Sabedor de que, en general, la mano dura funciona sobre todo en escenarios de derecha, la utilizó a fondo y, sobre todo, le permitió descubrir los grandes arcanos del Estado francés, sus innumerables servicios de seguridad, las redes clientelares, en definitiva, los sótanos del régimen.

Su gestión del gravísimo episodio de los asesinatos de siete ciudadanos franceses cuidadosamente seleccionados por su condición (militares de origen magrebí y una familia judía) no ha podido desmentir esa reputación. Si puede, lo instrumentalizará en su favor.

La emoción dosificada
El primer indicio fue una distinción que se le ha reprochado universalmente: llamó de inmediato a las familias del rabino y los colegiales judíos asesinados el martes… pero había olvidado llamar a las de los tres soldados asesinados poco antes. Una emoción inconscientemente mal dosificada…

El ejército de asesores que le rodea percibió el error y el peligro y montó un escenario de gestión de la crisis que se basó principalmente en  dejar a los técnicos hacer su trabajo. Fue la hora de la mano derecha del presidente, Claude Guéant, exsecretario general del Elíseo, un puesto clave, y ahora ministro del Interior.

El RAID y la consigna presidencial
Guéant supo en seguida quien era el autor de los asesinatos y su inminente captura. El RAID (una unidad de élite tan alabada en otras ocasiones por Sarkozy) fue llamado a Toulouse y se desplegó en seguida mientras el ministro hacía en la tarde del miércoles el gran anuncio: “Tengo órdenes de capturarle vivo”.

Pero unas 35 horas después estaba muerto, acribillado a balazos mientras, se supone que herido, se lanzaba al vacío por una ventana. El cambio de órdenes era evidente porque detenerle era difícilmente compatible con la entrada por la fuerza en la vivienda. Tres agentes (cinco, por cierto, según un fiscal parisiense encargado del caso) resultaron heridos. Todo al revés de lo previsto.

El presidente, con su breve declaración ya escrita de antemano, se dirigió a los franceses para decir, antes que nada, que el delincuente había sido muerto y, de paso, anunciar que propondrá nuevas leyes anti-yihadistas.

Primeras escaramuzas
Visto el escenario montado por el Elíseo en su doble dimensión (orden público y explotación de la comunicación) algunos medios no dudaron en tomar posición. El diario Le Monde creía advertir ya el miércoles que el candidato Sarkozy recogería los frutos del presidente Sarkozy. El público estaba deseando buenas noticias, la neutralización del terrorista… y eso se le dio, rápida y eficazmente.

Los socialistas, no a nivel de su candidato François Hollande, quien se mantuvo en un tono muy institucional, sobrio, de apoyo a la acción y de reiterado compromiso en la lucha contra el terrorismo, acusaron a Jean-François Copé, secretario general del partido presidencial, la “Unión por un Movimiento Popular”, de querer “romper la unidad de la República tras haber dicho que los socialistas no habían respetado como se debía el duelo nacional por las víctimas …

Drama y sondeos
Con toda rapidez habrá encuestas disponibles con la pretendida influencia de lo sucedido sobre el resultado de la elección. Pero algo está claro: el equipo Sarkozy ha captado en la difícil situación una oportunidad y, de momento, la muerte a tiros por la autoridad de un terrorista peligroso, armado y determinado no le perjudica.

Esta convicción coincide con la amable entrevista que el muy sarkozysta Le Figaro hace simultáneamente a un par de matemáticos que dicen haber descubierto la cuadratura del círculo: Sarkozy será reelegido con el 50,3 por ciento en mayo. Uno de sus argumentos centrales es que la clave de la decisión reside en el índice de popularidad… y “Sarko” sabe algo de eso.

Hoy es el gran policía de Francia, una Francia que aprecia la seguridad y el alivio. De momento, viento en las velas…

Elena Martí es periodista y analista política