Hoy es el día. Hoy, millones de norteamericanos elegirán al próximo presidente de la nación más poderosa del mundo. Perdón. Esa frase está mal redactada. Hoy millones de norteamericanas elegirán, con bastante seguridad, a la próxima presidenta de la nación más poderosa del mundo.

Las mujeres deciden

Porque en estas elecciones, más que en ninguna otra, el papel de las mujeres va a ser determinante. No solo porque la candidata que encabeza las encuestas sea Hillary Clinton. Tampoco porque la gran estrella de la campaña haya sido otra mujer, Michelle Obama. La clave es que, según los últimos sondeos, Clinton aventaja en más de 15 puntos a Donald Trump en el voto femenino. Es más del doble de la ventaja que Barack Obama sacó a Mitt Romney en 2012. Más aún. Si solo votaran los hombres, Trump ganaría las elecciones. No cabe duda del poder del voto femenino.

Gracias a Susan B. Anthony

Y todo es gracias a Susan B. Anthony y a mujeres como ella. Por eso no es extraño que ya se haya convertido en una tradición ir a su tumba el día de las elecciones. Y en la lápida con su nombre, dejar la pegatina que reza I voted y que distingue a los que han ejercido su derecho democrático. Porque Susan B. Anthony luchó toda su vida por su derecho a votar, por el derecho de las mujeres a elegir a sus dirigentes. Anthony encabezó el movimiento sufragista a finales del siglo XIX, en uno de los primeras manifestaciones de lucha por los derechos civiles de un colectivo.

Lejos de Mary Poppins

Varias generaciones han conocido la figura de las sufragistas gracias a la peculiar madre de los niños tutelados por Mary Poppins. Pero en realidad su papel era mucho más beligerante. En 1872, Anthony fue golpeada y arrestada junto a otras catorce compañeras después de que consiguieran registrarse y votaran. Ilegalmente, por aquel entonces. Esto no arredró a la activista que se movió por todo el país dando discursos en los que defendía el derecho femenino al sufragio. Incluso viajó a Inglaterra, donde otras mujeres, como Emily Wilding Davison, mantenían la misma lucha. La organización que creó, la Asociación Nacional Prosufragio Femenino, llegó a agrupar a más de treinta millones de mujeres de todo el mundo. Y fue determinante en la consecución de su objetivo cuando en 1920, el Congreso de Estados Unidos otorgó el derecho de voto a las mujeres. Pero Susan B. Anthony no pudo ejercerlo. Había fallecido catorce años antes.