Ya lo dijimos: su verbo templado, sus maneras educadas, su flema británica, su gestualidad mansa pero severa se habían ganado la indulgencia, y aun la disimulada simpatía, de parlamentarios, analistas y observadores del facherío andaluz.

Alejandro Hernández no era su antecesor Francisco Serrano y eso era una buena noticia. Lo fue hasta aquel fatídico 19 de noviembre de 2020 en que Alejandro Tranquilo se transfiguró en Alejandro Furioso. Por resumir: tras una alusión de Susana Díaz en la que parecía meter a Vox y Bildu en el mismo saco, Hernández pidió la palabra, la presidenta del Parlamento se la negó tirando de reglamento y él la mandó a “tomar por culo”.

El exabrupto fue encajado por Marta Bosquet con deportividad sospechosa: a fin de cuentas la presidenta de la Cámara lo es gracias a los votos de la ultraderecha. Eso no la hace menos presidenta, pero sí más débil.

Contó después Bosquet que don Alejandro le pidió disculpas en privado, aunque la ofensa hubiera sido pública. Es poco probable que la presidenta naranja hubiera mostrado tales tragaderas de haber sido agraviada por un diputado de Adelante o del Partido Socialista. Miserias de la política a las que nadie en ningún Parlamento del mundo es del todo ajeno.

El verdadero retrato del portavoz ultra no se desprende tanto del airado “¡a tomar por culo!” como de su negativa a disculparse públicamente. Ahí es donde a Hernández le sale el facha que lleva dentro, oculto hasta entonces tras el sobrio porte de hidalgo de antaño que solia exhibir.

El insulto de Hernández a Bosquet venía a ser el equivalente de aquel célebre ‘no pongas tus sucias manos sobre Mozart’ que glosó Manuel Vicent en un artículo ya legendario en el que describía a cierto cuarentón de izquierdas que un día estalló contra su hija y sus amigotes cuando, tras haberles perdonado con liberalidad que manosearan sus libros y saquearan su nevera, uno de ellos colmó el vaso de su paciencia cogiendo sin permiso la Sinfonía número 40 de Wolfgang Amadeus. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Hernández lleva mal que a él y a su partido se los sitúe en la extrema derecha. En Canal Sur, sin ir más lejos, han conseguido que nadie los llame así; en el Parlamento todavía no. En el Parlamento ocurrirá si un día su partido llega al poder, que entonces ¡a tomar por culo tanta mariconada de reglamento y tanta tía mandona dando por saco a las personas decentes!