Como ustedes imaginarán, siendo de Huelva como soy, hablo el español de mi tierra. Ello implica que en lo fonético, lo que se escucha en mis palabras son todos los rasgos que identifican al andaluz que se habla en Huelva.

A mí se me entiende, como yo entiendo a todos los demás que me rodean y que, como yo, son andaluces. Como se le entiende a un cubano, a un mexicano o a un argentino. Son estas, las nuestras, las de quienes no hablamos al modo castellano (aquí le decimos hablar fino a la forma que tienen de hablar en español los que que viven de Despeñaperros para arriba), variedades tan históricas, ricas, respetables y entendibles como aquella que tiene Artur Mas en Cataluña cuando usa el español o castellano como lengua.

Fíjese, señor Mas, todo es cuestión de familiaridad y también de no ser un ignorante, o mejor dicho, de no ser un prejuicioso. Mire, president, nosotros aquí estamos familiarizados con el habla 'finolis' cuando esta suena en la radio, en la televisión o en el cine. No es tan habitual sin embargo escuchar tantas eses castellanas en nuestras plazas o centros de salud. Esto -como verá, no soy tan imbécil como usted- no es ningún problema. Sólo, cuestión de familiaridad. En cuanto a la ignorancia, esta sí tiene cura. Pero los prejuicios son como la fealdad: el que es feo es feo y su cara, señor Mas, es el reflejo de su alma.

Usted no entiende a los andaluces porque a usted le falta familiaridad con el andaluz y con nuestra cultura, nuestras costumbres y nuestras formas de relacionarnos socialmente, que, por lo que he podido comprobar en la misma Barcelona, tampoco es tan diferente de cómo son ustedes en aquella parte del Mediterráneo, que no está tan lejos de aquí (a pesar de los 1.000 kilómetros que separan mi casa de la suya). Usted, además, no entiende a los andaluces porque es usted otro más de esos que tienen prejuicios hacia una rica forma de pronunciar el español como la nuestra, un español que nosotros moldeamos en nuestras bocas ni mejor ni peor que ese moldeo que usted y sus paisanos catalanes le dan al español que ustedes hablan.

Me he encontrado por el camino a muchos tontos. No es cuestión de insultar, sino de llamar a cada uno por su nombre. Antes le he llamado imbécil. En Burgos -le pongo un ejemplo-, donde viví tres años de vida cuando chico, hace cuatro años, en un viaje de regreso al lugar en el que residí 20 años atrás, un cura -ya sabe, es Burgos- me dijo la siguiente gilipollez (palabra esta que, a pesar de su vulgaridad, califica bien aquella la frase de aquel cura y cómo me sentó): “Los andaluces escribiréis mal, con faltas de ortografía, aunque os culturicéis, porque a hablar no aprendéis del todo”. ¿Es o no es gilipollas el tío? O lo era... quién sabe (R.I.P., en ese caso).

Mi respuesta, como andaluz y como lingüista, el cura no la entendió. Creo (quizá también sea un prejuicio mío este) usted tampoco lo hará: hablar correcta o incorrectamente y adecuada e inadecuadamente no tiene nada que ver con la procedencia de la persona, sino con su nivel sociocultural: un médico sevillano que diga “ojú, mi arma, la caló que esta cayendo” (intento reproducir aquí nuestra habla) habla mejor que alguien sin formación de Burgos, Valladolid o Barcelona. Es, en términos sociolingüísticos, cuestión de diastratía y diafasía, no de diatopía. Es más, le invito a que reflexione sobre esto: ¿tenemos algún problema los que aspiramos las eses para entender los plurales, por ejemplo? No. Y no sólo lo hacemos los andaluces (piense en Cuba, Chile, Argentina, Puerto Rico, etc.). En lugar de pensar como ignorante que se trata de comerse letras o de no saber hablar, piense que es un rico y complicado sistema fónico, que entre nosotros no crea ningún problema. O si lo quiere, es una forma diferente de hablar y pronunciar, ni mejor ni peor.

Artur Mas ha caído en la trampa aquella del franquismo que logró que ciertos pensamientos sobre las culturas de la periferia peninsular calaran en las mentes, más allá de la dictadura fascista. Lo que se piensa de los catalanes, de los vascos y de los andaluces -curiosamente de tres territorios que a veces sirven de seña de identidad española en el exterior, especialmente Andalucía- permanece, también en usted, que, antes que en Andalucía y en Galicia -pues según usted los gallegos también son ininteligibles cuando hablan en español-, debería ser reprobado en su tierra, a la que no hace ningún favor, con tantos enemigos españolistas como tiene la cultura catalana, que a mí me encanta.

Otra coincidencia la suya con el PP catalán. Para que luego parle.

*Ígor R. Iglesias es periodista y lingüista