Desde que empecé a escribir en Leequid Magazine, seis meses atrás, se me colgó al cuello la etiqueta millennial. Era una palabra que sonaba lejana, pero que definitivamente conocía; como el nombre de una tia segunda a la que ves en Navidades y luego no te acuerdas de ella el resto del año. Sin embargo, millennial resonaba en la boca con tantos matices diferentes que uno solo podía asegurar una cosas: ninguno de ellos era positivo.

¿Qué es millennial?

En una era abanderada por la globalización, echar un vistazo en Google fue algo más que rápido y la respuesta que concluí era sencilla: millennial definía a una generación, pero no a una cualquiera, sino a los nativos digitales: a aquellos que habían nacido con tecnología entre sus manos. En principio, una generación no debería juicios de valor más allá de cuáles son los hechos históricos: las fechas (80s - 00s), la llegada de Internet, la caída del comunismo, la domesticación de tecnologías complejas como ordenadores y móviles; y, por supuesto, una facilidad superior que generaciones anteriores para comprender estos artilugios.

Sin embargo, cuando hablaba con mis amigos veía que ponían cara de desagrado. Algunos ni conocían que era ser millennial pero la simple etiquetación les hacía arrugar la nariz y negar con la cabeza. No pude evitar soprenderme, al fin y al cabo. las generaciones no son más que convenciones históricas para comprender a una escala media como evoluciona una sociedad. Pero lo dicho, en una era tan globalizada como la actual, resulta un pecado no echar un vistazo en Google ante la duda.

El rechazo ante la generación millennial

Pronto lo comprendí. En una de esas velocidades sorprendentes del buscador, de milésimas de segundo, aparecieron miles de entradas referentes a los millennials. Por motores de búsqueda y logaritmos que no podía explicar, aparecieron primero páginias de medios españoles. Hice una rápida investigación a través de ellas y la conclusión fue desagradable. Todos esos medios, algunos muy importantes dentro de la opinión publia, criticando una generación entera, acusándolos de caprichosos, de exigentes y de egoístas. Descubrí que ser millennial era malo, pues por lo visto éramos malos.

Sinceramente, me pareció estúpido infravalorar a toda una generación a través de prejuicios y no de hechos. Comprendí el porqué de la actitud negativa hacia la etiqueta por parte de la gente de mi generación. Pero no podía evitar pensar que en el fondo todo era una gran estupidez y que los que estaban siendo más estúpidos eran los que nos infravaloraban mediantes juicios de valor, que en realidad se extraían de hábitos de consumo. Usando mis pocos, pero bien aprovechados, conocimientos en historia y sociología, pude llegar a la conclusión de que había que tener la vista muy corta para tratar a potenciales targets de esta manera. Tener una mala visión del que será tu cliente solo puede jugar en tu contra.

Pero en Latinoamérica las cosas cambian.

En un delirio sherlockiano, decidí revisar los medios de los que realmente observan el mundo, tratando de entender qué les rodea, y luego enjuician: los latinoamericanos. Y, efectivamente, difícilmente se mencionaba alguna palabra negativa. Es más, en su mayoría se describía a los millennials como lo que somos primogénitamente: consumidores; y con adjetiovos que suponían un reto, pero no una traba: exigentes, minuciosas, con amplios conocimientos.

¿Está mal ser millennial?

¿Esta mal, pues, ser millennial? En España en ocasiones parece que sí, a veces los de generaciones anteriores miran por encima del hombro, creyéndose con cierta superioridad moral que nadie les ha otorgado. Es tal vez esa cierta prepotencia la que impide que España evolucione, pues, por ejemplo, los medios de comunicación (uno de los pilares de la industria millennial) está invadida por gente que, muy probablemente, esté cerca de quedarse obsoleta. Así que, como conjetura personal, tal vez el problema de ser millennial es la amenaza que representan.

Personalmente, considero que la palabra millennial es una descripción sociológica, como lo fue referirse al baby boom, por lo tanto, de momento no me preocuparé más sobre si me disgusta o no tal calificativo. Pero me gustaría que las empresas empezarán a tenerme en cuenta para ofrecerme un servicio de calidad, pues no es que seamos exigentes, es que cada vez el mundo tecnológico es más complejo.

Imagen de Elizabeth Hahn en CC en Flickr