Pedro Sánchez ha dado el pistoletazo de salida al curso político reuniendo en la Casa de América a los empresarios más granados de la economía nacional. Lo ha hecho para pedir unidad ante las consecuencias derivadas de la pandemia por el incremento de casos reportados diariamente. Para ello, además del apoyo de las grandes del selectivo español, el presidente necesitará que su geometría variable sea fructífera en unas negociaciones que se presentan intensas y vitales para el devenir de los planes del Ejecutivo.

La aprobación de unos nuevos Presupuestos Generales del Estado es necesaria para cumplir con los compromisos fijados en Europa. También lo es para la perdurabilidad de la legislatura. El objetivo es claro; no así el camino. Mientras que los socialistas se inclinan por volver a apoyarse en Ciudadanos, socio fiel a lo largo de los meses más duros de la pandemia para prorrogar el estado de alarma, desde Unidas Podemos se mira con recelo a los de Inés Arrimadas y se trata de que el consejo de ministros vuelva a recuperar el diálogo con el bloque de la moción de censura.

La situación es similar a la que se dejó en julio. Un mes de vacaciones no ha hecho cambiar las cosas. Tampoco en Génova, pese a que muchos fueran los que presagiaran un viraje hacia la moderación y la participación en la abrupta salida de los puestos de responsabilidad popular de Cayetana Álvarez de Toledo. Cambian las formas, pero no el rumbo: el propio José Luis Martínez-Almeida, que se estrenaba este lunes como portavoz nacional del PP, ha sentenciado que su partido no apoyará unos presupuestos de un Gobierno en el que forma parte Unidas Podemos.

Más predispuesta se ha mostrado Inés Arrimadas, apostando de nuevo por alejar los cordones sanitarios tan prolíficos en la etapa de su antecesor. La formación naranja ha explicado que acudirá el próximo miércoles a la reunión con Sánchez con “responsabilidad y espíritu constructivo”. Con ganas de imponer su agenda y ser constructivos en el Congreso de los Diputados, Ciudadanos reclamará al líder del Ejecutivo que encabece la vuelta a las aulas y que los ERTE sean prorrogados más allá del 30 de septiembre.

"Esta no puede ser una reunión más entre el presidente y los líderes de la oposición, no es una situación normal. Nosotros iremos con responsabilidad y con espíritu constructivo pero exigente", ha insistido, sosteniendo que la situación de los rebrotes, los datos del paro y las previsiones económicas son negativos, pero se pueden “revertir” si todas las formaciones reman en la misma dirección.

O estos presupuestos o los de Montoro. Esta es la carta que juega Ferraz para acabar con el cerrajón morado a pactar con Ciudadanos. Ambas formaciones son conocedoras de la importancia capital de aprobar un nuevo rumbo económico que permita llevar a cabo la reconstrucción desde una vertiente pegada a lo social. Por ello, el propio Pedro Sánchez se ha reunido este lunes con el vicepresidente Pablo Iglesias a fin de fijar un documento de mínimos con el que sentarse a la mesa de negociación con las fuerzas de la oposición. Condiciones sine qua non que permitan sobrellevar los malentendidos pasados: todas las formaciones están invitadas, y de la capacidad negociadora del Ejecutivo dependerá en buena parte la forma en la que se salga de esta crisis. El pulso con la oposición empieza en un septiembre caliente políticamente. Dentro del Gobierno, las dos almas que se sientan a la misma mesa esperan sobreponerse a las diferencias y que su impronta acabe quedando en la rúbrica final.