La imagen de fuerza e influencia de España en el escenario internacional ha quedado a la altura del betún. El Gobierno de Rajoy pidió ayuda a Bruselas y auxilio al Gobierno norteamericano, en lo que suponía un reconocimiento implícito de incapacidad ya de hacerse valer, pero además el Gobierno español siguió la peor estrategia: las amenazas. Amenazó el ministro de Industria, amenazó el secretario de Estado de la Unión Europea, amenazó la mismísima vicepresidenta del Gobierno... y la consecuencia es que España ha sido humillada en el escenario político y financiero internacional.

Ridículo político
El ministro de Industria afirmó el sábado que la crisis parecía "encauzada". Todo indicaba que el Gobierno se creía, en un ejercicio de ingenuidad que no es el primero, que los mensajes de Bruselas hacia Argentina y las presiones de los fondos de inversión americanos harían recapacitar a la presidenta argentina. Nada más lejos de la realidad, el Gobierno español sabía que la decisión estaba tomada, es más, que se ejecutaría cuando Cristina Fernández regresara de la Cumbre de las Américas , pero Rajoy y su gobierno decidieron echar un órdago y amenazar. Amenazar con penalizar las importaciones de soja, de carne argentinas. Incluso amenazaron con conseguir que Bruselas parara los avances de Mercosur.

Como ya informaba ELPLURAL.COM la semana pasada, la estrategia de las amenazas era la peor que se podía seguir. A poco que se conozca la psicología argentina se sabe que a golpe de chulería no se les gana ni se les tuerce el brazo. Todo lo contrario, empeoran las cosas porque un argentino no puede ser doblegado por un "gallego".

Todas las bravuconadas del PP sobre "el papel de España", y la boutade del ministro de Asuntos Exteriores a Hillary Clinton con el "vuelve España", han quedado en papel mojado. Y lo peor no es el ridículo del Gobierno, es la situación en la que queda España.
Por mucho que le duela a la derecha española, durante los ocho años de gobierno de Zapatero las empresas españolas no tuvieron problemas en Latinoamérica, donde no guardan precisamente buen recuerdo de la mano dura de Aznar.