¿Juan Marín es un hombre de centro izquierda, un hombre de centro derecha o un hombre de sí mismo? La respuesta correcta parece ser la última: respuesta poco grata para quienes esperaban que Marín ejerciera de puntal centrista del Gobierno andaluz de coalición de PP y Ciudadanos.

Como tantos periodistas que cuando cambian de medio de comunicación rápidamente acomodan el tono de sus opiniones y el enfoque de sus noticias a la ideología de la empresa que acaba de contratarlos, así le ocurre a Juan Marín, a quien resulta imposible diferenciar de los consejeros y dirigentes del Partido Popular.

Solo al comienzo de la legislatura, recién firmado un pacto con Vox que inicialmente parecía incomodarlo, Marín mostró cierto desdén hacia los ultras (¿Ultras? ¿Qué ultras? Yo no veo ningún ultra), hasta que estos acabaron enfadándose y, bajo la airada consigna de ‘Ni una más’, domaron de una vez para siempre a los naranjas: desde la foto a tres de junio 2019, y salvo algún pellizquito de monja, nunca más Marín y los suyos torcieron el gesto ante la ultraderecha.

Nadie le está pidiendo a Marín –sería injusto hacerlo– que actúe contra el PP ni al margen del Gobierno donde oficia como vicepresidente de madera, aunque como esmerado consejero. Marín vendría a ser en el Gobierno andaluz la contrafigura de Pablo Iglesias en el Gobierno de España: el uno no llega y el otro pasa. A Iglesias le convendría imitar un poco a Marín y a Marín le convendría hacer lo mismo con Iglesias.

Más azul que naranja desde su ruptura con el PSOE poco antes de las elecciones de 2018, Marín no ha sabido o querido marcar perfil propio en el Gobierno: es como si considerara inútil o contraproducente hacerlo. O simplemente embarazoso. O incluso desleal.

No parece haber comprendido el vicepresidente que Ciudadanos solo podrá salvarse si sus votantes lo perciben como un partido no contrario pero sí diferenciado del Partido Popular: con agenda propia, prioridades propias y, sobre todo, indignaciones propias. Estas últimas son lo que mejor retrata a políticos y partidos en cualquier democracia: por sus indignaciones les conoceréis.

A Marín le indignan las mismas cosas que al PP, no las mismas que a Moreno porque Moreno es hombre de asentimientos más que indignaciones: el presidente de la Junta suele esperar a ver de qué se indigna Casado para, a renglón seguido, indignarse él también.

El vicepresidente todavía tiene, en todo caso, tiempo por delante para rectificar. Queda mucha legislatura. En estos dos primeros años, Marín ha enterrado a Juan. En los dos que le quedan debería intentar desenterrarlo... salvo que su plan sea sepultar también a Cs para que le haga compañía a Juan.