Los partidos de izquierda siempre acaban metiéndose en un lío cuando entran en detalles sobre su modelo territorial. Lo hizo el Partido Socialista cuando dio entrada en su vocabulario a la palabra ‘plurinacionalidad’ y acaba de hacerlo esta semana Podemos al establecer Pablo Iglesias una línea de separación entre Cataluña, Galicia y el País Vasco, por una parte, y todas las demás por otra.

El problema de fondo no es que Pablo Iglesias o Pedro Sánchez hablen demasiado o digan lo que no deben: el problema es que su proyecto territorial es confuso, capaz de contentar a mucha gente al mismo tiempo pero solo mientras no descienda a los detalles; cuando lo hace, todo son problemas.

Esta semana sin ir más lejos, Teresa Rodríguez se vio obligada a pedirle a Iglesias una matización/aclaración/corrección de su teoría de las cuatro naciones –la cuarta sería España- que salvara el buen nombre de Andalucía como ‘realidad nacional’.

Todos andalucistas

Ciertamente, en el debate territorial el Partido Popular y Ciudadanos ven los toros más bien desde la barrera. Guardan las formas procurando que no parezca que no defienden lo suficiente a Andalucía, pero las discusiones –entre políticas y escolásticas– sobre nación, nacionalidad, realidad nacional o región no van con ellos porque su posición es la misma en todo el territorio del Estado; es más, si de ellos dependiera optarían por una cierta recentralización. Y, aun con todo, ni PP ni Cs se atreven a alejarse del seguro cobijo que da bandera andaluza.

En realidad, todo el Parlamento andaluz es andalucista. Unos grupos por convicción, otros por cálculo y alguno por ambas cosas, todos los partidos de la Cámara apuestan por no quedarse atrás. Espoleados por la crisis catalana y temerosos de que la resolución de la misma la paguen comunidades como la andaluza, los cinco partidos comparten implícitamente un ideario no escrito según el cual Andalucía no aceptará ser menos que nadie.

El derecho a ser como la que más se lo ganó el 4 de diciembre de 1977 y el 28 de Febrero de 1980 y sus representantes no permitirán que ese trofeo ganado en buena lid le sea arrebatado. El partido que se atreva a titubear en esta cuestión, el que se aleje de la sombra de la verdiblanca, está perdido.

Un nuevo microclima

Una prueba de ese ‘microclima nacional’ que reina en el Parlamento ha sido la aprobación esta semana sin ningún voto en contra de una proposición no de ley reclamando al Gobierno que acelere con urgencia los trámites para impulsar un nuevo modelo de financiación autonómica que corrija los flagrantes desequilibrios e inequidades del actual. Que incluso el PP se haya sumado a la proposición, iniciativa del Partido Socialista, es síntoma de que la derecha no quiere correr riesgos en esta cuestión. Bastante los corrió en el pasado al oponerse al referéndum del 28 de Febrero.

Y es que, con la entrada en escena del secesionismo como primera fuerza política en Cataluña y dispuesta a imponer su programa de máximos, la financiación autonómica se mira con otros ojos desde Andalucía con otros ojos. Todos los partidos sospechan que el bloque independentista perseguirá la bilateralidad tras fracasar en su desafío unilateralista y más de uno teme que el Gobierno del PP y sus aliados de PSOE y Ciudadanos en esta materia intenten pacificar Cataluña a costa de otros territorios.

“Lo diga quien lo diga”

En el Debate del Estado de la Comunidad de esta semana, la presidenta andaluza volvió a ser muy contundente al rechazar todo atisbo de asimetría territorial. ¿Solo tres naciones más España? Jamás, vino a decir Díaz. “Lo diga quien lo diga”, una frase que, tras una pausa, repitió con toda intención. “Lo diga quien lo diga”. Cinco palabras que sonaron como una: ‘lo-diga-quien-lo-diga’.

La frase de la presidenta era una variación de la ya célebre pronunciada en el congreso de su partido cuando le pidió a Pedro Sánchez que no le hiciera elegir entre el partido y Andalucía.

“No me fío del PSC”

¿Está justificado ese recelo que llevó a Díaz a repetir su admonitorio ‘lo diga quien lo diga’? Un alto cargo institucional de la Junta de Andalucía que en el pasado tuvo responsabilidades parlamentarias importantes, momentos antes del Pleno del Debate del Estado de la Comunidad, hacía esta confesión a EL PLURAL: “No me fío del PSC, no me fío”. ¿No te fías tú solo o sois más en el PSOE andaluz los que os fiáis? Una media sonrisa dejaba bien a las claras que no está solo en su desconfianza.

En la federación andaluza admiten que sus compañeros catalanes han estado donde debían estar ante el desafío secesionista, pero sospechan que el PSC acabará defendiendo un trato especial para Cataluña, ya sea en poder político, ya en privilegios económicos.

Desde el viraje estratégico pilotado por Pasqual Maragall hace ya más de tres lustros, el PSC se siente cómodo defendiendo una asimetría territorial que el PSOE-A jamás compartirá. Lógico que Ferraz no haya vuelto a hablar de plurinacionalidad. Lógico que Pedro Sánchez no entre en detalles al hablar de su modelo territorial: cada vez que lo hace acaba enfadando a alguien.