La primera acepción del DRAE sobre la palabra discreción es: “Sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar”. Siempre he pensado que la persona discreta, en ese sentido de la definición, tiene un valor, o una virtud, digno de estimación y aprecio. Pensé en ello durante la noche de las elecciones, por cuanto me parecieron poco discretos algunos comportamientos. Por ejemplo, no se entendía la satisfacción forzada, expresada mediante una risa más bien nerviosa, tanto de la ministra Fátima Báñez como de la alcaldesa Teófila Martínez. Ambas, en el balcón de la calle San Fernando de Sevilla, no dejaban de saludar, de gesticular y de reír como lo hacen aquellos a los que les toca el gordo de la lotería de Navidad. Su comportamiento era tan poco discreto como el de esos afortunados, con la diferencia de que en su caso no había motivo para expresar de manera tan forzada su dicha, en especial porque ni Arenas ni el ministro Montoro les seguían el ritmo.

Por otro lado, también deberían haber sido más discretos los militantes socialistas que arropaban a José Antonio Griñán, pues al fin y al cabo su partido había perdido las elecciones, como consecuencia de tener 600.000 votos y casi 8 puntos porcentuales menos que en las autonómicas de 2008. Y también perdían votos con respecto a las generales de noviembre, aunque mejoraran su dato en porcentaje, debido a la menor participación del pasado domingo. Ahora lo que cabe es desear que los dirigentes socialistas sepan interpretar la voluntad de sus votantes y comiencen por asumir que muchos de estos, que no han trasladado su voto a IU y que no se han abstenido, en realidad han querido expresar su voluntad de que no gobierne la derecha. Así lo ha hecho una parte significativa de ese elevado porcentaje de indecisos que en la encuesta del CIS dudaba sobre todo si dar o no su voto al PSOE. Asimismo, cuando se afirma que los andaluces han votado por una mayoría progresista, recordemos que en 2008 esa misma mayoría tan aireada sumaba casi 5 puntos porcentuales más y que su diferencia con respecto al PP era de 17 puntos, y en 2012 es de 10.

Queda ahora la segunda parte del 25-M: ¿qué gobierno se formará? El primer problema a resolver será el de la actitud de IU, que se equivocará si de nuevo se refugia en maximalismos con el fin de no entrar a formar parte del ejecutivo con la excusa de que no quiere mancharse las manos. Caería en el mismo error que ha cometido la izquierda en otras ocasiones, sirva de ejemplo el de los socialistas, cuando tras la victoria del Frente Popular en 1936 se negaron a entrar en el gobierno de Azaña y tropezaron en la misma piedra cuando se formó en mayo un nuevo gobierno después de que aquel accediera a la presidencia dela República. Si IU se mantiene como una izquierda consecuente, reformista y con las dosis necesarias de realismo (que no es igual que pragmatismo) puede llegar a ser una fuerza importante en el contexto político andaluz. Ya tiene su experiencia de 1994, que la analice y reflexione sobre ella. No se debe limitar a ser árbitro sino integrarse como uno de los jugadores, pues como escribió Eduardo Galeano, el árbitro siempre va de luto, aunque en los últimos años se disfrace con colores.

Pero una vez formado gobierno queda otra tarea aún mayor, porque habrá que trabajar en un contexto de crisis económica con las dificultades que ello conlleva. Y además, no se debe olvidar que quien gobierna en Madrid, en las capitales de provincia y en la mayoría de las diputaciones andaluzas es el PP. Cualquiera que tenga memoria recordará cuál fue el trato recibido por los andaluces de los gobiernos de Aznar, eso significará tener en frente a una fuerza reaccionaria dispuesta a castigar a Andalucía. Será como haber tenido enfrente en el pasado a un entrenador como Bilardo (Aznar), capaz de aconsejar a uno de sus jugadores que pisara al jugador del equipo contrario, y ahora tener a Mourinho (Rajoy), capaz de menospreciar a cualquiera. Lidiar con los ministros del PP exigirá, cómo no, mano izquierda, pero también dosis considerables de discreción, de acuerdo con la acepción citada al principio.