Son habituales los días malos en la oficina, pero el que vive Germán (Julián Villagrán) en ‘Cuando los ángeles duermen’ se lleva la palma. Además de tener que perderse el cumpleaños de su hija por una jornada tensa que se alarga, se verá envuelto en su regreso a casa en una situación con coche de alquiler, somnolencia y un atropello de por medio tras la que no volverá a ser el mismo. Mientras, Sandra (Marian Álvarez), espera en casa cuestionando el compromiso de su marido. Esta es la base argumental del segundo trabajo del sevillano Gonzalo Bendala, que ya probó suerte en el thriller en su debut de 2015, ‘Asesinos inocentes’, aunque en esta ocasión eleva los niveles de crudeza y negrura.

‘Cuando los ángeles duermen’ se estrenó el pasado viernes en casi un centenar de cines, algo que para Bendala “ya es todo un logro, tras un proceso tan costoso a nivel económico y emocional. Nuestro objetivo es que la película convenza y nos permita seguir contando historias en el futuro.” Sobre las dificultades para levantar este segundo largometraje, la visión tan pesimista del hombre contemporáneo que transmiten sus imágenes y sus conseguidas secuencias de acción hemos charlado con el cineasta.

Suelo entrevistar a más directores por su ópera prima que por su segundo largometraje, principalmente porque muchos no llegan a hacerlo. ¿Cómo ha sido tu camino tras ‘Asesinos inocentes’? ¿Dirías que te ha costado menos o más levantar ‘Cuando los ángeles duermen’?

Ha sido mucho más difícil. Tal es así que mi planteamiento inicial era que ‘Cuando los ángeles duermen’ hubiera sido mi ópera prima, pero ‘Asesinos inocentes’ se adelantó por cuestiones financieras. Esta es una película mucho menos amable. Es violenta e incómoda y requiere un mayor esfuerzo por parte del espectador. Supongo que eso ha tenido mucho que ver.

¿Qué has aprendido de aquella primera experiencia que te pueda llevar a decir que este trabajo es superior?

Son películas muy distintas y enfocadas a públicos muy diferentes. Además, el libro de los gustos está en blanco, así que pienso que sería demasiado soberbio decir que una sea superior a la otra porque eso sería como decir que los que prefieren una tienen peor criterio que los que prefieren la otra. En cualquier caso, lo que la experiencia me ha dado es ir al rodaje con la mente más abierta, menos ceñida a una planificación cerrada, lo que me ha dado una mayor libertad creativa.

Uno de los cambios principales respecto a ‘Asesinos inocentes’ es que pasas a firmar el guion en solitario. ¿Te has sentido cómodo siendo el responsable único del contenido  o has llegado a pensar que era un riesgo evitable?

No he sentido ninguna diferencia en ese aspecto. Para bien o para mal, el responsable último del resultado final es siempre el director de la película y eso no ha cambiado.

¿Serías capaz de decantarte por la dirección o la escritura llegado el momento?

La dirección siempre. Para mí, escribir es un trabajo muy solitario y desagradecido. Prefiero infinitamente el trabajo en equipo en el que todo se retroalimenta con las aportaciones de unos y otros.

¿Cómo llegas a Julián Villagrán y Marian Álvarez? Está claro que son de los actores más sólidos del país, pero no por trabajos parecidos al que hacen aquí…

A través de las directoras de casting Ana Sainz-Trápaga y Patricia Álvarez de Miranda, que han hecho una grandísimo trabajo con todo el elenco de la película. Marian tiene un talento descomunal y encajaba a la perfección en el personaje que yo tenía en la cabeza. Creo que es de las actrices más naturales de este país e interpretar situaciones mundanas es de lo más difícil para un actor. Con ella fue bastante sencillo: le ofrecimos el personaje, leyó el guion y lo aceptó. Así de fácil. Con respecto a Julián, aunque últimamente nos hemos acostumbrado a su faceta más cómica, sabíamos que era un grandísimo actor totalmente capacitado para el drama. De hecho, la mayoría de premios que ha obtenido a lo largo de su carrera han sido por personajes dramáticos. A pesar de ello, Julián tuvo que superar un casting cerrado a muy pocos actores. Su personaje llevaba todo el peso de la película y queríamos estar tranquilos con que podría asumir el reto. Julián nos regaló una interpretación llena de matices y un espectro de gestos tan amplio que nos garantizaba que el arco dramático del personaje funcionaría como debía. A día de hoy no puedo imaginar a nadie más que él para encarnar a Germán.

Es cierto que está espléndido como ese hombre corriente, con un problema convencional como es faltar al cumpleaños de su hija debido a su trabajo, que se ve envuelto en unos acontecimientos que le superan y al mismo tiempo hacen aflorar todo lo que es en realidad. Esa estructura me recuerda a buena parte del cine de Hitchcock. ¿Te basaste en algún modelo narrativo preexistente para cimentar la historia?

La intención era colocar a una persona normal en una situación surrealista y extrema pero que podría ocurrirle a cualquiera. No me basé en ningún modelo narrativo concreto. Simplemente traté de introducirme en la psique del personaje e investigar cuál podría ser su comportamiento ante las duras pruebas que le van sucediendo durante la noche y, a partir de ahí, ir oprimiéndole cada vez más, construyendo a fuego lento una brutal transformación tanto física como psicológica.

Cuando se desatan los acontecimientos, hay un punto en que la película me recordó a ese thriller que abundaba en los 90, cuando Hollywood trabajaba la clase media, en los que el goce del espectador se imponía como meta a la descripción del sufrimiento de los personajes. Sin embargo, tú llevas la historia más allá. ¿No te tentó la posibilidad de hacer algo meramente lúdico?

A pesar de todo lo que pueda parecer, creo que ‘Cuando los ángeles duermen’ tiene un punto lúdico bastante importante. La historia es dura y angustiante, pero lógicamente es ficción y tiene un ritmo muy intenso con tal sucesión de situaciones que difícilmente pueden provocar aburrimiento. Sin embargo, es cierto que esta película va más allá porque hace pensar al espectador, colocándolo en una situación bastante incómoda. Para mí, era muy importante acercarnos al mundo interior de los personajes y acompañarles en sus pensamientos y en su sufrimiento. Creo que al final, la película logra tal grado de empatía con su protagonista que el público se pregunta cómo se comportaría en una situación similar.

Sin desvelar demasiado, se puede decir que la película habla de la oscuridad que habita en todos nosotros y cómo en determinadas situaciones puede llegar a aflorar hasta el extremo. La referencia que se hace a Nietzsche en un momento dado no parece casual en ese sentido. ¿Tan negra es su visión de las personas?

En absoluto. Por lo general, suelo ser bastante optimista. Lo que sí creo es que, por muy racionales que creamos ser, pertenecemos al reino animal y lo queramos o no, hay una parte instintiva en todos nosotros. El instinto de supervivencia es el más poderoso que existe y creo que el ser humano es capaz de lo mejor y lo peor con tal de conservar su vida. Es pura naturaleza. La filosofía de Nietzsche creo que también encierra algo de eso, puesto que proponía romper las cadenas que nos aprisionan (las restricciones impuestas por las tradiciones, la religión, etc.) para convertirnos en seres verdaderamente libres. Algo tan teóricamente válido como peligroso en la práctica.

Se entiende también cierta animadversión hacia la existencia del hombre contemporáneo, alienado y privado de conciencia y moral. Parece que solamente hay pureza y bondad en la amistad de las adolescentes y en la hija del protagonista. ¿No le pareció oportuno redimir al menos a alguno de los personajes adultos?

Es que creo la sociedad nos está llevando a eso. Llega un momento en la vida en que la inocencia se pierde y prima lo individual sobre lo colectivo. Puede que todavía quede algo de idealismo en algunos de nosotros y quizás no todo el mundo sea así, pero creo que la mayoría sí se comporta de forma egoísta.

Buena parte del metraje de la película corresponde a persecuciones nocturnas en zonas rurales. ¿Tenía ganas de incluir muchas secuencias de este tipo para hacer de alguna manera un ejercicio de estilo?

Desde sus orígenes, la narrativa del séptimo arte es principalmente visual y a mí, personalmente, siempre me han apasionado las escenas en las que el suspense viene provocado por la acción. Mi anterior película estaba mucho más basada en el diálogo y me apetecía hacer algo diferente, experimentar de alguna forma y crear tensión con la imagen y el montaje. Me siento muy cómodo planificando y rodando este tipo de secuencias.

La verdad es que están muy bien resueltas, con pulso, y la dificultad añadida para la iluminación de que transcurren de noche. Ese estilo nervioso, ¿diría que lo hereda del thriller de los 70 o de directores actuales como David Fincher o los coreanos? No hay mucho cine español con el que se pueda emparentar la película, salvo con ‘Tarde para la ira’, lejanamente.

El estilo nervioso que comentas se debe a que siempre concebí esta película para ser rodada cámara en mano. Creo que le otorga un mayor realismo a la historia y ayuda a crear esa sensación de tensión continuada. En cualquier caso te diré que no me gustan los excesos. Falta de estabilidad sí, pero siempre con el pulso controlado, que veamos lo que ocurre en la pantalla. Con respecto a la iluminación ocurre algo parecido: ésta era una película forzosamente oscura ya que en la oscuridad radica gran parte de su dramatismo, pero no podía correr el riesgo de que el público no identificara lo que está sucediendo. Por eso, siempre tuvimos mucho cuidado de que el nivel de negros estuviera en el punto justo para ver siempre lo que ocurre.

Ahora que se ha aprobado una ley del cine para Andalucía y parece que se empieza a trabajar el audiovisual de un modo más industrial en nuestra tierra, ¿ha sido satisfactorio el trabajo con las instituciones o les hubiera gustado recibir más apoyo?

Para esta película hemos contado con todo el apoyo institucional que podíamos esperar según la legislación vigente. Distinto es que haya aún mucho trabajo por hacer, sobre todo en lo que se refiere a conseguir una mayor compatibilidad de normativas con las de las instituciones nacionales y que hubiera un mayor respaldo a la promoción y difusión de las obras.