Ya sabemos que en campaña vale casi todo. Quien ha hecho saltar al césped a don Alfredo ha sido Rajoy, quien desde Canarias nos ha dicho que pensar en que los gobiernos del PP también puedan tener alguna responsabilidad en la situación económica española era como si se dijera que el Madrid no ha llegado a la final de la copa de Europa por culpa de Di Stéfano. Era una más de esas ocasiones en las que Rajoy quiere estar gracioso, que debe serlo porque siempre hay alguien alrededor que le ríe esas ocurrencias, con frecuencia relacionadas con el mundo del deporte.

Pero aceptemos el símil futbolístico, porque aquel jugador argentino del Madrid ha pasado con el tiempo a convertirse en un símbolo del madridismo. En su libro de memorias, “Gracias, vieja”, defiende que en el fútbol siempre hay que salir a ganar, que a veces “defendiendo, con cerrojos, también se gana, pero es arrastrarte como una serpiente”. También en política de lo que se trata es de proponer, de poner la palabra en juego, no se puede estar siempre a la contra, con el “no” en los labios siempre dispuesto para descalificar cualquier propuesta que venga del adversario. Rajoy no puede mirar para otro lado cuando tiene una secretaria general con esos ingresos, que además se permite acudir poco al Senado, y sin embargo sí la vemos más de una vez en las sesiones del Congreso como comparsa de su jefe. Tampoco puede hacer de don Tancredo ante lo que algunos dirigentes de su partido han dicho ante la sentencia del Constitucional sobre Bildu y sobre los miembros del propio tribunal.

Si el buen fútbol no se puede basar en la destrucción del adversario, en la práctica del llamado cerrojazo, en la política también hay que saber proponer, intentar que tus propuestas se escuchen y que no obtengas la victoria por la crisis de tu adversario o por la crisis económica de la que solo haces responsable al partido que gobierna. Las ideas, las propuestas, la palabra en definitiva, es en política lo que el balón al fútbol, y quizás Rajoy debería tener en cuenta la anécdota que narra Di Stéfano sobre el entrenador que estaba harto de que sus jugadores solo jugaran al patadón y el balón nunca estuviera en el suelo. Cogió la pelota y mantuvo el siguiente diálogo:

“— ¿Usted sabe lo que es esto?

Y el jugador le contesta:

— Sí, una pelota.

— Muy bien, perfecto. ¿Y la pelota de que está hecha?

— De cuero.

— Muy bien. ¿Y el cuero de dónde sale?

— De la vaca.

— Perfecto, muy bien. ¿Y la vaca que come?

— La vaca come pastos.

— Perfecto, bueno ahí es donde quiero la pelota, en el pasto”.

Pues bien, Rajoy se ha olvidado de la hierba y del balón, que es como no tener en cuenta la esencia de la política: la palabra, el diálogo, el intercambio de ideas, no las frases ocurrentes o graciosas, que quizás sí sirvan para el fútbol, porque es un juego, aunque algunos lo vivan de forma apasionada, pero la política es el instrumento para que la sociedad sea más justa y no se le pueden quitar sus elementos fundamentales.

* José Luis Casas Sánchez es Profesor de Historia