El del vicepresidente de la Junta Juan Marín es un caso de libro de lo que el lenguaje coloquial identifica con la expresión ‘ser cogido con el carrito del helado’: una circunstancia siempre difícil de gestionar en política en tanto que evidencia de forma descarnada el abismo existente entre lo que se proclama en público y lo que se defiende en privado.

A la política no cabe exigirle que diga siempre toda la verdad, pero sí que todo lo que diga sea verdad. Juan Marín ha cumplido esta regla, pero solo en encuentros a puerta cerrada, no en la plaza pública.

En público, el líder andaluz de Cs se mostraba meramente escéptico ante la mano tendida del PSOE para sacar adelante los presupuestos de 2022, pero en privado les decía a los suyos que había que evitar a toda costa que, con las elecciones cerca, los socialistas pudieran aparecer ante los votantes como un partido útil.

En público, Marín proclamaba que la ley de suelo era una herramienta imprescindible para poner orden cuanto antes en el desbarajuste urbanístico del PSOE, pero en privado defendía retrasar todo lo posible la aprobación de la ley estrella de la legislatura porque Juan Manuel Moreno nunca convocaría elecciones sin tener aprobado el texto y a Cs le interesaba postergar la cita con las urnas.

En privado, dijo que aprobar en año electoral un presupuesto con recortes era "una estupidez" y en público…, en público dice lo mismo, pero lo dice solo desde hace 24 horas, las transcurridas desde que se filtró el volcánico audio que ha precipitado la ruptura que Vox venía cocinando a fuego lento, ha facilitado un cierto salvavidas al PSOE, ha descolocado al PP y al presidente Moreno y ha infligido heridas de pronóstico reservado al propio Juan Marín, que hoy es un político degradado en el doble sentido de la palabra.

La insistencia del vicepresidente bien en negar la existencia misma del carrito hallado en sus manos (“¿Dimitir yo? ¿Por qué?”), bien en culpar al tránsfuga Fran Hervías -al contrario que Roma, Génova sí paga traidores- de haber mostrado al mundo el dichoso carrito, evidencia la dificultad extrema de salir bien parado de una circunstancia tan embarazosa.

Añádase a ello que la principal línea de defensa del vicepresidente para justificar el audio donde decía que era estúpido confeccionar tales presupuestos está en trance de venirse abajo si se confirma lo que aseguran fuentes del sector crítico de Cs: que el audio no corresponde a una reunión celebrada en julio, sino en fecha muy posterior, en concreto el 1 de septiembre.

Marín viene sosteniendo que hizo su polémica afirmación sobre el presupuesto en un momento (el mes de julio) en que todavía no se conocía que las autonomías contarían con cuantiosas partidas extra, provenientes de los fondos europeos Next Generation, de los fondos contra el Covid y de las entregas a cuenta previstas por el Ministerio de Hacienda. Si el audio se grabó en septiembre y no en julio, Marín habría mentido en las fechas, agravando así su delicada situación procesal.

Hasta ahora y por boca de su portavoz Elías Bendodo, el Gobierno andaluz sostiene, algo teatrero, que la hoja de ruta se mantiene según lo previsto. El propio consejero de Hacienda, también como si nada hubiera sucedido, ha convocado a PSOE y Vox a sendas reuniones de trabajo para seguir negociando antes del próximo día 24 en que el Parlamento votará las enmiendas a la totalidad.

Funciones de teatro aparte, es evidente, sin embargo, que la legislatura está materialmente concluida, aunque formalmente siga vigente. Con Vox habiendo roto relaciones con el Ejecutivo de Moreno, difícilmente podrá éste mantener durante mucho tiempo la ficción de que sigue presidiendo un Gobierno estable; y con el PSOE retirado de la partida donde se negociaba el Proyecto de Ley de Presupuestos, en la mesa solo quedaría un único jugador engañándose a sí mismo al solitario.