Cuando, hacia los años 70, el Vaticano estipuló que los fieles que asistían a misa se dieran fraternalmente la paz con dos besos, un abrazo o estrechándose las manos, la mayoría de ellos se tomó la recomendación más bien a chufla. El que se tomaba en serio la apelación del cura era mirado como un beato, cuando no como algo peor.

Los fieles se besaban o estrechaban sus manos, pero no se daban propiamente la paz. La novedad del rito devoraba la fraternidad que lo inspiraba. Habrían de pasar bastantes años antes de que los fieles superaran el pudor o el sentido del ridículo y se dieran francamente la paz solicitada por el sacerdote. Hoy lo hacen con toda naturalidad: sin retranca, reticencia ni sospecha.

Los presidentes Pedro Sánchez y Juan Manuel Moreno han coincidido esta semana en ese mismo mensaje pastoral. ‘Démonos fraternalmente la paz’, han venido a decir ambos a sus interlocutores de la oposición ante la urgencia de aprobar unos Presupuestos para 2021 capaces de paliar la devastación económica y social provocada por la pandemia planetaria.

En el caso del PP de Pablo Casado, el llamamiento de Sánchez ha caído en saco roto; en el caso del PSOE de Susana Díaz, el de Moreno todavía tiene alguna posibilidad de ser tomado en serio. Orgullosamente, Casado ha dicho no es no; más humildemente, Díaz ha dicho puede que sí.

Es ley de la política de nuestro tiempo que jamás, bajo ninguna circunstancia, has de dar a tu adversario nada que tus seguidores más obtusos puedan interpretar como una ventaja para él o una debilidad tuya. Pero lo que es cierto y aun deseable en tiempos normales no lo es en tiempos anormales.

‘No se come un león a otro, si no es en un mal año’, dice el antiguo refrán andalusí. No pacta un partido con otro, si no es en un mal año. Otro refrán andalusí, por cierto, dice así: ‘Le creí caza y era trampa’.

Los partidos de la oposición, y muy singularmente el PP, no acaban de ver que lo que en tiempos normales era caza –desgastar todo lo posible al Gobierno– en tiempos difíciles bien pudiera ser trampa. Los ciudadanos premiarán a los partidos de la oposición que lo entiendan y a los partidos del Gobierno que lo propicien: recuerden, lo que ayer era trampa hoy es caza, y viceversa.

Como antaño el de Roma en las iglesias, el llamamiento presidencial resumido en ese ‘Démonos fraternalmente la paz’ ha sido tomado más bien a chufla. Basta repasar cómo han acogido los periódicos de la derecha la apelación de Sánchez a la unidad.

Fiel a esos titulares, es obvio que Casado no quiere pactar con Sánchez las cuentas de 2021, pues de otro modo no habría puesto como condición para hacerlo que Unidas Podemos salga del Gobierno.

En Andalucía, Susana Díaz no ha dado el portazo, y eso es una buena noticia. Falta por saber si su mano tendida a Moreno es sincera: desde luego, si su condición para pactar los Presupuestos fuera o acabara siendo que Moreno rompa con Vox, habría que concluir que su ofrecimiento tampoco era franco.

Demasiado bien sabe el PSOE andaluz que el presidente no puede romper con Vox, del mismo modo que el PP nacional sabe que Pedro Sánchez no puede hacerlo con Pablo Iglesias: en ambos casos quedarían a merced de sus adversarios, y eso no sería ya fraternidad sino más bien temeridad.

Como a los feligreses católicos de hace medio siglo, a los líderes políticos y mediáticos de hoy les entra la risa burlona cuando escuchan a un presidente decir ‘hermanos, démonos fraternalmente la paz’. No acaban de entender que, como el león andalusí, estamos en un año de hambre y, por muy amargo que sea su sabor, toca comer orgullo para salvar a la manada.