Los méritos del psocialismo andaluz que ilustran 35 (tres, cinco) años ininterrumpidos de Gobierno e irritan tanto a los intelectuales de la derecha tipo Antonio Burgos, hagiógrafo de Señoritos, Duquesas y Palios, no son unívocos. Para algunos, que Canal Sur y el mensaje subliminal en adobo de sevillanas; para otros, las viejas e incurables heridas secretas de la pobreza y la represión caciquil; para mi altocargo, que presume de conocimiento de causa, la clave está en los silencios de Borbolla. Fulminado como presidente y secretario general por Alfonso Guerra y sus ejércitos, le pudo más la militancia que la vanidad. Ese silencio cosió las grandes roturas, abonó el futuro y sirvió para que Chaves se diera cuenta de por dónde ardía el puro. Y el puro ardía echando a Sanjuán. Cosa que se hizo con la misma diligencia con la que liquidó a Pepote. Que se encargue alguien de confianza.

Pero tengo para mí (esto lo dije una vez en una conferencia y me quedé en la gloria, ganas tenía, leche) que ni uno sólo de esos 35 (tres cinco) habrían sido posibles sin la decisiva colaboración de la derecha así tomada, desde Hernández Mancha a Moreno Bonilla. Al principio, porque era imposible. Bastante mérito tenían con presentarse a las elecciones. En los ochenta ser andaluz de derechas estaba tan mal visto que los pocos que tenían los cohones de así decirse (bueno, de “centroderecha”) eran héroes tal que Gabino Puche, que se presentaba y miraba al tendido. En los noventas y dos miles tuvimos al gran Arenas, de cuya eterna sonrisa perdedora está todo escrito. Tan cruel fue el destino, que la única vez que ganó fue la más amarga de sus derrotas. Así lo dice Montaigne: es una locura esperar que el propio destino nos arme contra él.

Cada vez que las encuestas, las tendencias, los cansancios, alumbraban una posible victoria de la derecha andaluza, ya se encargaba la propia derecha española de conjurarla, mandando flotadores de acero a sus cuates del sur. El más común y reiterado ad nauseam (esto también es para soltarlo en una conferencia), a medias con los catalanes, el de los vagos folklóricos subvencionados.

Creíamos que Susana había tal vez quedado renqueante del rejonazo Sánchez, creíamos que Susana, en fin, estaba entrando en arenas movedizas (me siguen?) y que se le avecinaban malos tiempos y dolores de tripita y se asomaba  al abismo del principio del fin. Pero eso nunca ocurrirá mientras la derecha española siga siendo la derecha española. Así que recurso a las 35 horas de Susana porque así lo exige la española manera de homogeneizar. Nuevo flotador de acero para el muñeco Bonilla y enorme contenedor de argumentos para Susana, que ahí está pletórica con su hachazo en las redes sociales.

Dicen que en Andalucía hay empresarios aparte de los dueños de los chiringuitos (pssch); dicen que hay emprendedores (pssch) en alguna web de por ahí. Lo que sí sabemos es que existen parados y funcionarios. Los parados oscilan. Los funcionarios son doscientos cincuenta mil. Te pones a contar votos y te sale Granada entera. No son las 35 horas, idiotas. Son los 35 años.

Nunca te fíes de un tío con calcetines de rombos.- El otro jueves se murió Joaquín Marín Alarcón, con quien tuvo el gusto. Algunos años bebimos juntos en los sótanos de la taberna del Alabardero, mientras él me daba clases de periodismo y yo le hacía la pelota. Porque era mi jefe y porque era un encanto. Algunas clases las llevo en el disco duro. Un día se cruzó en nuestras vidas un tipo que parecía hecho con la masa de los nuevos tiempos: lenguaje de escuela de negocios, la prisa como vida y el trabajo como religión. Aquel tipo nos iba a comer la tostada en cuestión de meses. Relájate, Cristinita, me dijo una madrugada de aquellas con hielo y ginebra de Málaga. Los tíos con calcetines de rombos no van a ninguna parte. Y en efecto, a los pocas semanas aquel espantapájaros desapareció. A tu salud eterna, amigo, infinito.