De todas las mujeres que actualmente cumplen condena, una escasa minoría ha delinquido. La inmensa mayoría son el daño colateral del tráfico de personas o víctimas de violencia de género que roban porque sus parejas se lo piden, generando una deuda contractual que nunca acaba. Otras son la consecuencia de familias desestructuradas, problemas de drogadicción o salud mental, lo que les convierte en objeto de una doble invisibilidad, siendo así, excluidas de la sociedad por un sistema que las supedita.
La presencia de mujeres que cumplen condena en centros penitenciarios es escasa por no hablar de las historias sobre ellas. Dos de los géneros cinematográficos menos relacionados con el protagonismo femenino han sido el drama carcelario y el thriller. Ante la necesidad de plasmar nuevos roles para la mujer, ElPlural.com accede en primera persona al universo que supone el cierre de la cárcel de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) que tendrá lugar el próximo 23 de mayo del presente año
Mientras que la realidad que la Fundación Prolibertas nos describe acerca de la presente situación parece superar la trama planteada en El patio de mi cárcel (2008) y Mapa de los sonidos de Tokyo (2009), obras de Belén Macías e Isabel Coixet, respectivamente, las tres confluyen en el ámbito de la criminalidad y la lucha contra la misma.
Se entrelazan varios agentes implicados en el cierre de la cárcel: las mujeres presas-como principales afectadas-; los funcionarios de prisión, también reubicados; y, como nexo conector entre ambas, fundaciones como la de Prolibertas.org (entidad sin ánimo de lucro que trabaja por la inclusión social y laboral de colectivos en situación de vulnerabilidad), convertida en el eje transversal de esta historia. Las chicas de Prolibertas nos cuentan la cruda realidad que vivirán las aproximadamente 70 mujeres en las cárceles mixtas a las que serán trasladadas tras el desalojo de Alcalá de Guadaíra.
Hablamos con María y Sara (estos nombres responden a un pseudónimo por petición de las entrevistadas para preservar su anonimato). Ellas son fuentes de Prolibertas que nos abren las puertas de la fundación para convertirse en las narradoras protagonistas sobre lo que supone el cierre de la cárcel de Guadaíra, para su reconversión en Hospital Psiquiátrico Penitenciario que a su vez sustituirá al actual Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Sevilla 1.
“Los funcionarios de prisión están acostumbrados a trabajar de una manera determinada durante 20 años”, nos cuenta Sara, quien añade que “así que ahora tendrán que ser reinsertadas con lo que ello supone”. Pero sin duda las principales afectadas son las mujeres que cumplen condena porque al ser reubicadas en cárceles mixtas van a perder sus puestos de trabajo. “Es una cárcel de hombres en la que todo está dirigido a hombres”, nos informa María.
La compleja realidad en prisión
En la cárcel de mujeres, hacen labores muy variopintas, actividades que, mayormente, se ejecutan porque hay acompañamiento por parte de entidades sociales, como es en este caso Prolibertas: “Promovemos una serie de actividades dentro del centro penitenciario”. María, nos aclara que después hay otros proyectos financiados por parte de la Institución a los que asisten, pero “la mayoría de actividades lúdicas o de formación se llevan a cabo a través de entidades sociales”.
Aquí, tienen talleres de habilidades, relacionados con temas de igualdad, pero en las cárceles mixtas (que mayoritariamente son masculinas), se entiende que sí deberían hacer todas estas actividades, pero “tienes que presentar el proyecto, que Instituciones Penitenciarias se lo valide, que entre dentro del cronograma de esta nueva prisión en la que serán reubicadas las mujeres (…), porque evidentemente tiene un equipo de tratamiento diferente al de Alcalá de Guadaíra”, cuenta preocupada María.
“Requiere estudio porque no siempre es viable montar un grupo o actividad específica para tres personas. Tú en un centro de hombres, puedes diversificar en diferentes módulos y las necesidades que tienen ellos, no son las mismas que tienen las mujeres. Una actividad puede recrearse en varios de esos módulos. Si ellas están en un único módulo, atestarlas a determinadas actividades es imposible”.
¿Qué implica ser reubicada en una cárcel mixta?
Existen las UTEs, que son las Unidades Terapéuticas y Educativas: programas de tratamiento cuyo objetivo es el de profundizar en las herramientas terapéuticas que incidan en la superación de las carencias que presentan los internos drogodependientes. Por otro lado, contamos con los PAIEM, que son Programas de Atención Integral al Enfermo Mental. “Tienen su dinámica dentro del módulo con actividades específicas, con terapias, pero en un módulo ordinario normal donde están todas juntas, no”, explica Sara.
Tristemente, las mujeres reubicadas no se beneficiarán de programas específicos ni tratamientos ad hoc a la carencia que cada una tenga porque “son minoría, estarán todas mezcladas, si hay un problema entre ellas o una tiene una determinada necesidad que cubrir, esa no se cubre. Se habilita un espacio para mujeres dentro de la cárcel, y se cubre “desde dentro del módulo de la manera que se pueda cubrir, pero no con una proyección como tienen los hombres”, aclara María.
"Ahora sí tienen un conflicto entre ellas", expresa María. Para ella, "han de resolverlo sí o sí ya que no me van a separar para distanciarme durante un tiempo hasta que las aguas se calmen”.
María pone en valor que el trabajo que ellas realizan es un vértice del triángulo compuesto por Instituciones Penitenciarias y otras entidades colaboradoras. Prolibertas le ha dado la mano a la Junta de Andalucía para que el Instituto Andaluz de la Mujer pueda acceder a realizar intervenciones en Alcalá de Guadaira. El hecho de impartir una serie de talleres por parte del personal de la Junta de forma voluntaria supone una formación increíble para estas mujeres.
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