Cuando alguien muere, sus herederos pueden optar entre aceptar o no su herencia. Si la aceptan, deben hacerlo asumiendo no solo sus bienes sino también sus deudas. Lo que los herederos no pueden pretender en ningún caso es recibir los bienes legados sin asumir todas las deudas de la persona fallecida.

No obstante, esto es lo que, por lo visto, desearían poder hacer ahora los esforzados jóvenes dirigentes del Partit Demòcrata Europeu Català, esto es el PDECat surgido de la extinta Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) que, no obstante, preside Artur Mas, que presidió CDC hasta su fin, durante más de doce años. Conviene recordar que Artur Mas es el heredero político directo de Jordi Pujol i Soley, quien fundó CDC en noviembre de 1974 y lideró esta formación hasta su retirada de la primera línea política, en 2003, es decir durante casi treinta años, compaginando este liderazgo personal incuestionado e incuestionable con el ejercicio de la Presidencia de la Generalitat durante cerca de veinticuatro años, entre abril de 1980 y diciembre de 2003.

Tanto Marta Pascal como David Bonvehí, los ahora dos dirigentes principales del PDECat, repiten una y otra vez que su partido no tiene nada que ver con la infinidad de indicios de corrupción, financiación ilegal y otros delitos de los que se acusa a la antigua CDC. Una CDC supuestamente desaparecida pero que jurídicamente sigue existiendo todavía, con un legatario como Jacint Borràs, uno de los fundadores del partido, gran amigo de Jordi Pujol y padre de la actual consejera de Gobernación, Meritxell Borràs.

Nada nos puede sorprender ya, en esta época de entronización global de la postverdad. Sin embargo, resulta como mínimo extraño que desde la dirección del recién fundado PDECat pretendan recibir el patrimonio político que sin duda acumuló CDC durante buena parte de su existencia, pero se nieguen a asumir no ya las importantes deudas económicas heredadas –éstas son evidentes e innegables, y como buen ejemplo de ello están las numerosas sedes del partido embargadas por mandamiento judicial, a la espera de las correspondientes sentencias definitivas-, sino las sin duda mucho más graves y onerosas deudas políticas derivadas de todos los casos de supuesta corrupción, financiación ilegal, malversación de caudales públicos, prevaricación y otros delitos atribuidos por varios fiscales a CDC.

¿Cómo pueden, los actuales dirigentes del PDECat, reivindicar el indiscutible patrimonio político de CDC y negarse a asumir la parte correspondiente de la gran deuda política que sin duda alguna le corresponde en todos y cada uno de los innumerables casos judiciales abiertos, desde el inicialmente llamado caso Palau o caso Millet, que cada vez más es el caso CDC, hasta las causas que afectan tanto a Jordi Pujol i Soley y su esposa, Marta Ferrusola, como a todos sus hijos, pasando por el conocido como “caso 3%” y otros sumarios en proceso de instrucción o pendientes ya de juicio?

¿A qué vino el cambio de denominación del partido, por otra parte, tan polémico y conflictivo, sino a intentar llevar a cabo una operación de travestismo o transformismo político, sin tener en cuenta que, como reza el conocido dicho popular, “la mona en mona se queda, por más que se vista de seda?”