Telmo. A eso se suman las listas de espera más largas de la última década y el deterioro de la atención primaria, donde las citas con el médico de familia pueden tardar semanas en algunas provincias.

Mientras tanto, el presidente andaluz insiste en que su gobierno “no renuncia al modelo público” y que la integración de Salud en una macroconsejería “garantiza una gestión más ágil y transversal”. Pese a ello, las declaraciones no han logrado apaciguar el malestar. La sensación generalizada entre profesionales y pacientes es que la sanidad pública ha perdido peso político y capacidad de interlocución justo cuando más necesita recursos y liderazgo.

Por eso, la pregunta vuelve con fuerza: ¿Desprecia Moreno Bonilla a la sanidad pública al no tener un consejero solo para Salud? ¿Es un error de enfoque o una estrategia deliberada para reducir su protagonismo?

Encuesta
ENCUESTA: ¿Desprecia Moreno Bonilla a la sanidad pública al no tener un consejero solo para Salud?
Moreno Bonilla. EP

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