De las muchas cosas que hemos aprendido de la pandemia una de las más importantes es que la distancia física interpersonal nos preserva de posibles contagios y eso nos ayuda a mantener nuestra salud. Esa distancia que ya guardamos en nuestras salidas y desplazamientos, en los lugares de trabajo rediseñados y redistribuidos para la nueva realidad y que observaremos en las vacaciones futuras, nos va a librar de muchos problemas.

No ocurre lo mismo en el mundo virtual, en nuestra vida enredada a las pantallas y a las plataformas. En este ámbito ha ocurrido lo contrario: se han acortado las distancias y el cuñado al que veíamos muy de vez en cuando ahora nos acosa en Whatsapp con sus fijaciones políticas y sus ocurrencias humorísticas de mal gusto.

Algo similar se ha producido con el aumento del teletrabajo, aunque estemos a kilómetros de nuestro lugar físico de trabajo, la distancia mental ha casi desaparecido y eso, unido al confinamiento, incrementa nuestro estrés.

La pandemia ha vaciado físicamente los parlamentos, las ruedas de prensa, los plenos municipales y provinciales, pero el ruido político en las redes se ha disparado con la ayuda inestimable de las noticias falsas y los bulos.

La nueva realidad nos anuncia otros “regalos”, como son manifestaciones larguísimas de unos cuantos centenares de personas que antes cabían en media plaza y que ahora pueden colapsar el centro de una ciudad al mantener la distancia de seguridad. O la banderización, no solo de los balcones, también de todo tipo de vehículos y de los perfiles en las redes sociales y de la indumentaria personal. 

La polarización política se cuela por todas las rendijas físicas y virtuales posibles. En esta coyuntura no va a quedar otro remedio que el distanciamiento psicológico del ruido mediático o telemático para mantener una buena salud mental. ¿Y cómo se consigue esta distancia virtual o intangible? Pues acotando los tiempos de consulta y exposición a la red, practicando un consumo tecnológico tranquilo, como la slow food en la gastronomía, relajando nuestra tensión anímica en las redes sociales. El viejo “que no te escucho, cartucho” actualizado a la acosadora pantalla parpadeante de hoy.